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Cultura

Las cruces del calvario paraguayo

© Luis Vera

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El miércoles 7 de abril, en ocasión del Día Mundial de la Salud, organizaciones ciudadanas coordinadas por la Asociación Latinoamericana de Medicina Social (ALAMES), la Coordinadora de Derechos Humanos del Paraguay (CODEHUPY) y Amnistía Internacional realizaron una intervención pública frente al Ministerio de Salud, bajo el nombre de “Duelo Social del Paraguay”.

La acción consistió en la instalación en las rejas del edificio ministerial de 4.400 bandas de lienzo blanco, referidas a las usadas en forma de estola para guarnecer las cruces funerarias en nuestro país bajo el nombre de kurusu paño. Cada franja aludía a una de las personas fallecidas por Covid-19 en medio del colapso del sistema sanitario público causado por la corrupción y la ausencia de políticas estatales adecuadas. Los aires de la mañana agitaban con suavidad el lado no sujeto de los paños, de modo que éstos aparecían movidos por un impulso que los mantenía ondulando de modo interpelante, como si estuvieran señalando múltiples direcciones que coincidían en una sola: la acusación al Estado por el incumplimiento de sus responsabilidades básicas. Una omisión de consecuencias genocidas.

© Luis Vera

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Me llamó la atención el hecho de que muchos comentarios vertidos en las redes sociales interpretaron este acto potente de denuncia política en los términos de una instalación de arte público. Esta lectura manifiesta sin dudas el nivel expresivo de la intervención, pero también remite a una cuestión central de la estética actual: ¿cuándo es artística una obra (consista ella en objetos o acciones)?  Esta pregunta se levanta ante el hecho de que hoy se entiende el arte no en cuanto definido por esencias anteriores a su propia historia, sino como prácticas contingentes; es decir, constituidas por situaciones específicas, situadas. Entonces, si no hay obras artísticas en sí mismas, ¿cómo se establece su “artisticidad”? En principio esta tarea se encuentra a cargo del sistema del arte (museos, galerías, críticos, bienales, ferias, etc.), pero es evidente que, independientemente de esa instancia, las obras tienen en sí mismas una reserva imaginaria y simbólica manifestada en circunstancias favorables: tienen un potencial de “artisticidad” activable en tiempo y espacio específicos.

© Luis Vera

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La intervención ante el Ministerio de Salud se encontraba cargada de pujante brío expresivo y de innegables cualidades estético-formales. Por un lado, temblaba de contenidos intensos, de broncas y frustraciones, de desesperados deseos de encontrar salidas, de apuestas a la vida a pesar del asedio necropolítico; por otro, manifestaba intenciones estéticas y poéticas, tales como el revoloteo de los paños blancos; su anhelo de volar, de desprenderse de las oscuras rejas del cerco cargado de connotaciones opresivas. No resulta inadecuado, pues, que este montaje sea apreciado en los términos del arte; lo que no significa, obviamente, que haya sido concebido con esa intención ni que se encuentre en “modo arte” de manera permanente. Lo que, profundamente, hace que una obra sea artística es el cruce de miradas intercambiadas, aquí y ahora, entre una manifestación cultural y el sujeto que la enfrenta. Y ese cruce es siempre coyuntural, situado. De este modo, independientemente de la intención de los organizadores, es comprensible que la intervención frente al Ministerio de Salud haya sido interpretada en clave de arte: lo que no significa que “sea” una obra, ni que todos la interpreten así, sino que desde cierta posición puede ser mirada desde la perspectiva de una instalación que, incluso en términos del arte institucional, nunca es definitiva y siempre depende de condiciones específicas.

© Luis Vera

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Pero la cuestión se complejiza (se enriquece más) cuando consideramos la cita que hace esta intervención. Como ya fuera señalado, la misma toma como punto de partida los adornos de las cruces funerarias empleadas principalmente durante el ritual del kurusu jegua, pero también durante otras celebraciones. El 3 de mayo, Día de la Cruz (Kurusu Ára), en muchas comunidades rurales y, aun, en ciertos barrios de Asunción, se celebra el Kurusu jegua, “el adorno de la cruz”. Este ritual consiste en un montaje de frondas espesas, recargadas de chipas y rosarios de maní (montaje llamado a veces Kurusu pesebre), cuyo interior se halla consagrado a cobijar las cruces de los parientes fallecidos. Retiradas del cementerio para la ocasión, guarnecidas con estolas de lienzo y encaje llamadas kurusu paño, las cruces son dispuestas en una mesa cubierta con mantel de encaje, flores, y candelas. Ante este altar se concentran el vecindario y el público en general, agasajados con chipa y cocido; así como los parientes y allegados a quienes se ofrece el karu guasu, siempre en homenaje a la memoria de los fallecidos y la invocación de sus resguardos.

Kurusu Jegua © Fernando Allen

Kurusu Jegua © Fernando Allen

El montaje del kurusu jegua recuerda el guarnecido altar avá, así como en el sistema de rezos y cánticos resuena la tradición guaraní de la comida colectiva del maíz. Esta relación se refuerza si advertimos que el término jegua recoge la idea de belleza consagratoria, típica del pensamiento guaraní, en cuyo contexto, adornar un objeto o una persona es remarcar su dimensión ético-religiosa y potenciar sus efectos propiciatorios. Dentro de ese fuerte horizonte simbólico, adornar la cruz no significa solo una operación estética que busca engalanarla para la situación ritual: constituye un acto fundador de religiosidad e instaurador y creador de colectividad. A partir de esta tradición, el kurusu jegua se afirma como hecho de la cultura popular y se manifiesta, además, en ritos paralelos al 3 de mayo (por ejemplo, las cruces adornadas del kurusu tape y las empleadas en Semana Santa y en los aniversarios de los parientes fallecidos). En todos los casos, esta ceremonia tiene el sentido de honrar la memoria de los fallecidos cercanos y abrirla a propiciar el tekoporã, el bienestar colectivo. En la intervención frente al Ministerio de Salud, el empleo del kurusu jegua o kurusu paño expresa la honra de la memoria de los muertos de Covid, la buenaventura que traen los fallecidos al ser invocados ritualmente y el compromiso de bregar para que no se sigan produciendo muertes por negligencia, corrupción y discriminación estatal. La acción colectiva es fundamental para levantar demandas ante una situación que nos obliga a vivir cada día contando el número de nuestros muertos.

 

* Ticio Escobar es crítico de arte, curador y gestor cultural. Fue presidente de la Asociación Internacional de Críticos de Arte Capítulo Paraguay, director de Cultura de la Municipalidad de Asunción y ministro de la Secretaría Nacional de Cultura. Artículo especial para El Nacional.

Nota de edición: Agradecemos a Luis Vera y Fernando Allen por las imágenes.

1 Comment

1 Comentario

  1. Joaquin Sánchez

    11 de abril de 2021 at 09:07

    Interesante nota!

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