Cultura
La Recova del Puerto o antigua “Nueva Aduana de Rivera”
Como parte del programa “Patrimonio vivo”, que busca revitalizar el Centro Histórico de Asunción, una serie de eventos se despliegan este fin de semana en la Recova del Puerto, en una iniciativa articulada desde varias instituciones, entre ellas el IPA, la SNC, la Senatur, el MUVH y la Municipalidad de Asunción. Sobre la historia de este tradicional espacio, cuyo valor histórico y arquitectónico demanda ser preservado, escribe la arquitecta Silvia Rey Méndez.
© Laura Mandelik
El río Paraguay, unido en origen a la fundación de la ciudad, fue por mucho tiempo el medio de comunicación y abastecimiento por excelencia. El sitio del actual puerto de Asunción se convirtió, a partir del gobierno de don Carlos Antonio López (1857-1862), en el portal de acceso a la ciudad y, junto a la Estación Central de Ferrocarril, en símbolo del ingreso a la era de la “revolución industrial” del Estado paraguayo. En este punto es importante significar que el primer tramo urbano del ferrocarril unió, justamente, el puerto con la estación, articulando los dos polos del actual eje histórico cívico constituido por la avenida El Paraguayo Independiente.
La construcción del edificio de la “Nueva Aduana de Rivera”, como se conoció en origen a la Recova, tuvo mucho que ver en la conformación de ese nodo urbano. Este singular edificio inició su construcción en el año 1861 y la misma se extendió hasta 1865, siendo una de las últimas edificaciones del tercer período de gobierno de don Carlos y una de las obras públicas de mayor importancia y notoriedad de ese lapso.
La prensa de la época refería con gran expectativa su inicio: “Pronto comenzará un gran edificio para Aduana de la Rivera cuya extensión ha de constar de una cuadra entera en la calle de Marte” [1], y seguía su avance en estos términos: “Nueva aduana. Este magnífico edificio que se está levantando en la Rivera se encuentra en adelanto notable y esperamos que dentro de poco aquellas interesantes ocupaciones de los empleados de la hacienda tendrán lugar en tan buenos y espaciosos departamentos” [2].
La tradición oral, así como algunos autores, otorgan a Alessandro Ravizza la autoría de la obra; sin embargo, no se encontró documentación fehaciente que lo relacione con esta empresa, salvo el trabajo de “adorno de los salones de baile” en ocasión del “aniversario de la segunda Presidencia de la República” en octubre de 1863, que fue celebrado en el edificio a pesar de que continuaba en construcción [3].
Todas las “razones de obra” [4] aparecen firmadas por el “sobrestante de Obras Públicas” [5] Pablo León [6] y, por otra parte, aparece el “teniente de ingenieros” húngaro Francisco Wisner de Morgenstern como director de las obras entre 1863 y 1864. El semanario de avisos y conocimientos útiles del sábado 21 de marzo de 1863 refería: “La actividad y esmero del señor Wisner que dirige estos trabajos nos hacen creer que la obra no tardará en concluirse”.
Para la construcción del edificio se mandó contratar un total de 30 peones de “tres pueblos suprimidos de las misiones” [7]; además del sueldo, el Estado se encargaba de pagarles los gastos diarios. Según Pérez Acosta, en la obra también trabajaron esclavos del Estado a quienes se pagaba la manutención y estaban a cargo del subteniente Eustaquio Vega. Respecto a los materiales, en el cimiento se utilizaron piedras traídas en chalanas desde Lambaré y arena de la bahía de Asunción y cal; para la construcción de los muros, pilares, columnas embebidas y arcos, ladrillos de la fábrica de Tacumbú y en algunos sectores también se utilizó adobe, que se fabricaba a pie de obra. Las argamasas utilizadas eran de arena y cal, tanto para juntas como para revoques y la pintura de acabado de muros también era a base de cal a “dos manos de blanqueo”.
La estructura del techo estaba compuesta por vigas de madera, tirantes de palma y listones de tacuarilla; la cubierta a “media agua” era de tejas cerámicas de media caña, posiblemente provenientes de la fábrica del Estado, de Zevallos Cué o de Itauguá. En origen, los pisos fueron de ladrillo cerámico, tanto en el interior como en el exterior. En cuanto a la carpintería, puertas, ventanas, umbrales, barrotes, etc., eran confeccionados en un taller montado en obra, con madera proveída al Estado por vendedores particulares que la depositaban en la carpintería del puerto desde donde los peones acarreaban las piezas necesarias. Las herramientas de carpintería con que trabajaron eran hacha, azuela, escoplo y cepillo. Los herrajes necesarios –alcayatas, aldabas, pasadores y trancas para puertas– eran proveídos por herreros particulares.
El edificio responde a una organización espacial en U, con patio central y doble galería; ambas tienen un tratamiento marcadamente diferente: la galería interior es la tradicional galería paraguaya con pilares de mampostería; en la exterior, sin embargo, se nota la adopción de un nuevo lenguaje en el tratamiento de la fachada: arcos de medio punto, pilares, orden embebido y cornisamento decorado, elementos que denotan la influencia del neoclasicismo que irrumpió en la arquitectura oficial con el afán de “mejorar” la imagen de Asunción a fin de brindarle un carácter acorde al de una capital moderna.
El inmueble, de propiedad pública, estuvo en manos del gobierno hasta la posguerra; sin embargo, dada la apremiante situación económica por la que atravesaba país, se dispuso la venta de muchos de los edificios pertenecientes al Estado, entre ellos la Nueva Aduana de Rivera, el Arsenal con todo su equipamiento y también el cuartel de San Francisco. La Nueva Aduana pasó a manos del sector privado en 1878 y con el correr del tiempo la propiedad fue dividida en siete fracciones, pasando por varias alteraciones espaciales en su interior, aunque en líneas generales la edificación mantuvo su unidad formal.
La galería Oeste, sobre la calle Colón, estaba conformada en sus orígenes por 22 arcos; hoy posee solo 20. En la esquina de la calle Presidente Franco sufrió una modificación, como lo atestiguan algunas fotografías: se reemplazó la galería original por una construcción en dos niveles que, sin embargo, mantuvo la galería en planta baja y las líneas formales de la fachada. Se presume que esta alteración –que se dio entre inicios del siglo XX y la década del 20– pudo deberse a algún ensanche de la calle, para lo cual fue necesario demoler parte de la antigua recova, o a algún desplome por fallas técnicas.
Habiendo sido concebido para uso institucional, luego de su privatización en el edificio se registraron varios usos, primordialmente de carácter comercial, los cuales hasta hoy han predominado. El lote número 11 (ubicado en la esquina de Colón y Benjamín Constant) es el único que todavía conserva un uso administrativo oficial: allí funciona hasta hoy la Prefectura Naval de Puertos; en este sector es donde mejor se conservan las características originales del edificio.
Un dato interesante y no menor es que fue precisamente en la Recova de la Nueva Aduana donde se habilitaron los primeros negocios de venta de artículos típicos artesanales, como puede verse en las fotografías del álbum gráfico de Monte Domecq, La República del Paraguay en su primer centenario. 1811-1911.
La Recova se convirtió así, y con el correr del tiempo, en el punto turístico obligado y tradicional por excelencia para la compra de artesanía. Esta vocación fue apagándose con el cambio de usos en el sector del puerto, donde ya no llegan los barcos trayendo turistas como en otras épocas.
La implementación de los grandes proyectos urbanos Franja Costera y Plan Maestro del Puerto de Asunción significan para el entorno un nuevo cambio que traerá aparejada otra dinámica de uso y, por ende, la oportunidad de reactivación y revitalización de la antigua “Nueva Aduana”, actual Recova del Puerto, iniciativa articulada por el Instituto Paraguayo de Artesanía (IPA) y la Secretaría Nacional de Cultura (SNC), que posibilitará la puesta en valor de uno de los espacios más emblemáticos y tradicionales de nuestra ciudad, catalogado como Patrimonio de Valor Arquitectónico de Asunción.
Notas
[1] El semanario de avisos y conocimientos útiles (sábado 16 de marzo de 1861), N° 36, Año IX, p. 4.
[2] El semanario de avisos y conocimientos útiles (sábado 21 de marzo de 1863), N° 465, Año XI, p. 4.
[3] El semanario de avisos y conocimientos útiles (sábado 17de octubre de 1863), N°495, Año XI, p. 4.
[4] Informes de avance de obra.
[5] Capataz mayor de una obra de construcción.
[6] Pablo León también estuvo a cargo de las obras del Club Nacional, el puerto de Marte y la Armería del Estado.
[7] A.N.A. S.N.E. 2229 s/f.
* Silvia Rey Méndez es arquitecta, docente en las áreas de Historia y Patrimonio de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte de la Universidad Nacional de Asunción. Es directora de Bienes Culturales de la Secretaría Nacional de Cultura.
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