Cultura
La imposible ausente: biografía de Josefina Plá (final)
Aquí la última entrega de la biografía de Josefina Plá, poeta, narradora, dramaturga, ensayista, periodista y crítica de arte, que hizo de la prensa una plataforma eficaz para la difusión del arte, la literatura y el teatro de su tiempo. En vísperas de un nuevo aniversario de su fallecimiento.
Carlos Federico Reyes. Homenaje a Josefina Plá, 1994. Gentileza CCEJS
Feminismo y maternidad
De una mujer que se fue haciendo espacio sola en una sociedad patriarcal no se puede hablar ignorando la perspectiva de género, incluso porque tales circunstancias fueron acaso las que más produjeron contrastes en el escenario asunceño: la única mujer en un diario, la única en hablar en el entierro de Ortiz Guerrero, la que abriría camino a otras que vendrían después. Sus palabras dejan testimonio de ello: “Fue motivo por lo menos de comentario el hecho de que una mujer, yo, ingresase, así nomás, de golpe y porrazo, en una tertulia de varones, o en una redacción como miembro de planilla, ‘entre hombres’, y hasta se aventuró alguien a enjuiciar al marido que tales inconcebibles ‘deslices’ permitía”.
No obstante, Josefina evitaba que se la considerara feminista porque se sentía más allá de las etiquetas. También dejaba en claro que no quería acercarse a ciertas vertientes: “No se crea que soy Anaïs Nin”, dijo alguna vez a Marylin Godoy. Eso no significa que no tuviera conciencia de género y que no valorara los aportes del feminismo, haciéndole críticas que respondían al contexto de su época: “Los movimientos feministas han hecho evolucionar considerablemente las mentalidades (…) sin embargo, todavía el pensamiento feminista no se define categóricamente en la forma en que cualquier movimiento evolucionista se define; la unificación de propósitos y la organización de entidades que puedan hacerse sentir en alguna forma en beneficio de la mujer postergada económica, social y jurídicamente”.
Cuando aborda temas sociales, sobre todo relacionados con la mujer pobre, se la puede considerar una de las más auténticas feministas del Paraguay de su época. En su libro de entrevistas a mujeres paraguayas elige contar las historias de vida más estigmatizadas: de la mujer que nunca se casó, la separada, la prostituta, la madre soltera. En las ilustraciones para ese título, En la piel de la mujer (1987), destaca frases de sus entrevistadas que sirven como denuncia de situaciones de sumisión y violencia, además de cuestionar la paternidad irresponsable, tan naturalizada en un país que tuvo que emerger con largas penurias después de la Guerra de la Triple Alianza, repoblándose a “fuerza de hijada”, en expresión de uno de los personajes de sus cuentos.
Antes ya había dado a conocer el libro Aportes femeninos en la literatura nacional (1976) y en sus programas radiales tuvo cabida puntual esa temática, además de publicar artículos en los suplementos o secciones culturales de los diarios como en Informativo mujer y en la revista del Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos, Enfoque de mujer, dirigida por Graziella Corvalán. Algunos de los títulos de Josefina son: “Sobre el poder femenino” (junio de 1988), “Violación” (mayo de 1991), “¿Hay una literatura específica y característicamente femenina?” (1989), “Cuatro millones de abortos” (1987).
Los personajes femeninos de sus cuentos también evidencian su preocupación en análisis profundos de la condición de género: Manuelas, Sisés, Cayetanas, Marías, Remigias, Eduvigis, Sinforianas, Evaristas… mujeres abusadas, hambrientas, violadas, madres, abuelas, viudas, abandonadas, condenadas a la miseria y la pobreza en tramas que casi nunca tienen un feliz desenlace, pero que no caen en el pesimismo sino que nos espetan en el rostro esa dura y cruda realidad.
Sin embargo, más allá de su universo literario, quizás el acto más revolucionariamente feminista suyo fue la decisión de ser madre sola. Había enviudado y no tenía intenciones de volver a casarse, pero ya contaba con más de 35 años de edad. Entonces decidió embarazarse sin involucrarse emocionalmente con el progenitor. El hecho queda registrado en un poema de 1939, Concepción:
Me tendrás a tu lado. Me besarás. Y luego,
como al moreno cántaro que espera al fin del surco,
a mi sumiso cuerpo se alargarán tus brazos.
Se saciará tu sed: la exigua sed de un hombre.
De mi lecho después, en largas madrugadas
hacer crecerás el blanco camino del olvido.
Y sin embargo, ciego piloto de mi entraña,
conmigo habrás llegado por una noche sola,
a la encantada playa donde no está tu muerte.
Por el nocturno río caliente de mi sangre
irán tus ojos lejos, para jamás volverse,
tu voz prenderá en roca para perennes ecos.
Tú no lo sabes, hombre, tú no lo piensas, ciego.
Esta noche mi cuerpo será, ¡oh antiguo nauta!
el puerto de que zarpen las naves de otra aurora.
De este modo, en ese ámbito salpicado de prejuicios y recelos, concibe a su hijo Ariel Plá, en 1940. Heddy Benítez, que conoció a Josefina Plá, cuenta en un texto que el padre se presentó para dar al hijo su apellido y que Josefina le contestó firme y tajante: “¡Yo también tengo apellido!” [1].
Un archivo de alteridades
En su vasta producción es difícil precisar qué tendría más importancia entre tantos temas abordados, porque su obra es un conjunto sólido que apunta a un objetivo claro muy característico de la modernidad: la formación de un archivo y de una identidad nacional. Decir que Josefina fue incansable en la tarea de rescatar huellas de los inicios de las manifestaciones culturales del país, en explicar su idiosincrasia, su sociedad, su historia, ya es redundancia. Muchos autores destacan que esa búsqueda de la identidad se caracteriza por la alteridad. La brasileña Debora Cota, por ejemplo, afirma que “la obra de Josefina expone un archivo grandioso e inacabado sobre la historia de Paraguay y evidencia una efectiva preocupación por la identidad cultural, que se vuelca hacia la figura del ‘Otro’, reivindicándolo como elemento formador de esa cultura” [2].
Un claro ejemplo de su inquietud hacia la otredad es el libro Hermano negro. La esclavitud en el Paraguay (1974), en cuyas páginas recoge una historia soslayada por la discriminación reinante: la de los negros y negras del África que fueron atrapados y esclavizados, en casi todo el orbe, y también fueron arrastrados hacia Paraguay, a fuerza de todo tipo de padecimientos, sometimientos, vejámenes y torturas. Josefina centra su mirada en ese aspecto y rescata innumerables datos del Archivo Nacional, como también de otras fuentes. A partir de esa obra, la historia de Paraguay da un giro trascendental que hace más comprensible ciertos hechos. Sin ese libro sería imposible entender a cabalidad la trama de sucesos que incidieron en la conformación de caracteres no sólo étnicos, sino también políticos y sociales del país.
Los títulos de su autoría son numerosos. El grabado en el Paraguay (1962), El barroco hispano-guaraní (1964), Apuntes para una historia de la cultura paraguaya (1967), Crónicas del Paraguay (publicado en Argentina en 1968), Las artesanías en el Paraguay (1969), Hermano negro. La esclavitud en el Paraguay (1972), Bilingüismo y tercera lengua en el Paraguay (1975, en coautoría con Bartomeu Melià), Españoles en la cultura del Paraguay (1983) e Italianos en Paraguay (2016) [3] son obras que evidencian la complejidad de la identidad paraguaya, principalmente en su carácter híbrido, desde varias perspectivas. Además, produjo una narrativa poblada de protagonistas que siempre están en conflicto de identidad: desplazados entre el campo y la ciudad, entre Europa y América, entre la juventud y la ancianidad, entre el río (Paraguay) y el mar (España), entre la cultura española y la cultura indígena: personajes populares que se comunican en guaraní y jopara y cuya cosmovisión manifiesta el imaginario mestizo paraguayo.
Si es indudable que ese genio canario que ancló en Paraguay se esparció como hierba, también es cierto que no lo hizo como visco, parásito que crece entre las hojas de los árboles y les quita los nutrientes, sino como madreselva: una de las trepadoras que más rápido crece e irradia agradable aroma. Feliz coincidencia: es también la flor que simboliza, por un lado, dificultades y desavenencias, como también familia, fraternidad, amistad y amor ¿Qué mejor forma de resumir su vida?
Mamá guasu [4]
Josefina tuvo importante presencia desde el principio, pero desde la década del 60 su obra cobra dimensión. Es la década en que empieza a publicar libros y a ganar espacios menos efímeros que las páginas de los diarios. También colabora en la revista Alcor, de Rubén Bareiro Saguier, que quedará para la historia de la literatura paraguaya. Al final de la década gana el concurso de cuentos del diario La Tribuna y también enseña narrativa paraguaya e hispanoamericana en cursos para alumnos de la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción, institución en la que se desempeñará como profesora investigadora y a la cual donará todo su archivo literario en los últimos años de su vida.
La década del 70 traería el cincuentenario de su labor en el país con reconocimientos y homenajes, como el de la galería Artesanos, que organizó la exposición “50 años de creación y pensamiento” en 1979. Es cuando retoma sus dibujos de motivación payagua y hace la serie de serigrafías que hoy se ven en las paredes de algunas instituciones, con colaboración de Osvaldo Salerno. En contraste con estos logros, también debe morder en silencio –o hacer comentarios sotto voce– sobre las represiones del gobierno militar. Amigos suyos van al encierro, como el caso de Rubén Bareiro Saguier, que fue a parar en las cárceles del tirano. Otros fueron al exilio y ella debió asumir, con quienes se quedaron, la pesadumbre de aquella ignominia.
La década 80 fue aún más pródiga en publicaciones de cuentos y poemas: El espejo y el canasto (1981), Tiempo y tiniebla (1981), Follaje en el tiempo (1981), La pierna de Severina (1983), Cambiar sueños por sombras (1984), La nave del olvido (1985), Los treinta mil ausentes: elegía a los caídos del Chaco (1985), La llama y la arena (1987), Maravillas de unas villas (1988), La muralla robada (1989). En esa misma época también son publicados las críticas y análisis sociales e históricos: Arte actual en el Paraguay (1983), en colaboración con Olga Blinder y Ticio Escobar, La cultura paraguaya y el libro (1983), Apuntes para una aproximación a la imagenería paraguaya (1985), entre otros títulos ya mencionados anteriormente. En esos años también gana el Premio Mottart de literatura, otorgado por la Academia Francesa.
Empieza el lento retiro. Ya no es la joven que arribó en el navío Mendoza y ahora sobrepasa los 80 años de edad, pero con lucidez intelectual intacta. Hasta sus últimos días seguirá trabajando, manteniendo una columna en el diario ABC Color desde su casa, donde dictaba los textos a su secretario Marciano. Afirman algunos lectores que en estos escritos predomina un aire más nostálgico, en los que hace una suerte de evocación de personalidades y figuras de la intelectualidad del país. Esos textos, como tantos otros, hoy permanecen olvidados.
En su casa de la calle Estados Unidos y República de Colombia, donde en otros tiempos cocía la cerámica, alimenta a decenas de gatos y recibe gente que viene a entrevistarla o simplemente de visita. En vida recibió no pocos homenajes, como la Orden de Isabel la Católica del gobierno español, en 1977, el doctorado Honoris Causa por la Universidad Nacional de Asunción, en 1981, y la Madalla de Oro de las Bellas Artes del Estado español.
El escritor Augusto Roa Bastos, que obtuvo el Premio Cervantes en 1989, nunca dejará de reconocer a Josefina como su maestra, la que le inculcó los deseos de novedad y renovación. La propondría al Premio Cervantes en años posteriores, pero como ella nunca tuvo publicaciones de numerosos tirajes ni en grandes editoriales, resultó siempre una total desconocida para el ámbito de los jurados y literatos extranjeros. Solo en años posteriores a su muerte la empiezan a descubrir, aunque ya en 1981 Bordoli Dolci había hecho su tesis doctoral en torno a su figura.
En 1990 el gobierno paraguayo le concedió una pensión vitalicia en reconocimiento a su colaboración a la cultura y a las letras del país. Podría envejecer con dignidad, algo que muchos artistas e intelectuales no logran alcanzar aún hoy. Es que en el caso de Josefina había unanimidad: fue la indiscutible mamá guasu de las letras paraguayas. El 11 de enero de 1999 llegó a su fin su longeva existencia. Aquella bebé, que había roto el silencio con su llanto en una pequeña isla inhabitada rodeada de mar, murió anciana y en forma silenciosa en otra isla: la isla rodeada de tierra acuñada por Roa Bastos.
Josefina dijo adiós, no sin haber dejado constancia de entrañable entrega a su país de adopción y a su tierra natal: “Es absolutamente seguro que de haber vivido en otro lugar esos cuentos habrían sido diferentes. Es decir, no habrían sido”… “dediqué al Paraguay toda mi vida, con pasión, con fervor. No podía haberlo hecho si ello hubiese implicado una traición a la patria de mi linaje y con esas palabras digo adiós a mi tierra, a sus paisajes, nunca pisados, a las voces de sus árboles y sus sembrados bajo el viento, a su mar atlántico, al mar que no tuve, pero que es, en todos mis secretos sueños, el más sediento espejo”.
Imposible ausente
¿Cómo evocarla hoy, a veintidós años de su partida? Hay un poema que figura en la sección “De la imposible ausente” de sus Poesías completas, que caracteriza como ningún otro texto la sensación del biógrafo ante su figura:
Cómo acercarme a ella.
Cómo alejarla, a esa imposible ausente
que me quita la vida
con su imposible muerte.
Cómo alejarla, si su muerte misma
es el camino que hasta mí le quede.
Cómo acercarme a ella,
sin perderla y perderme.
Josefina Plá, pese a no ser muy conocida a nivel internacional, es en la literatura paraguaya esa imposible ausente, circundada por innúmeros discursos a los que no es fácil acercarse. Entre tantas anécdotas, hechos, escritos y registros vida y obra que se funden y resulta difícil determinar qué, cómo y cuánto recoger de sus pasos, a lo que se suma la duda de si es conveniente o no hacerlo. Una existencia signada por hechos admirables como también de rumores capciosos inducen a esa incertidumbre.
Queda latente la impresión de que muchos abordaron magnificando o limitando –cuando no distorsionando– su figura. En medio de todo eso, hay Josefinas desconocidas o poco estudiadas: la viajera, la traductora, la profesora, ¿y cuántas más habrá? Lo cierto es que difícilmente surja en Paraguay otra figura que logre imponerse en tantos ámbitos disímiles como ella lo hizo. Llegó en un contexto en que todo estaba por hacer y tenía la disposición inquebrantable para el trabajo intelectual. Contra viento y marea sacó adelante la crítica literaria, la crítica de arte, los estudios sociales e históricos, el arte moderno, la nueva poesía, y sobrellevó todos los desafíos que podían presentarse ante una mujer admirada y, a la vez, mirada con recelos. Las rocas hostiles del camino no le impidieron seguir erguida y crecer. En síntesis: Josefina Plá fue la hierba ineludible entre las piedras.
Notas
[1] Benítez, Heddy (2016). “Josefina”, en Poderosa Josefina, Asunción: CCEJS, 2016, p. 84.
[2] Cota, Debora (2018). “Josefina Plá e o barro como lugar de arquivo”, Revista Travessias, Nº 12. Traducción mía.
[3] Es posible que el manuscrito sea de la década de 1960, aunque se publicó póstumamente.
[4] Expresión que mezcla castellano y guaraní, y literalmente significa “mamá grande”. Se usa para designar a una gran figura femenina. También también para nombrar a una suerte de matrona, merecedora de mayor respeto.
* Daiane Pereira Rodrigues es magister en Letras por la Universidad Federal de Paraná, Brasil, donde cursa sus estudios doctorales. Es investigadora becada por la cátedra UNESCO para la Integración Latinoamericana del Memorial de América Latina, São Paulo. El presente texto ganó el premio de jóvenes investigadores de la Fundación María de Paula de Ruiz Martínez de Madrid, y será publicado próximamente en la Biblioteca Virtual Cervantes.
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