Cultura
Ida Talavera o las luces deslumbrantes de un universo de sombras
Josefina Plá calificaba a Ida Talavera (1912-1993) como la más importante voz poética entre las de su tiempo y señalaba que en su poesía late «más que la angustia, el placer del secreto». Aquí compartimos el estudio preliminar realizado por la escritora Susy Delgado a su antología de la obra de Ida Talavera, cuyo aniversario de nacimiento se celebra este mes.
Ida Talavera, manuscrito (Cortesía Fundación Ida Talavera)
Sumergirse en la poesía de Ida Talavera es abrir la puerta de un universo tan vasto como fascinante, o como diría la propia poeta, es hundirse en las aguas arrolladoras de un mar tan peligroso como irresistible.
Sumergirnos en la palabra de esta mujer que debe inscribirse entre los mayores talentos literarios que ha dado el Paraguay en el siglo XX, ha sido no solamente una maravillosa experiencia sensible; ha sido también un viaje arriesgado y exigente a través de un corpus rico e importante que hasta hoy ha permanecido casi desconocido […]
Para empezar a desmenuzar la obra de Ida Talavera, hay que empezar señalando la gran variedad temática y estilística que esta presenta, variedad que la misma poeta repartió con gran tino e inteligencia en las numerosas y nutridas carpetas que dejó, con indicaciones de puño y letra que constituyen pistas valiosas, señales maravillosas de orientación en ese mar proceloso de su poesía. […]
La poesía
Uno de los hallazgos que reserva la lectura de la obra de Ida Talavera es su mirada insistente hacia la misma poesía, entre un llamado visceral y la búsqueda de las claves que hacen la magia de esta expresión humana, la que despertó la vocación más fuerte de esta mujer, ya que sabemos de su inclinación hacia otras formas del arte.
«Poesía / es el país de los poetas», dice la autora en uno de sus poemas, anunciándonos la opción preferencial que tomó en su vida y que se confirma claramente cuando dice: «Poesía / es el nombre de mi patria». La poeta señala de este modo el territorio de su latido existencial y desgrana después, paso a paso, los muchos rostros que descubre en la poesía, desde ese «hálito divino» o «fuerza invisible que aliviana / del peso de la cruz» hasta esa cara profundamente humana que la muestra como «[…] madrina / de los desesperados, / de los tristes, / de los seres que llevan / en su sangre / gérmenes de locura…».
«Yo no soy poeta», dice de sí misma en un momento, y califica su canto como «desnudo, / sin ritmo y sin sonido, / sin rencor y sin nido / como un pájaro herido», sintiéndose torpe para pulsar la lira de la poesía. Sin embargo, reparte a lo largo de numerosos textos, visiones dotadas de un intenso resplandor, como cuando alude a ese «pájaro inmenso y triste / de alas tornasoladas».
Y nos devela su concepción de la poesía y su angustia ante la desvirtuación de esta, en ese bello y significativo poema «La princesa mora», cuando dice:
Decidme, soñadores, decidme nautas tristes,
¿la conocéis acaso? Caminó a vuestro lado,
nutrió vuestras canciones, tejió para vosotros
bellísimas guirnaldas con luces de la aurora.
¿Quién le quitó sus galas y la vistió de harapos?
¿Quién robó de sus ojos el fulgor de la llama?
¿Quién puso entre sus labios un léxico barato
e imágenes confusas que el viento desparrama?
Valgan estos versos para ilustrar no solo el fino lenguaje poético, sino el compromiso profundo, vital con la poesía que tenía esta mujer que decía de sí misma «yo no soy poeta».
Autorretratos y el amor
«Estoy viendo en el espejo / mi doble./ ¡De cuántas muertes / está surcado su rostro!…», dice la poeta en uno de los muchos poemas que parecieran trazar una especie de autorretrato, esbozando una identidad compleja, que se va develando en un sorprendente abanico. Y lo hace esgrimiendo uno de los signos que recorren obsesivamente su obra: el de la muerte, como habitante oscuro, inseparable de la vida. Muerte, sombra y dolor no son solo palabras que regresan una y otra vez en los poemas de Ida, sino las señales de una profunda melancolía que marca toda su obra y el autorretrato pintado en muchos de sus textos.
«Soy una afirmación / definitiva / de mis negras tinieblas / torrenciales», dice así en un momento. Y la poeta agrega toda su vocación de piedad hacia el ser humano cuando expresa en otro poema: «Mi dolor es de todos, / de los pobres, / los tristes, / los mendigos, los ciegos, / los hambrientos, / los humildes, / los olvidados, mi dolor es de todos / y mi llanto también».
Una inquietante familiaridad con las sombras recorre la poesía de Ida y se convierte en rasgo clave de la poeta, como cuando dice: «Solamente mi alma / dialoga con la sombra / y está desesperada», o cuando se pregunta: «¿Y tú, quién eres / sombra que te proyectas / en el dintel obscuro?». Sombra que es angustia, pero también llamado irresistible, por eso puede transformarse de pronto en una «Sombra de luz que llueves / sobre la noche mía».
Y aquí emerge la contraparte de ese territorio de sombras, porque la melancolía persistente de esta poesía desemboca muchas veces en el territorio de fe indoblegable que corre paralelo o tal vez duerme bajo aquel. Como en esa «Ciudadela de mis sueños» que aparece como una metáfora múltiple, como un claro canto de confianza en un destino privilegiado: «Ciudadela de mis sueños, /¡qué bien defiendes mi alma /con tu ejército de ensueños / sin soldados y sin armas!».
Y este destino se entronca claramente a su condición de poeta cuando dice en otro poema: «No me vence el dolor ni me aniquila / su avalancha terrible y poderosa, /mi voluntad de hierro, victoriosa, / se fortifica y crece en la pelea. / ¡Que me nieguen el agua y el reposo! / Volverán a crecer más poderosas / porque mi mente de poeta crea». Por eso, a veces las sombras suelen dar paso a la luz para exclamar: «¡Toda yo soy relámpagos / y gritos!».
El amor es motivo de una gran parte de la obra de Ida Talavera, surgente de definiciones asombrosas, como la que alude a: «El que llama en la noche / con una voz de trueno» o a ese «huracán desvelado / que azotas mi existencia / y aturdes y me ciegas / con amarga violencia». Y se percibe a veces, con una sencillez que vuelve transparente la profundidad: «De mirarte, / me quedé sin el pan / y sin el agua».
Pero el poema en que nos da una lección magistral de cómo aludir al amor sin nombrarlo es el titulado «De mi floresta nueva» que culmina con este verso, calificable como un verdadero hallazgo: «Ha cruzado la dicha el dintel de mi puerta».
El amor se dice en la poesía de Ida «susurrando a solas», o con el alma de hinojos, «abriéndose como un broche / al viento de una plegaria», con un tono de unción religiosa; este amor es entrega, pasión y éxtasis, pero también es dolor, en un fuerte parentesco con el concepto romántico que nos devuelve la autora cuando habla, por ejemplo, de un «placer de amar agonizando / crucificada». Amor-pasión-religión-gratificación del sacrificio; tal vez por eso habla en un momento de un «amor de cielo» y de ese mensaje que se entrega «para aquel que persigue lo imposible».
Más colores y un mes profetizado
Además de los grandes temas que resaltan en la obra de Ida Talavera, entre las muchas virtudes que se podrían señalar, no se puede eludir el singular vocabulario de esta poeta, intensamente recorrido por sombras oscuras y por otros colores que parecieran claves para develar los secretos de esta voz.
«Estoy muriendo de una muerte verde, / verde como la mar de verdes algas», dice así en un poema en el cual aparece otro fantasma insistente: la muerte. «Todo es gris en la tarde que se aleja / y en su góndola gris la noche avanza», dice en otro texto también transido de melancolía. Y nos muestra toda su paleta de colores a lo largo de numerosos poemas, en los cuales descubrimos postales realmente admirables como esta: «La luna de azabache / muestra su cara; / sobre el cielo de cobre / sonríe y canta».
Entre colores y fantasmas que desfilan como habitantes fascinantes de esta poesía, no se puede dejar de advertir la alusión repetida en varios poemas de un mes que tendría significación especial en el tránsito vital de la poeta, ya que ella falleció durante ese mes: setiembre. Y el tono profético se profundiza y completa en ese poema que empieza diciendo «No es lunes ni es setiembre…» porque la despedida de Ida Talavera, en un camposanto de Asunción, se cumplió un lunes de setiembre. «Esta tarde sin ti, que ya se marcha, / me toma de la mano y tu recuerdo / camina aquí a mi lado, quietamente», dice también en ese poema que a la distancia nos suena como un anticipado adiós que nos dejaba la poeta.
Ñane ñe’ẽtépe
[…] Tadeo Zarratea, autoridad indiscutible en la literatura escrita en guaraní, ha señalado a Ida Talavera como la gran renovadora de la poesía escrita en esta lengua, y […] explica su aseveración, destacando la introducción del verso libre que aparecía como una verdadera osadía frente a la larga tradición de versos clásicos que mostraba esta poesía.
Al tiempo de adherirnos a este análisis de Zarratea, queremos agregar nuestra lectura de este segundo surco poético de la autora que nos ocupa. Un surco diferente, que si bien revela algunos rasgos similares al corpus anteriormente analizado, muestra aspectos de gran singularidad.
Si la poesía escrita en castellano por Ida Talavera es sobre todo la poesía del amor y de la melancolía, la que amasó en guaraní se destaca como una poesía de la protesta ante las inequidades humanas y del canto a la naturaleza.
«Mboriahu omba’apo / ha mba’evérõ ndoikói», —dice la poeta en uno de sus textos que enumera los sufrimientos que debe sobrellevar la gente que ha nacido en medio de la pobreza— «[…] Ikuapa irranchomi, / y mombyrýgui ogueru», «Ambue katu ojopyru / opyvoívo hese; / sapy’ápa ndokuerái / pirevai jokuapy / ogueraháva ijehe». Y desnuda con dolor la indolencia, el desprecio ante la voz olvidada de la pobreza cuando dice: «¡Mba’e guasuete niko pe mboriahu! / pe okẽ ambue ñambotarara, / hyguatã porãva ikorasõ hũ, / mba’eve chupe nde’íri angata».
La poeta asume un compromiso con los desposeídos a través de su palabra poética en numerosos poemas, como el que dice: «ku y morotĩ asy / osyryryháicha… […] Upéichanteko avei / opupu ha hendypu / che ñe’ẽmi guarani; / hi’ãitégui amombe’u / maymávape ohasáva / ¡yvy ári mboriahu!». Y resume en cierto modo su angustia por las injusticias que sufre su pueblo en dos poemas fundamentales de este conjunto: «Che retã» y «Purahéi pyahu». En el primero, la poeta exclama en un momento: «Aipota ndéve guarã / tendota joheipyre / opa haguã ndehegui / ñembyahýi ha pyhare». En el segundo, lanza un llamado a la rebeldía y a la búsqueda de un nuevo amanecer para la patria: «Yma asyetéma che ryke’ykuéra / tyryryhápe jaiko mayma. / Tekotevẽma ñande ojoykére / ñahenonde’a ko’ẽju rape».
Los poemas sociales de Ida se entroncan, a menudo, con deliciosas alusiones a la naturaleza, otra vertiente destacada en este conjunto. «Vokóike péina okukúi / Ñandejára resay / torypópeko osysýi / yvyra roguemimi», dice así en un delicioso poema que alude a la lluvia, y en otro texto, dedicado a su gran amigo Feliciano Acosta, enumera los regalos de la naturaleza cuando dice: «Nde piko yvytu / yvyra rogue / ha tajy poty. / Nde niko arai, / jasy morotĩ / ha vy’a roky».
Y en este surco guaraní sorprende la mención reiterada de la luna y su dulce fuego –jasy rata– que recorren numerosos poemas, encendiendo una atmósfera mágica: «Ñandejára oñepyrũ / hata’y ohapyña, / ha vokóike iñapysẽ / opa rupi jasy rata», dice así en un poema donde ese fuego fatuo es instrumento de las fuerzas superiores. Similar alusión hace en otro poema, aunque en forma tácita, cuando dice: «Yvágare ajesaupi / oguahẽvo pytumby. / Jasy ratami hendy / omyasãi ikusugue / arai marangatúre».
Y un poema que puede considerarse central dentro de su obra en guaraní es […] «Heruguã poty», que habla de los antiguos secretos que laten en la lengua, profundos llamados para la poeta: «Che apekũreko añandu / osyry nde eirete, / ha che ángape ahendu / mayma ñe’ẽ ypykue».
Las sombras luminosas
Pretender un análisis exhaustivo de esta poesía sería no solo presuntuoso, sino difícil de cumplir. La verdadera poesía suele guardar infinitos pliegues, incontables honduras que los amantes de este género irán develando de a poco, mostrando en espejos complementarios o diferentes, pero igualmente válidos. La poesía de Ida Talavera puede llevarnos por muchos otros caminos de los que aquí hemos recorrido, desmenuzando, por ejemplo, sus admirables metáforas, anáforas y enumeraciones poéticas que juegan con las pasiones de la autora; pero creemos suficiente por ahora haber buceado en el rico abanico de dichas pasiones.
No obstante, a modo de reflexión final, no se puede dejar de señalar brevemente el amplio registro estilístico que muestra la poeta a lo largo de su obra, desde las formas clásicas más castizas como el soneto, hasta el verso libre que cultivó como una verdadera pionera, tanto en castellano como en guaraní, pasando por el romance que de pronto trae deliciosos ecos lorquianos en algunos poemas. Hay que destacar que la poesía de Ida Talavera apareció a mediados de la década del 20 y se fue afirmando en las décadas siguientes, cuando los vientos de las vanguardias europeas iban llegando lentamente a nuestro país. […] Tadeo Zarratea analiza estupendamente la renovación aportada por la poesía de Ida Talavera en un contexto marcado todavía fuertemente por conceptos conservadores […]. Basta decir que en la poesía de Ida Talavera, su manejo diestro de nuestras dos lenguas y de las formas está al servicio de un contenido rico, de una sensibilidad humana y artística de singulares e irrepetibles dotes.
Josefina Plá calificaba a Ida Talavera como la más importante voz poética entre las de su tiempo (Renée Checa, Nathalie Bruel, Josefina Sapena Pastor y otras) y señalaba que en su poesía late «más que la angustia, el placer del secreto». El secreto del que habla Josefina se puede equiparar a esa presencia persistente de las sombras, pero retomando lo que dijéramos más arriba, nos queda acotar que estos ingredientes no convierten a la poesía de Ida Talavera en una poesía amarga o hermética. La misma poeta es quien nos da la clave de la paradoja al decir: «Este dolor de ser siendo ya sombra / que se convierte en luz de tan obscura». Estos versos se aplican a su obra global, donde las grandes angustias y pasiones se dicen con versos luminosos, en una alquimia que las devuelve como una entrega pura de amor y poesía.
* Susy Delgado es poeta, periodista y traductora bilingüe castellano-guaraní . Tiene numerosos libros publicados. En 2017 obtuvo el Premio Nacional de Literatura.
Nota de edición: Ida. Antología poética de Ida Talavera. Selección de obras, introducción y cuidado de la edición: Susy Delgado. Asunción: Grupo Editorial Atlas, 2013, pp. 13-21. Agradecemos a la Fundación Ida Talavera de Fracchia los materiales proveídos para este artículo.
-
Destacado
Peña deja la cumbre del G20 en ambulancia tras sentir dolor en el pecho
-
Lifestyle
“Bungee jumping training”: saltar para estar en forma
-
Política
Falleció el abogado José Fernando Casañas Levi
-
Deportes
¿No habrá premiación si Olimpia grita campeón este domingo?
-
Deportes
Cuando Lionel Messi no conocía a Antonio Sanabria
-
Agenda Cultural
Paraguay e Irlanda celebran el legado de Madame Lynch
-
Deportes
¡Olimpia aguanta con uno menos y conquista su estrella 47!
-
Política
En redes sociales despiden a Casañas Levi