Cultura
Pirayú: Notas históricas
La próxima apertura del edificio recientemente restaurado de la Estación de Tren de Pirayú es ocasión oportuna para revisitar la historia de esta ciudad, que cumplió un papel estratégico en tiempos de la colonia y en diversos momentos de la vida nacional.
Pirayú a inicios del siglo XX. Postal de Grütter. Colección del autor.
“El valle de Pirayú tiene sobre siete leguas de largo: es formado por dos cordilleras de poca altura, que la una dista de la otra en algunos parajes una legua y más: es de una vista agradable y deliciosa, muy poblado de chacras, en donde se cosechan los mismos frutos que en Itauguá. Por su medianía, corre a lo largo del arroyo que llaman Pirayú, que tiene sus vertientes en el extremo del sur, cerca del cerro Paraguari, y desagua en la laguna Ypacaraí, que tiene como tres leguas de largo, y una y media de ancho, y sirve de término a dicho valle por la parte norte” [1].
Esta es una de las descripciones más antiguas que conocemos sobre el valle de Pirayú. El naturalista español Félix de Azara, en su recorrido hacia el sur, había tomado nota de aquel extenso y fértil valle que se había poblado, como se verá, de chacras de los primeros vecinos de Asunción. La presencia de estos había estado precedida de algunos poblados guaraní, que fueron movilizados hacia el norte para fundar el pueblo de Altos: “El (pueblo) de Altos reunió a los (indios) de Asunción hacia costa arriba, los de Tapua, Salado, Tarumandí, Guayabití y Pirayú”, tal como explicaba Juan Francisco Aguirre. Según éste [2], Pirayú habría estado poblada por parcialidades guaraní al momento de la llegada de los españoles y, siguiendo a los frailes franciscanos, Alonso de Buenaventura y Luis de Bolaños fundaron en 1580 la primera reducción en el Paraguay: Altos.
¿Cómo se pobló el valle?
Durante la primera parte del periodo de conquista y colonización, hasta mediados del siglo XVII, el valle de Pirayú cumplió, por su ubicación, un rol estratégico. Al estar ubicado lo suficientemente lejos del río Paraguay como para evitar la incursión de los payagua, y contar con alturas que fungían como atalayas de vigilancia para el caso en que tales incursiones llegaran a producirse, Pirayú fue, inicialmente, el terreno en el que se asentaron las chacras de los pobladores asuncenos. Estas chacras proveían a la capital provincial de buena parte de los alimentos que se precisaban, tanto para consumo como para comercio.
Además, por esta misma razón, el valle era –junto a los pueblos de indios de Itá y Yaguarón– el acceso desde Asunción hacia el territorio misionero al sur del Tebicuary. Otro antiguo camino guaraní trazado de oeste a este conectaba el valle con los yerbales de la Cordillera. A continuación, explicamos la importancia de este segundo camino.
La fundación de la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Pirayú
Asegurada la frontera norte de la primera expansión asuncena, que era el río Manduvirá, la zona de la Cordillera comenzó a aumentar su población. Entonces, en el valle, en 1759, fue construida por la familia Gayoso la capilla de Nuestra Señora del Rosario, la cual fue donada a los franciscanos diez años después, en 1769. Ese año fue elevada a la categoría de parroquia por el gobernador Carlos Murphi, el 7 de octubre. Nació así el pueblo de Pirayú. Unos años después, en 1786, existía en el mismo valle otra capilla con rango de viceparroquia, dependiente de la iglesia matriz de Piribebuy.
Como dato que a ojos contemporáneos podría resultar raro, en un inventario del templo que data de 1841 son mencionados “los esclavos de la Virgen del Rosario”: “Buenaventura, como de edad de treinta años, empleado de músico de coro”, “otra esclava de la misma pertenencia como de edad mayor de sesenta años, llamada Nicolasa” y “otra llamada María de la Asunción, hija de esta como de edad mayor de cuarenta años”.
Las disposiciones relativas a la parroquia de Pirayú eran dictadas por el Cabildo de Asunción. Así, por ejemplo, la supervisión de la escuela de primeras letras que funcionaba en la parroquia estaba encomendada al Comisionado General de Gobierno y al Juez Comisionado, quienes debían establecer “escuelas públicas donde por lo menos se enseñe a los niños a leer y la Doctrina Christiana; que visite las tales escuelas y se entere de la conducta de los Maestros, del cumplimiento de sus obligaciones y del adelanto de los niños. Que obligue a los Padres y Tutores desidiosos o descuidados a que manden sus hijos y pupilos a las escuelas, lo menos tres veces en la semana, para que aprendan la Doctrina Cristiana, sobre cuyo asunto lo hago responsable ante el Tribunal de Dios por ser cosas tan sumamente importantes” [3].
Actividades productivas
La región entre Itá, Yaguarón, Pirayú y la estancia jesuítica de Paraguarí adquirió un perfil marcadamente agropecuario. De ahí que es frecuente leer en los relatos de época que, con el aumento del comercio y la provisión de ganado y frutos del país a Asunción y otros pueblos de la comarca como Atyrá, también eran corrientes las incursiones de abigeos. Los informes coloniales muestran la preocupación de los diversos gobernadores y otras autoridades locales, como los jueces comisionados, los comandantes de milicias, los jefes de urbanos, organizando sistemas de vigilancia y patrullaje con el concurso de los vecinos, para prevenir el abigeato y también para capturar a “vagos y malentretenidos”.
Pirayú también era, como muchos otros pueblos, un centro desde el que también partían personas y sus familias para fundar nuevos pueblos. Las familias e individuos sin propiedad, “desarraigados”, o que ocupaban sin títulos las tierras, eran obligados a integrar núcleos fundacionales nuevos. Encontramos, por ejemplo, en la fundación de Concepción, órdenes del gobernador Agustín Fernando de Pinedo a 60 familias arrendatarias de Pirayú, de que migren para fundar la que sería luego la Villa Real en 1773.
La introducción del tabaco dinamizó la economía regional, pero también produjo dislocaciones de población. Como ocurrió tantas veces en la historia del Paraguay, la educación resultó afectada por este fenómeno, ya que los estudiantes abandonaban la escuela de primeras letras del pueblo (escuela que resultó difícil organizar) para trabajar en los campos. El otro rubro de trabajo de la población era el beneficio de la yerba, en los yerbales ubicados en la Cordillera.
A fines del siglo XVIII, y como expresión de esta incipiente dinámica comercial, Pirayú contaba con tres pulperías, dos de ellas en el entorno del templo y la tercera en Paraguarí. La mayor parte de la población, sin embargo, seguía dedicándose a los rubros del tabaco, la yerba y la ganadería. El comercio con Asunción se realizaba por vía terrestre, o bien los productos eran llevados a través de un camino de tierra hasta el río Paraguay y sus puertos. Igualmente, a través del lago Ypacaraí, los pobladores del valle remontaban el río Salado hasta llegar al río Paraguay. A través de la cordillera de Azcurra los habitantes llegaban hasta Piribebuy y a la vecina parroquia de Caacupé.
La vida cotidiana
La vida en Pirayú no difería mucho de la de los demás poblados del Paraguay. La religión católica estaba muy presente, principalmente a través de la advocación a la Virgen del Rosario, así como en fiestas populares que causaban preocupación en el clero, al punto de prohibirlas bajo pena de multa.
Un aspecto social interesante de notar en la documentación de Pirayú de la segunda mitad del siglo XIX, y que no se observa con frecuencia en otros pueblos y ciudades, es la cuestión de los “arrimos”: el juez comisionado, cuando identificaba “vagos, holgazanes y malentretenidos”, o bien niños huérfanos indefensos, los “arrimaba” al cuidado de pobladores locales. Para los últimos, era una medida de protección y cuidado; para los primeros, una medida de advertencia antes de la cárcel donde serían “según su mérito, aplicados con un grillete a las obras públicas”. Entre los arrimados se encontraban también mujeres, niñas y pardos libres.
La arquitectura de las antiguas casas del pueblo nos cuenta de reuniones de vecinos en sus corredores ubicados sobre las calles. Al observar también en algunas la puerta esquinera sobre la calle, entendemos que se trataba de casas con doble función: la residencia familiar y el local comercial.
Pirayú y la Independencia
Junto a Itá y Yaguarón, Pirayú cumplió un papel importante en el proceso de la Independencia Nacional. Uno de los próceres, Manuel Atanasio Cavañas, comandante de las tropas provinciales contra la incursión de Manuel Belgrano y el ejército enviado por Buenos Aires a inicios de 1811, era oriundo de Pirayú, así como numerosos combatientes de las batallas de Cerro Porteño (Cerro Mba’e) y Tacuarí. En los Autos de la Independencia leemos además que en julio de 1811 los vecinos principales juran obediencia a la Junta Superior Gubernativa electa entre el 17 y el 20 de junio.
La dinámica de la ciudad hacia la primera mitad del siglo XIX
A mediados del siglo XIX el territorio de Pirayú comprendía seis barrios, cada uno dotado de su propia escuela de primeras letras: Guasuvirá; Ñaguaruyurú, Cerro Verá, Azcurra, en la borda de la cordillera de Atyrá, e Ypacaraí. En 1857, 308 niños concurrían a dichas escuelas.
La actividad económica se diversificó: Pirayú era ahora también un centro de producción de ladrillos, desde donde se proveía a Asunción y otras ciudades, tanto para construcciones particulares como para obras de gobierno. Su importancia era notoria: no en vano era residencia de fray Basilio López, hermano de Carlos Antonio López y futuro primer obispo del Paraguay. De Pirayú también fue Juan Andrés Gelly, nacido en Cerro Verá, quien cumplió importantes funciones diplomáticas durante el gobierno del mencionado López, y fue el autor de El Paraguay, lo que es, lo que fue y lo que será. Un dato llamativo en la familia Gelly es que María Luisa, hermana de Juan Andrés, era reconocida en la ciudad por su filantropía y por saber leer y escribir, algo inusual para la época.
El ferrocarril
En marzo de 1864 llegó el tren hasta el paraje de Guasuvirá (hoy Ypacaraí). El tramo a Pirayú se inauguró el 26 de mayo del mismo año. Al respecto, el Semanario de avisos y conocimientos útiles realizaba la siguiente crónica: “Como estaba anunciado, el jueves se inauguró la línea férrea que acababa de construirse, desde la estación Guazú Virá hasta la capilla de Pirayú, distante tres leguas de ésta y 14 de la capital. Partieron los primeros trenes hasta aquel punto a las dos de la tarde. Estos pasos prueban bien el alto grado de prosperidad a que el Gobierno lleva al pueblo paraguayo”.
En el número 587, del 6 de agosto de 1864, el mismo periódico anunció la habilitación de la estación de Cerro León: “El día 2 del corriente se inauguró el nuevo trayecto de la vía férrea de Pirayú hasta la estación que fue bautizada con el nombre de Cerro León por hallarse frente al campamento del mismo nombre. (…) Nuestro Ferrocarril avanza y con él las facilidades del transporte y el aumento del comercio y la riqueza nacional”.
Para entonces, la dinámica social había cambiado notoriamente. Pirayú era un centro no solo agrícola y ganadero, sino con diversidad de oficios y actividades comerciales, tal como lo registra el informe del juez comisionado de enero de 1864: tenderos, pulperos, “materialistas” (es decir, proveedores de materiales para obras de construcción), destiladoras de aguardiente y los maestros de primeras letras.
Ante la guerra: movilización y apoyo
No es difícil suponer que la Guerra de la Triple Alianza aumentó tanto el dinamismo como la tensión en la parroquia de Pirayú entre fines de 1864 e inicios de 1865. El ir y venir incesante del tren, con reclutas que se entrenarían en Cerro León, sin duda movilizó una febril actividad en la ciudad. El diputado Alférez Blas Espínola, quien representó a Pirayú en el Congreso de 1865, expresó en dicha ocasión que todos los pirayuenses “estaban decididos y llenos de entusiasmo por salvar los derechos de la patria”.
Ya durante la guerra Pirayú recibió también contingentes de población desplazada por orden del Mariscal López, desde el sur del Tebicuary hacia el centro de la Región Oriental. Desde la creación del hospital para convalecientes en 1862 y del Campamento Cerro León en marzo de 1864, la población pirayuense estaba involucrada de lleno en el sostenimiento de ambas instituciones mediante la provisión permanente de ropas y alimentos, complementando los fondos del tesoro mediante estos importantes aportes. Con más razón la población contribuyó con su esfuerzo ya en tiempos de guerra, como en diversos números de El Semanario podemos leer:
De Pirayú han remitido los vecinos la suma de trescientos cuarenta y ocho pesos en beneficio de los militares enfermos en los hospitales del Campamento Cerro León (Nº 616, 1866).
De Pirayú se han remitido para los hospitales de sangre setenta gallinas, 134 huevos, 6 almudes de almidón siete almudes de harina tostada de maíz y dos almudes de arroz; entendiéndose que este partido cercano al hospital de convalecencia de Cerro León, lo atiende con solicitud (Nº 633, 1866).
Las vecinas de Pirayú han dado en favor de los hospitales de convalecencia de Cerro León los siguientes artículos, a saber: Doña María Ángela Yegros de Espínola ciento sesenta y dos chipas. Doña Buenaventura Yegros y Doña Nicolasa Vera ciento setenta chipas y cinco chiripas de lana criolla. Doña Pilar Caballero doscientas chipas abizcochadas. Doña Rita Maldonado doscientos cincuenta chipas abizcochadas y una carretillada de naranjas. Doña De Jesús Caballero cien chipas abizcochadas (Nº 640, 1866).
El heroísmo
Nacido en Cerro Verá, José Eduvigis Díaz (1833-1867) encarnó por décadas el ideal del heroísmo paraguayo. El vencedor de Curupayty ocupó, tras la guerra, el lugar del modelo de héroe: escolares, militares y civiles marchaban en las llamadas procesiones cívicas hasta su tumba, ubicada en el cementerio de la Recoleta de Asunción. En su Pirayú natal, la memoria de Díaz es hasta hoy, junto a las fiestas de la Virgen del Rosario, el centro de las conmemoraciones principales.
Campamento Cerro León es un sitio emblemático en la memoria de la Guerra de la Triple Alianza. Fue establecido en marzo de 1864 como sitio de entrenamiento de tropa, en el marco de una política de preparativos bélicos del gobierno de Francisco Solano López durante la creciente crisis del Plata. En abril de 1864, El Semanario señalaba: “El campamento Cerro León es el tercero de instrucciones de nuestras tropas. En él se encuentran acampando actualmente miles de reclutas, jóvenes llenos de vida para empuñar el fusil y hacer respetar, si fuere necesario, los derechos sagrados de la patria”. El campamento tenía barracas, áreas de oficiales, zonas de desfile, corrales para caballos, ganado para alimentar a la tropa, armería, depósitos de suministros y cantinas.
Francisco Solano López, quien inspeccionó el campamento ese mismo mes de abril de 1864, expresó: “Alienta el espíritu el patriotismo y hasta el placer con que esta considerable masa de ciudadanos responde al llamado de la Patria al separarse de su hogar y su familia”. La memoria del campamento no es solo el lugar, sino también la polka épica, popular, llamada “Campamento Cerro León”, de autoría anónima. La versión conocida actualmente tiene arreglos musicales de Mauricio Cardozo Ocampo y fue hallada en los archivos de Manuel Mosqueira, en Carapeguá.
Las mujeres pirayuenses donaron sus joyas, pero también el 5 de enero de 1868 suscribieron una propuesta inédita: se ofrecieron como combatientes en el frente: “Quiera proporcionarnos por manos de usted la instrucción del fusil y la lanza para herir a la par de nuestros conciudadanos a esos cobardes e inmundos enemigos de nuestra libertad y decoro”. La nota llevaba la firma de “cuatro ciudadanas, que suscriben, a nombre de todas”: Juana Caballero de Báez, María Laura Britos de Aquino, Dominga Simbrón de Méndez y Pilar Caballero de Maldonado.
Como en todo el país, en Pirayú el reclutamiento de los varones obligó a las mujeres a aumentar sus esfuerzos para mantener la economía y la alimentación, tanto de la población como del ejército.
La caída de Pirayú
El 8 de diciembre de 1868 el Mariscal López trasladó la capital de la República a Piribebuy y reorganizó el ejército con combatientes ancianos, jóvenes y niños provenientes de la Cordillera y del norte. Esta precaria pero numerosa tropa fue entrenada apresuradamente en el Campamento Cerro Léon. Luego, en mayo de 1869, López se trasladó al norte, instalando otro campamento de entrenamiento en Caacupé. Después López se situó en Azcurra, pero las sucesivas caídas de las poblaciones de Sapucai, Ybytymí, Altos y Valenzuela impidieron que pudiera capitalizar la ventaja estratégica de las alturas de la cordillera.
Los aliados ocuparon militarmente Pirayú en mayo de 1869. En abril había llegado al Paraguay el nuevo comandante del ejército aliado, el Conde D’Eu, yerno del emperador Pedro II, quien arribó a Luque y se dirigió inmediatamente a Pirayú. La estación del tren fue utilizada como cuartel por los aliados que lograron, además, ocupar parte del trazado del ferrocarril. El 31 de julio 31.000 soldados del ejército invasor iniciaron la campaña de la Cordillera, que sería la última de la Guerra de la Triple Alianza. En agosto de 1869 y en adelante, en batallas como las de Piribebuy y Acosta Ñu, así como en otras de la campaña, participaron también niños pirayuenses.
Entre el final de la guerra y el final del siglo XIX
La ubicación de la ciudad en el trazado del ferrocarril fue fundamental para la recuperación económica y social de Pirayú tras la Guerra de la Triple Alianza. Sus pobladores tomaron parte activa en la reconstrucción del país y en la nueva institucionalidad: así, José M. Concha participó en la Convención Nacional Constituyente de 1870. Lamentablemente, al año siguiente fue asesinado en el contexto de la violencia política de aquel tiempo.
El trazado principal del ferrocarril cubría la histórica ruta del Este, que finalizaba en Villarrica, y que era la que llevaba a los yerbales. Por esta misma razón, Pirayú era una puerta de salida: personas y productos circulaban desde y hacia Asunción, Villarrica, Paraguarí, Yaguarón, Piribebuy y Caacupé. Con Paraguarí y Yaguarón había además una muy interesante dinámica de relaciones sociales, económicas, educativas y culturales. La estación del ferrocarril era un mundo comercial y de relaciones en sí mismo: entre sus depósitos, vagones y locomotoras se hizo famosa la chipa Pirayú, a la que años después Méndez y Villamayor le dedicaron una polca. La sociabilidad a través de fiestas, bailes y encuentros hacia fines del siglo XIX tenía lugar en el club de la ciudad, que se destacaba en el país junto a los clubes Familiar y del Progreso.
El siglo XX
A inicios del siglo XX los principales productos agrícolas eran tabaco, maíz, algodón y mandioca. La población se dedicaba también al acopio de frutos, la platería, la fabricación y venta de pan, la carpintería. Existían curtiembres, talabarterías y zapaterías, así como olerías, sastrerías, peluquerías, obrajes y licorerías. También había estancias, comercios y almacenes. El trabajo de las mujeres era particularmente llamativo para los visitantes de aquel Paraguay que luchaba por recuperarse de la destrucción de la guerra.
Una ciudad de importancia como Pirayú no permaneció ajena a eventos como la Revolución de 1922. El paso del ejército gubernista quedó reflejado en los versos de Emiliano R. Fernández, “Trayecto de la campaña”. Igualmente, en la ciudad funcionó uno de los primeros centros rurales oficiales de atención a la maternidad, como parte de las políticas para disminuir la mortalidad materno-infantil, que era uno de los problemas sociales más acuciantes del Paraguay.
La ubicación de la ciudad también la hizo atractiva a inmigrantes, principalmente españoles, italianos y “turcos” (sirio-libaneses llegados a inicios del siglo XX), cuyos rastros se encuentran en todos los ámbitos de actividad local.
Pirayú y la educación
Quizás la figura pirayuense más conocida en el campo de la educación sea Emiliano Gómez Ríos, quien llegó a ser director general de Escuelas. Existen, sin embargo, otras figuras que deben ser destacadas, como la maestra normal Teodosia Ramírez, quien con el seudónimo de Hebe publicó dos libros de poesía: en 1934, De mi jardín interior y en 1942, Mis vendimias. Además, las huellas de su trabajo docente perviven en la memoria de los pobladores de Pirayú, así como en archivos de la vecina Yaguarón, en la actual Escuela República de Guatemala.
En 1931, en el Congreso Pedagógico realizado en Asunción, el maestro pirayuense Marciano Martínez realizó una exposición sobre la educación rural. Por muchos años, la Inspección de Escuelas de la región funcionó en Pirayú. En la medicina se destaca, de aquellos años, el nombre de Froilana Mereles. Ella y Gabriela Valenzuela fueron las primeras mujeres egresadas de la carrera de Medicina en la historia del Paraguay.
La Guerra del Chaco
Como todo el país, Pirayú movilizó su población a la guerra contra Bolivia, entre 1932 y 1935. La memoria de la ciudad evoca inmediatamente la figura del capitán Fernando Velázquez, uno de los primeros caídos en Boquerón, y un monumento recuerda al soldado desconocido. Otro rastro de la guerra está en los antiguos pabellones de la Escuela General Díaz, construida por prisioneros de guerra bolivianos, al igual que los conocidos tape bolí (calles o caminos bolivianos). Unas líneas merece también la maestra normal Ercilia Carvallo de Real, directora de la escuela durante la Guerra del Chaco, quien organizó la huerta escolar y el sistema de trabajo comunitario en torno a ella para proveer de alimentos y vestimenta al ejército.
Con el paso de los años…
A inicios de la década de 1940 Pirayú seguía siendo el centro del comercio para las ciudades circundantes. Sin embargo, la estrategia de ocupar el este el país, abriendo el trazado de la Ruta 7, significó un progresivo y sostenido desgaste de la economía del valle de Pirayú y de las poblaciones ubicadas en el trazado del ferrocarril.
La nueva ruta estimuló la migración hacia las tierras disponibles en el este de la Región Oriental, y la difusión del automóvil y los camiones hizo más eficiente y rápido el traslado de un punto a otro, tanto de personas como de productos del agro y mercaderías. En consecuencia, el ferrocarril fue progresivamente perdiendo importancia como opción de comunicación.
En este escenario, afectada por la partida de importantes contingentes de población, la ciudad sostuvo su identidad en torno a sus parajes coloniales, los vínculos con las ciudades cercanas, la memoria de sus héroes, la festividad del Rosario, y una sociabilidad que quedó grabada, por ejemplo, en las imágenes captadas por Tiburcio González.
Notas
[1] Félix de Azara. Diario de Navegación y reconocimiento del río Tebicuary.
[2] Se trata del Discurso Histórico sobre el Paraguay, escrito hacia 1793 y publicado por primera vez recién en 1896. La edición a la que nos referimos es del año 2003 y fue publicada por la Union Amérique Internationale y la Academia Nacional de la Historia de la Argentina, p. 294.
[3] Instrucciones del Gobernador Manuel Gutiérrez Varona al Comisionado Pedro José Pintos, en ANA SH 207n6f. 8.
Además de las obras y autores mencionados, este artículo también se basa en los trabajos de Branislava Susnik sobre el Paraguay en el siglo XVIII; de Jan Kleinpenning sobre la geografía humana, social y económica del Paraguay; y en la historia de Pirayú escrita por Gladys Arias Duarte.
El autor agradece especialmente la colaboración de Gladys Arias Duarte, hija dilecta de Pirayú, por la gran cantidad de horas de trabajo y diálogo dedicadas a personajes, hechos y procesos históricos de Pirayú. La profesora Arias Duarte dio de sí mucho más de lo que en este tiempo de pandemia hubiera sido esperable para la redacción de estas líneas.
* David Velázquez Seiferheld (Asunción, 1971) es historiador, académico correspondiente de la Academia Paraguaya de la Historia, miembro fundador del Comité Paraguayo de Ciencias Históricas (CPCH), socio de la Sociedad Argentina de Historia de la Educación (SAHE) e investigador de las universidades nacionales de Villarrica del Espíritu Santo y de Pilar.
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25 de septiembre de 2022 at 12:50
Un relato completo sobre Pirayu