Cultura
Jardines históricos del Botánico. Un siglo de esplendor y ruinas
Portada Jardín Botánico y Zoológico de Asunción © Marli Delgado
En todo el mundo los jardines botánicos son prestigiosas instituciones que cumplen siempre las mismas funciones: investigación de especies, conservación de las mismas y difusión de los conocimientos generados. Por lo tanto, es fácil imaginar la trascendencia y el enorme impacto que generó a inicios del siglo XX la creación del Jardín Botánico y Zoológico de Asunción en un país en proceso de reconstrucción, sin antecedentes al respecto ni importantes centros de investigación.
Aún mayor impacto generó en la sociedad local el hecho de que el Jardín Botánico fuera mucho más que un sitio recolector de especies, pues contaba con una gran cantidad de jardines temáticos cuidadosamente diseñados, cuya belleza los convirtió muy pronto en carta de presentación del país a través de postales y fotografías, despertando admiración de propios y extraños.
Los primeros datos históricos del predio del actual Jardín Botánico y Zoológico remiten a inicios del siglo XIX, cuando pertenecía a la familia Vianna; posteriormente fue transferido a la familia de Don Carlos Antonio López. En 1896 pasó a ser propiedad del Estado paraguayo y, en 1963, de la Municipalidad. En 1882 se fundó la Escuela Nacional de Agricultura, que operó en el sitio hasta el año 1908. En 1914 se fundó el Jardín Botánico y Zoológico, bajo la dirección de Carlos Fiebrig (1869-1951), botánico y zoólogo alemán que llegó al Paraguay en 1907 en compañía de su esposa Anna Gertz (1866-1920), periodista alemana que se encargó del diseño de varios de los jardines temáticos y apoyó permanentemente las labores científicas y de difusión del Botánico.
En Historia y fragmentaciones del Jardín Botánico la arquitecta Leticia Fernández señala que en el año 1930 existían al menos 14 jardines temáticos en el predio, entre los cuales se destacaban el Jardín de la Señora, el Jardín Romano, el Círculo, Kamba’i, el Rosedal y el Jardín Japonés [1].
Estos jardines ocupaban en conjunto una extensión aproximada de ocho hectáreas, sobre un total original de aproximadamente 450 hectáreas. Tras la expulsión del país –por intrigas y xenofobias– de Fiebrig, ocurrida en 1936, el Jardín Botánico y Zoológico pasó del esplendor a la decadencia, mermando sus actividades científicas y de divulgación, con sucesivos desmembramientos del predio hasta quedar reducido a la mitad, además de la ruina de los que fueran sus maravillosos jardines temáticos.
Jardín de la Señora
El primero de los jardines del complejo se encuentra en línea recta, a 150 metros de la entrada principal, en el paseo central de la avenida de acceso. Su diseño es sencillo, con pocos elementos, donde resalta nítidamente un surco artificial de piedras por el que discurre un hilo de agua que llega hasta una pequeña laguna al pie del jardín. Una balaustrada curva de separación y protección sugiere que no se trata de un jardín para ser recorrido sino para ser apreciado en su conjunto desde cierta distancia.
Es de los más pequeños de todo el predio y el que presenta actualmente mejor aspecto, con vegetación sana y bien cuidada. Algunas piezas de la balaustrada original se hallan deterioradas, aunque esto no afecta significativamente la imagen del conjunto. Comparando la imagen actual con una histórica, se puede notar que originalmente poseía una disposición mucho más geométrica de sus elementos, con diseños que abarcaban todo el ancho del paseo central. La mayoría de los árboles que estaban dispuestos a ambos costados del jardín fueron reemplazados en algunos sectores por tacuarales y en otros ha quedado el campo abierto, con lo cual se pierde cierta atmósfera sobrecogedora que presentaba hace cien años.
A partir de este jardín los senderos se bifurcan y conducen a otros igualmente antiguos. El que va hacia la izquierda lleva hasta el Jardín Romano y el Círculo. El de la derecha, lleva a Kamba’i, el Rosedal y el Jardín Japonés.
Jardín Romano
Este peculiar jardín es, por forma y nombre, una clara alusión a la plaza que antecede a la basílica de San Pedro en Roma. Es el de mayor tamaño de todo el conjunto y tiene dos secciones bien diferenciadas. La primera mitad, como antesala, presentaba un círculo de diez metros de diámetro conformado por balaustradas y rodeado de cipreses. La segunda mitad posee una forma ovalada similar a la plaza romana referida, conformada enteramente por árboles. Una breve pero ancha y elegante escalinata definía y jerarquizaba el acceso a su interior.
El jardín se encuentra actualmente en absoluta ruina. La primera sección está prácticamente desaparecida, no quedan vestigios a la vista del piso del círculo de acceso ni de sus balaustradas, solo algunos restos de lo que fue en su momento un elemento escultórico en el centro. Respecto a la segunda sección, la escalinata se encuentra en similar situación ruinosa, ya sin balaustradas y con peldaños destrozados. La configuración del óvalo de árboles es lo más persistente, aunque una sección importante que se desprendía de la misma ha desaparecido. En el centro de este espacio existen restos de un contenedor rectangular al que le han crecido hasta árboles en su interior. No fue posible identificar si originalmente se trataba de un estanque o una piscina, ni si se trata de un elemento integrante del diseño original, aunque sí es evidente que lleva décadas de existencia.
Jardín Kamba’i
Es posiblemente el más antiguo de los jardines del conjunto. Con claros rasgos de estilo clasicista, poseía pocos elementos rigurosamente dispuestos, conformando un gran jardín rectangular. En el centro estaba situada una fuente de agua de diseño sencillo. En el interior de esta fuente existió hasta hace pocos años una pequeña escultura de bronce de una figura humana de piel morena, de ahí el nombre del jardín.
Solo la fuente y el pedestal de la escultura quedan como vestigios de este jardín. La escultura fue sustraída y en torno a la fuente casi no quedan rastros del trazado original. Malezas, arbustos y árboles han crecido en el sector de manera espontánea, modificando de manera importante la percepción espacial que tuvo ese sitio hace cien años.
El Rosedal
Este jardín es el más geométrico de todos y el único que tiene senderos internos bien definidos. Aunque está inscripto en un terreno rectangular, su forma es cuadrada, con la particularidad de que uno de sus ejes coincide con el del Jardín Kamba’i, complementándose visualmente entre sí.
Tiene doble simetría, compuesta por un eje longitudinal (que lleva a Kamba’i) y un eje transversal (que lleva al Ykua Madame Lynch). Poseía varios parterres (porciones de jardín) con distintas variedades de rosas. El centro geométrico de la composición posee una glorieta circular de hierro forjado y estaba flanqueada por arcos en los accesos situados sobre ambos ejes.
Pocos elementos originales quedan de este jardín, aun cuando sigue destinado al cultivo de rosas. Exceptuando la glorieta central y su piso de ladrillos dispuestos en forma circular, todos los demás elementos han desaparecido. Los camineros principales y secundarios, al igual que las porciones de jardín originales siguen existiendo, aunque estas últimas prácticamente no tienen ya ninguna especie.
Restaurar el orgullo y la memoria
Al igual que sucede con las edificaciones, también existe un campo disciplinar que se ocupa específicamente de la restauración de jardines históricos. Hace exactamente cuarenta años representantes de diversos países aglutinados en el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios Históricos (ICOMOS, por sus siglas en inglés) se reunieron en Florencia, Italia, y aprobaron un documento denominado Carta de los Jardines Históricos, respaldado directamente por UNESCO e indirectamente por diversos gobiernos del mundo, entre ellos el del Paraguay. Este documento sienta las bases éticas y científicas con que se han de considerar y atender los jardines históricos, a los que define como “…obra de arte, y como tal, bien cultural, recurso arquitectónico y ambiental, patrimonio de toda la colectividad que goza de él”.
En la región existen numerosos antecedentes de restauraciones de jardines históricos realizadas y en proceso, sobre todo en Argentina y Brasil. En Paraguay, hasta hoy, si bien existen leyes generales de protección del patrimonio histórico y ambiental, lamentablemente no existen disposiciones específicas que refieran a procedimientos de restauración y conservación de jardines históricos. Como resultado, es mínima la cantidad de ejemplos que puedan encontrarse en el país al respecto y un tema sensiblemente ausente cuando se promueven iniciativas de revitalización de espacios públicos centenarios (parques y plazas), que rara vez consideran que aquellos sitios degradados que se pretende recuperar albergaron en muchos casos notables y originales diseños, desfigurados con el paso del tiempo. Se trata de un tema pendiente y urgente para el Paraguay. Comparativamente respecto a los demás países de la región, el atraso es de décadas.
En varias ciudades del país existieron alguna vez variados ejemplos de gran calidad de diseño. Restaurar aquellos escenarios donde transcurrió y transcurre la historia ciudadana es más que completar una importante pieza de la historia misma. Es restaurar la memoria colectiva y, como efecto, restaurar el orgullo que alguna vez sintieron quienes tuvieron el privilegio de conocer y vivenciar esos escenarios.
Nota
[1] Fernández, Leticia (1995). Historia y fragmentaciones del Jardín Botánico. Asunción: Editorial Fotosíntesis.
* Carlos Zárate es arquitecto, docente, investigador, magíster en Restauración y conservación de bienes arquitectónicos y monumentales (UNA-IIF), coordinador de Área de Teoría y Urbanismo (FADA-UNA).
* Marli Delgado es arquitecta, investigadora, docente de las cátedras Historia de la Arquitectura del Paisaje en Paraguay y Arquitectura 5 (FADA-UNA).
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