Cultura
La imposible ausente: biografía de Josefina Plá (V)
Aquí la quinta y penúltima entrega de la biografía de Josefina Plá, poeta, narradora, dramaturga, ensayista, periodista y crítica de arte, quien hizo de la prensa una plataforma eficaz para la difusión del arte, la literatura y el teatro de su tiempo.
Josefina Plá, retratada por Susana Romero (detalle). Colección CAV/Museo del Barro (Gentileza CCEJS)
El teatro y la docencia
De Lorca Josefina Plá rescata no solo la poesía. Su pasión por el teatro la lleva a trabajar arduamente en la creación y promoción de una dramaturgia nacional. La Escuela Municipal de Arte Escénico fue inaugurada por ella y Roque Centurión Miranda solamente 1948 pero, según cuenta, desde 1928 ya tenían actividades que involucraban el teatro. En el ámbito de esa escuela se intensifica su labor como profesora, otra tarea que la acompañó hasta el final de su vida. Muy poco se sabe sobre la docencia de Plá. Aparte de su crítica, posiblemente fruto de su intención y vocación didáctica, que generó publicaciones como Cuatro siglos de teatro en Paraguay (1990/1), no se conocen apuntes de clases realizados por ella misma o por sus estudiantes. Fue también profesora de cerámica del Centro Cultural Paraguayo Americano (CCPA), donde le tocó ser maestra de José Laterza Parodi, con quien trabajaría en diversas obras, pero es en la Escuela de Arte Escénico donde dicta, durante varios años, cátedras como Historia del teatro, Análisis teatral, Accesorios escénicos, Análisis de personajes, Teoría del teatro, Análisis de obras, Teoría del drama y Fonética.
La profesora fue también eximia traductora de obras teatrales para utilizar con sus alumnos. Estos, gracias a ello tuvieron contacto con grandes creaciones de la dramaturgia universal. Sin embargo, de esa actividad tampoco se sabe mucho. En torno al teatro tuvo a su cargo algunos talleres en el CCEJS. En 1963 la invitan a un importante proyecto de arte que le permitiría unir sus dos pasiones: el mural del Teatro Municipal de Asunción con José Laterza Parodi.
Además de poner en escena obras de otros autores con sus estudiantes, Josefina tuvo una intensa producción dramática, en la que dio rienda suelta a la cultura popular paraguaya, haciendo que sus personajes se expresen en guaraní y en jopará. Sus principales obras teatrales son Aquí no ha pasado nada (1945), Hermano Francisco (1976) y Fiesta en el río (1977). Un volumen de Teatro escogido fue publicado en 1996 por la editorial El Lector.
En el ámbito teatral paraguayo aun se suelen escenificar algunas obras o adaptaciones de piezas suyas. Sobre la dedicación de Josefina Plá al teatro, señala María Ángeles Pérez López: “A ella le debemos el conocimiento detallado de la historia del teatro paraguayo, uno de los menos frecuentados del ámbito hispanoamericano, pues es autora de una obra monumental, la historia del teatro paraguayo” [1].
“Palmear” fue preciso
Después de renovar la poesía e impulsar la creación de un teatro nacional, Josefina aún sería personaje principal de la renovación de las artes plásticas del país. Esa española, de apariencia frágil y mirada ausente, no llegó simplemente como ramita entre las rocas, sino también como la hiedra trepadora que en poco tiempo ocuparía los espacios menos imaginados.
En 1954 se realiza la Primera Semana de Arte Moderno Paraguayo, con obras expuestas en las principales calles del centro de Asunción: los salones de arte no abrieron sus puertas para semejante propuesta y las obras tuvieron que ser exhibidas en las vidrieras de algunos comercios de la calle Palma, que hasta hoy es una arteria de importante paso peatonal los domingos, en la que se realizan ferias de antigüedades, monedas, sellos y flores. En la cotidianeidad del centro asunceño, esa calle es de suma importancia, a tal punto que se creó el término “palmear” para designar el paseo inevitable por esa vía.
Olga Blinder –otra artista participante de la Semana y figura de gran importancia en la historia del arte paraguayo– afirma que no lograron más que el desconcierto de quienes pasaban, ya que fueron muy mal vistos por la escasa crítica. Además de Olga y Josefina, también participaron los artistas Laterza Parodi y Lili del Mónico, conformando el grupo Arte Nuevo, renovador de las artes plásticas en el país. Resultado de esa modernidad, que para Ticio Escobar se caracteriza por presentar preocupación simultánea con lo universal y lo local, es la serie Ritmo guaraní, de Josefina y Laterza Parodi –expuesta en la Bienal de San Pablo en 1957–, que obtiene el premio Arno durante la exposición.
Paralelamente a su creación artística, Plá intensifica su trabajo crítico y publica en los diarios artículos de gran importancia, que comenzarán a editarse en las décadas siguientes. Sería reconocida, una vez más, como precursora, esta vez de la crítica de arte contemporánea. Al respecto, ella señaló lo siguiente: “Me lisonjeo pensando que las primeras notas o sueltos en los cuales aparecía algo más que adjetivos, rozando conceptos sobre arte o la literatura, fueron las mías, sin que ello quiera decir que no pueda equivocarme”.
El grupo Arte Nuevo tuvo que “palmear” porque, con todos los riesgos y fracasos posibles de la Semana, ya era impostergable dar el paso hacia la modernidad. Pompeyo alguna vez alentó a sus marineros con la célebre frase navigare necesse est, vivere non necesse, pero fue Fernando Pessoa el que la supo interpretar: “Vivir no es necesario, lo necesario es crear”. Eso hicieron.
Interpretando al Brasil
Es difícil imaginar que el contacto de Josefina con el arte brasileño no influyera en aquella Semana organizada en Asunción, incluso porque recupera el nombre de la principal manifestación vanguardista brasileña: la Semana de Arte Moderna de São Paulo, realizada en 1922. La artista había escrito en 1952 toda una serie de artículos sobre la literatura, la arquitectura, las danzas y otros movimientos populares del vecino país. En esos textos concede especial importancia a la también conocida como Semana de 1922 y al proceso de modernidad brasileño en general, destacando positivamente las expresiones comprometidas con las cuestiones humanas, más que las estéticas de drástica ruptura.
La serie se llamó “Interpretando al Brasil” y al final de cada semana marcó presencia en la sección cultural del diario La Tribuna, entre 1952 y 1953. En esa misma época también se publican algunos artículos en torno a su figura en los diarios de Río de Janeiro, escritos por el rumano Estefan Baciu, que vivía exilado en esa ciudad. La localmente fracasada Semana del grupo Arte Nuevo hizo que muchos de sus artistas tuvieran éxito en otros ámbitos, puesto que fueran invitados a la III y a la IV Bienal de Arte de San Pablo. En el segundo año de participación les tocó a Josefina y a Laterza Parodi el premio de 35.000 cruceiros, con la mencionada obra Ritmo guaraní, y Josefina pasó a formar parte del jurado local para las bienales de 1959, 1961 y 1963.
Lo importante de su relación con Brasil es que en la década de 1950 Josefina comienza una profusa labor en la búsqueda de entender el proceso de formación de la identidad paraguaya. Sus ensayos sobre Gilberto Freyre en la serie de La Tribuna establecen su marco conceptual e ideológico sobre ese tema. En más de un artículo recoge la obra del sociólogo, por la valoración que este hace de la mezcla entre el indígena, el negro y el europeo en la identidad brasileña. Plá, sin embargo, va mucho más allá de lo que fue el autor pernambucano, porque en lugar de idealizar al mestizo con la idea de democracia racial, logra captar, problematizar y denunciar las dificultades y tensiones en la conformación del mestizaje, lo que haría Néstor García Canclini al proponer enfocar, muchos años después, los “procesos de hibridación”.
No pocos cuentos de Josefina van a ser ejemplo de la problematización de esos procesos. El más mencionado por los críticos es el ya referido La mano en la tierra, escrito en 1952, aunque publicado recién en 1963 en un volumen que toma esa pieza como título. Todo en los inicios de la década del cincuenta. No son coincidencias: Plá estaba consolidando su lenguaje moderno, acompañando a los intelectuales de su tiempo, con las mismas preocupaciones de sus contemporáneos latinoamericanos, pero logrando, quizás, un poco más. Elige el cuento que problematiza la situación de contacto entre la cultura española y la cultura indígena y mestiza paraguaya, como marco inicial de su producción narrativa, utilizando el título para su primer libro de cuentos.
Redes imaginadas
El ñandutí es un tejido típico paraguayo que forma parte no solo de la artesanía popular sino también del corpus folklórico. Josefina Plá destaca en sus estudios el doble origen de la tela: la técnica canaria y el imaginario guaraní. Ñandutí: encrucijada de dos mundos (1993) es uno de los tantos análisis significativos que la autora hace del arte paraguayo. Aquí, la encrucijada y el tejido son dos imágenes que también constituyen aportes para analizar su biografía. Ella vivió en continuas intersecciones, encuentros y confluencias, cruzando fronteras de países, de lenguas, de culturas y no solo se desplazó entre España y Paraguay, sino también estuvo en varias ocasiones en Brasil, Argentina y Estados Unidos.
Sus obras fueron expuestas en la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos, en las bienales de arte de San Pablo y también en la IX Exposición Internacional de Washington. En 1955 la obra de Josefina y Parodi se expone en el Taller Páez Villaró de Montevideo, y ese mismo año la artista recibe una beca del Instituto Hispánico. Por fin llegaba la oportunidad, después de tantos recorridos no exentos de odiseas, de rescatar la obra de Julián de la Herrería, guardada ya hacía más de dos décadas en el Museo de Bellas Artes de Valencia. Tal oportunidad da pie a que la obra de Josefina y la de Laterza Parodi se expongan en Barcelona, en la exposición realizada por el Grupo Hispanoamericano (Escuela Adriano).
Ella viaja también a Italia y participa del Congreso de la Asociación de los Escritores Latinoamericanos, con auspicios de la Fundación Colombianum, donde coincide con Miguel Ángel Asturias, Ciro Alegría, Alejo Carpentier, Ernesto Sábato, Leopoldo Zea, Luis Alberto Sánchez, José María Arguedas y Augusto Roa Bastos. Viaja a Madrid en 1971 invitada a dar conferencias en el Instituto Hispánico. Josefina fue una de las fundadoras del capítulo paraguayo de Asociación Internacional de Críticos de Arte y su primera presidenta, en los años sesenta, y llega a ser miembro de la Academia Colombiana de Historia.
Con tan largo trajinar, decir simplemente que ella se fue a vivir a Paraguay resulta casi un despropósito, porque desde su llegada siguió cruzando fronteras. Alguna crítica local, con rasgos de subjetividad romántica, la pinta como la viuda que se quedó –por amor, resignación o destino– en el país de su amado. O, imagen menos afortunada, otros la pintaron como la vieja de los gatos, refiriéndose ya a sus últimos años de vida. Faltan estudios que rescaten a Josefina como intelectual en tránsito constante, poniendo énfasis a todos esos viajes.
Aquí llegamos a la imagen del tejido, donde los hilos pespuntean de un punto a otro y regresan, una y otra vez, para proseguir la trama abierta hacia todos los puntos cardinales posibles. El incesante periplo de Josefina Plá nos obliga a reflexionar sobre esa época en que no existían las movilidades de tránsito y comunicación de hoy. Entonces, ¿cuáles eran sus enlaces? ¿Quiénes sus amistades o pares intelectuales o artísticos en los demás países? ¿Cómo surgían sus viajes? Tal vez podamos esbozar una red, siquiera imaginaria, que nos permita situar su producción en un contexto no solo latinoamericano sino también global.
Y, puesto que ella, pese a las limitaciones de la época, accedía a cuantiosos materiales que figuran en sus estudios, resulta más que necesario llegar a investigaciones más profusas, pesquisas que superen la imagen de mera exilada en que la encasillan y podamos con justicia definirla como lo que fue: una intelectual en tránsito dispuesta siempre a alcanzar instancias edificantes, como el hilo del ñandutí que en una urdimbre delicada y rigurosa nos brinda admirables resultados estéticos y utilitarios. Tales huellas de su producción podrían estar, aún intactas, en la biblioteca de la Universidad Católica de Asunción, entre los objetos de archivo que ella donó a la institución.
Jorge Luis Borges señala que la suma de pasos dados por el hombre en la Tierra termina dibujando su propia cara. Si bien es cierto que Josefina fue una pensadora en exilio, no menos certero es que ese exilio fue solo el principio de todo: aquellos hilos continuos que tejieron sus desplazamientos, movilidades físicas y culturales, fueron los que trazaron y dieron forma al diseño preciso de su existencia.
[1] Raíz y altura: la labor teatral de Josefina Plá, en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
* Daiane Pereira Rodrigues es magister en Letras por la Universidad Federal de Paraná, Brasil, donde cursa sus estudios doctorales. Es investigadora becada por la cátedra UNESCO para la Integración Latinoamericana del Memorial de América Latina, São Paulo. El presente texto ganó el premio de jóvenes investigadores de la Fundación María de Paula de Ruiz Martínez de Madrid, y será publicado próximamente en la Biblioteca Virtual Cervantes.
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