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Cultura

Miguel Chase-Sardi y la imagen etnográfica

Miguel Chase-Sardi se sirvió de la fotografía como herramienta en todas sus investigaciones. Compartimos aquí algunas capturas suyas, con datos etnográficos e históricos, de manera a aproximarnos a su experiencia antropológica de la imagen.

Aché, fotografía de Miguel Chase-Sardi. Colección DDI CAV/Museo del Barro

Aché, fotografía de Miguel Chase-Sardi. Colección DDI CAV/Museo del Barro

El registro fotográfico, seguido por la cinematografía, constituye un proceso de primer orden en la investigación etnográfica, lo que lo convierte en archivos únicos de la historia y del presente de la humanidad. Las fotografías tienen como objetivo convertir al investigador en el testigo de un momento irrepetible. Una fotografía antropológica da fácilmente lugar a otras hasta derivar en una serie de imágenes que puedan ser comentadas, analizadas y clasificadas. El etnógrafo fotografía tanto rituales, actividades y técnicas como individuos y grupos en contextos que la memoria sola no podría reproducir.

Miguel Chase-Sardi se sirvió de la fotografía como herramienta en todas sus investigaciones (usaba una cámara Leika), y realizaba los registros sonoros con una grabadora de cinta Uher. Se destacan en su labor fotografías de pueblos indígenas del Paraguay y momentos particulares de su historicidad e identidad cultural.

Madre aché con niño

Fotografía de Miguel Chase-Sardi. Colección DDI CAV/Museo del Barro

Fotografía de Miguel Chase-Sardi. Colección DDI CAV/Museo del Barro

Los Aché dan extrema importancia a las etapas de gestación, nacimiento y crianza del niño o la niña. Ofrecer carne a la mujer es considerado una obligación social del hombre cazador, y la mujer embarazada tiene derecho a una mayor cantidad, ya que el alma del niño toma forma a través de la carne consumida en una ceremonia ritual, así como su nombre estará ligado a las especies de animales ingeridas por su madre durante el embarazo. Desde finales del siglo XIX los Aché fueron objeto de sedentarización forzada y exterminación, protagonizando uno de los capítulos más trágicos de la historia indígena local. Contra el genocidio Aché antropólogos e intelectuales locales y extranjeros hicieron oír su voz, entre ellos Chase-Sardi. En 1972 denunció en una entrevista: “Son cazados, son perseguidos como animales. Los padres son asesinados y los niños vendidos… y no hay familia que no tenga hijos que no hayan sido asesinados” [1].

Adolescente mbya-guaraní portando el ajaka (cesto)

Fotografía de Miguel Chase-Sardi. Colección CAV/Museo del Barro

Fotografía de Miguel Chase-Sardi. Colección DDI CAV/Museo del Barro

En las sociedades guaraníes la dualidad hombre/mujer y la división sexual del trabajo se extiende a todos los aspectos de la vida cotidiana. “Los hombres cazan -escribía Pierre Clastres-, las mujeres llevan [2]”. En la sociedad Mbya Guaraní la cultura material mantiene una relación profunda con la religión. Según un dato recogido por León Cadogan, el adorno ritual representativo de la mujer, que consiste en una diadema de plumas, Jachuka, sería  el nombre religioso del cesto típico, el ajaka, que es tejido tanto por el hombre como por la mujer [3]. En 1965 Chase-Sardi inició una investigación junto al cacique Vicente Gauto, uno de los más importantes interlocutores de Cadogan. En un artículo donde desarrolla los efectos negativos de la deforestación para los Mbya Guaraní, afirma: “El teko marangatu, la cultura sagrada, solo puede darse para esta etnia bajo la penumbra de los altos árboles de la selva. Ellos aducen, con mucha sabiduría, que en el bosque tienen sus materiales de construcción para las viviendas, para los instrumentos de trabajo, los enseres domésticos y cualquier tipo de adminículo, así como la leña para el fuego. En la selva está su despensa” [4].

Mujer nivacche con pintura ritual

Fotografía de Miguel Chase-Sardi. Colección CAV/Museo del Barro

Fotografía de Miguel Chase-Sardi. Colección DDI CAV/Museo del Barro

Una mujer es nivacche atesha, o simple mujer, y un hombre nivaclé atesha, o simple hombre, mientras no hayan pasado por las ceremonias de iniciación mediante las cuales el individuo adquiere su o sus espíritus tutelares o vat’akcheche. El tatuaje era obligatorio para las mujeres nivacchei desde el primer rito de paso y fue en gran medida dejado de lado durante los procesos de evangelización, llegando a ser incluso percibido como objeto de vergüenza. Solo las mujeres se tatúan el rostro o se ornamentan con pintura facial. Los diseños cumplen la función de identificar la pertenencia tribal y, en muchos casos, están asociados a episodios mitológicos. El motivo se caracteriza por la línea que corre desde el espacio interciliar hasta la punta de la nariz, en forma de signo de admiración. Dos líneas oblicuas corren desde la comisura de los labios y líneas radiales se puntúan en el mentón [5]. Los sellos son de madera, planos, o de la quijada de un pez, y los tintes se obtienen del yuc (urukú) o del hollín mezclado con saliva.

Piyokli, chamán maká-nivaclé, curando a un enfermo

Fotografía de Miguel Chase-Sardi. Colección CAV/Museo del Barro

Fotografía de Miguel Chase-Sardi. Colección DDI CAV/Museo del Barro

Los Nivaclé distinguen cinco almas y también poseen espíritus tutelares adquiridos durante la iniciación. La enfermedad es considerada como el resultado del abandono de una o varias de las almas del cuerpo o la ocupación de este por espíritus malignos. El chamán, Tôiyeej, es médico, herbolario, mago, adivino, hechicero y psicopompo; traslada las almas de los muertos a su morada definitiva. Puede ser hombre o mujer, Tôijeche. Para realizar la cura debe invocar e integrar sus espíritus auxiliares, vatavtö, para que mediante el soplo, la succión y la entonación de canciones estos penetren el cuerpo y luchen contra la presencia maligna o ayuden a recuperar las almas que se han ido y a reintegrarlas. Finalmente, “escupirá hasta que se le seque la boca para lubrificar a las almas y hacer que se extiendan normalmente” [6]. El Tôiyeej y la Tôijeche tienen capacidad de ascenso y descenso a través de los planos cósmicos.

Notas

[1] Münzel, Mark. The Aché Indians: genocide in Paraguay, IWGIA Document, Copenhagen, 1973.
[2] Clastres, Pierre. El arco y el cesto, Alcor, Asunción, 1967.
[3] Cadogan, León. Ayvu Rapyta. Textos míticos de los Mbya del Guairá, Ceaduc-Cepag, Asunción, 1992.
[4] Chase-Sardi, Miguel. El tekoha. Su organización social y los efectos negativos de la deforestación entre los Mbya Guaraní, Suplemento Antropológico, Vol. XXIV, N°2, Asunción, 1989.
[5] Chase-Sardi, Miguel. ¡Palavai Nuu! Etnografía Nivaclé, Tomo II, Ceaduc-UCA, Asunción, 2003.
[6] Chase-Sardi, Miguel. El concepto nivaklé del alma, Vol. 5, N°1-2, Suplemento Antropológico, Ceaduc-UCA, Asunción, 1970.

Nota de edición: Agradecemos al Departamento de Documentación e Investigaciones del Centro de Artes Visuales/Museo del Barro por compartir generosamente estas imágenes.

 

* Gloria Scappini es licenciada en Etnología y máster en Antropología social con especialización en Estudios americanistas por la Universidad de París X, Nanterre, Francia. Coordina desde 2017 el proyecto de salvaguarda y valorización de la Colección Miguel Chase-Sardi de la Biblioteca Cervantes del Centro Cultural de España Juan de Salazar, Asunción. [email protected]

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