Cultura
La ciudad como texto: “ejercicios para deshacer omisiones”
© Luis Vera
Los nombres de las calles articulan frases que los pies construyen sin saberlo. “Alineados en constelaciones que jerarquizan y ordenan semánticamente la superficie de la ciudad, son operadores de ordenamientos cronológicos y de legitimaciones históricas”, dice Michel de Certeau [1]. Estos nombres “visten de palabra” los lugares, les otorgan significado, los conectan con historias lejanas o próximas, les dan identidad. Una identidad que, afectada por los cambios de nomenclatura, puede leerse como un palimpsesto.
Sí, la nomenclatura urbana es –a largo plazo– inestable, responde a ecuaciones de poder, a pugnas por la inscripción de determinados signos, a políticas de la memoria. Es un constructo siempre en proceso que pone en escena nuevos actores al tiempo que borra u omite otros. En este juego de apariciones y desapariciones, ofrece información codificada sobre las transformaciones del cuerpo social. Extraña toponimia, dice Certeau, que “planea por encima de la ciudad como una geografía nebulosa de sentidos en espera” [2].
La ciudad es un espacio portador de signos que expresan paradigmas culturales. Las calles remiten, a través de su denominación, a episodios históricos, a hacedores de cultura, visionarios, así como a usos y costumbres, especies botánicas o lugares geográficos. La nomenclatura es un discurso que estructura áreas neurálgicas y periféricas, y en esa distribución se verifica el grado de visibilidad que, desde el poder, se otorga a unos y otros sujetos o temáticas.
En Asunción la mayoría de las grandes arterias lleva el nombre de personajes masculinos de diferentes épocas, vinculados al poder político o militar, sean paraguayos –la mayoría– o extranjeros: Mariscal López, Carlos Antonio López, José de San Martín, Eusebio Ayala, Bruno Guggiari, Fernando de la Mora, Colón, Rodríguez de Francia, Artigas, Félix Bogado, General Santos, Juscelino Kubistchek. La excepción es Madame Lynch. Las referencias masculinas predominan en todas las calles.
La incorporación de las mujeres a la nomenclatura urbana fue paulatina, a partir de 1942, según expone el sociólogo e historiador Roberto Céspedes en un estudio sobre imaginarios nacionales en las calles de Asunción, titulado Una mujer para cada nación [3], que llega hasta el año 2007. El mismo esquematiza el proceso en tres grandes bloques: mujeres en el nacionalismo militarista (1942-1954), mujeres durante el stronismo (1954-1988) y mujeres durante la transición (1989-2007). Los perfiles son clasificados por Céspedes en varias categorías: madre-esposa-hija, maestras, enfermeras, benefactoras, mujeres en las artes y las letras, políticas y combatientes. El énfasis puesto en cada una de estas caracterizaciones fue variando conforme el momento histórico.
“El nacionalismo militarista tiene como modelo, casi exclusivamente, a la mujer madre- esposa-compañera-hija (47,1%) o a santas (29,4%) o a maestras (17,6%) […] Esto es, el hogar, la iglesia o la escuela. El stronismo mantiene estos modelos como fundamentales aunque cambia el orden y su peso como conjunto disminuye. Efectivamente, establece primero a las maestras (36,0%), luego a las madres-esposas-compañeras-hijas (20,0%) y a las santas (20,0%) […] En otras palabras, se trata de la escuela, el hogar y la iglesia”, explica Céspedes [4]. A partir de la transición a la democracia la nomenclatura registra mujeres de las artes y las letras.
En 2012, siendo intendente Arnaldo Samaniego, la Municipalidad de Asunción dispuso que ciertas calles relevantes de la ciudad cambiaran de nombre por un día, solo por un día, el 15 de mayo, como un gesto de gratitud hacia “las mujeres que quedaron en el anonimato, pese a que forjaron y marcaron la vida de los próceres de la Independencia y de otros personajes que lucharon por un Paraguay independiente y soberano”, según el comunicado oficial. Como se ve, el texto de la ordenanza reconoce a las mujeres solo en su rol de progenitoras, adscribiéndose a la primera caracterización hecha por Céspedes y haciendo caso omiso de su papel en la esfera política, económica, social y cultural. Así, por ejemplo, la avenida Mariscal López se llamó, durante 24 horas, Juana Pabla Carrillo, “en homenaje a la mujer que dio vida a uno de los más emblemáticos personajes de la historia paraguaya” [5].
Según el estudio de Céspedes, la primera calle con nombre de mujer fue, justamente, Juana Pabla Carrillo, madre del Mariscal López. En esta línea dominante de madres-esposas se inscriben, por ejemplo, las calles Facunda Speratti (esposa de Fulgencio Yegros), Melchora Melgarejo (madre del general Bernardino Caballero), Dolores Vera (madre del general José Eduvigis Díaz), Lorenza Valdez (madre del mayor José de Jesús Martínez) o Lucía García de Caballero (madre del prócer Pedro Juan Caballero). Con el stronismo aparecen los nombres colectivos, dice Céspedes: Madrinas de la Guerra del Chaco, Enfermeras del Chaco y Maestras paraguayas. Entre las calles con nombres de mujeres destacadas por su labor profesional, su actividad artística o literaria, o por sus reivindicaciones de derechos, están Serafina Dávalos, Celsa Speratti, Teresa Lamas Carísimo, María Concepción Leyes de Chávez, Ana Iris Chávez de Ferreiro, Leonor Cecotto, Josefina Plá, Mercedes Sandoval, Carmen Casco de Lara Castro, Máxima Lugo y Amambay Cardozo Ocampo. También hay personajes de gestas históricas, como Juana de Lara, la India Juliana o la combatiente de la Guerra de la Triple Alianza, Ramona Martínez. La lista es mucho más larga y contempla, incluso, los nombres de Mirella Broouillit, primera mujer donante de órganos en Paraguay, y Fidelina, una “joven servicial” que murió ahogada.
Sin embargo, la proporción sigue siendo inequitativa. Así lo considera Luis Vera, quien acaba de ganar el Premio Hippolyte Bayard –organizado por El Ojo Salvaje, la Embajada de Francia y la Alianza Francesa– con su proyecto fotográfico ¿Cómo sería si…? Ejercicios para deshacer omisiones. Esto le permitirá realizar una residencia artística en la Cité des arts, en París. La propuesta de Vera consiste en una secuencia de imágenes digitales intervenidas para alterar la toponimia urbana. La operación es sutil y actúa sobre la señalética callejera para introducir historias alternativas en el imaginario colectivo. Así, el montaje –que modifica el contenido de la cartelería citadina– construye un discurso que entreteje, como puntos en un tapiz, nombres olvidados o relegados a la periferia: Ramona Ferreira, concepcionera que dirigió el periódico feminista La voz del siglo, defensora de la libertad de conciencia y de expresión, cuya imprenta fue destruida en 1904; Manuela Villalba, joven de Tavapy que a los 17 años se vistió de soldado y fue a la Guerra del Chaco; Olga Blinder, artista plástica y educadora; Juana Marta Rodas, reconocida ceramista; o Silvia Cordal, sobreviviente de la Guerra de la Triple Alianza que padeció en su familia la ira de Solano López y cuyo testimonio esclareció aspectos de la vida de las “destinadas”. No faltan nombres de trabajadoras del Mercado 4.
En algunos casos la intervención se reduce a un cambio de escala: el nombre de la jurista Mercedes Sandoval, que sí identifica una calle, pero no principal, en el proyecto de Vera aparece señalando un importante espacio público; es decir, algunos nombres que el artista propone ya existen en calles asuncenas, pero con menor visibilidad. En otra imagen del proyecto, la antropóloga Branislava Susnik y la artista Edith Jiménez indican dos direcciones diferentes en una gran autopista.
La serie es el resultado de un proceso de investigación y consultas con cientistas sociales. Trabajos de Line Bareiro, Clyde Soto, Mary Monte, Ana Barreto Valinotti, Manuel Peña Villamil, Osvaldo Kalssen y Roberto Céspedes fueron sus puntos de referencia. De este último toma el concepto de construcción de identidad nacional a través de la nomenclatura urbana. Inclusive, Vera introduce su proyecto con una frase suya: “El imaginario de una nación se construye según el poder de las fuerzas que constituyen la sociedad y se encuentran representadas en instancias clave” [6].
El artista, que se define como fotoperiodista y fotodocumentalista, explora en este ensayo los poderes persuasivos de la imagen, sin estridencias, sabiendo que nuevos sentidos pueden emerger, también, de sutiles maniobras o ligeras intrusiones. Como bien señala el título, se trata de ejercicios. El conjunto es un work in progress que Vera pretende ampliar a otras ciudades y que, hasta el momento, incluye algunas tomas realizadas en Buenos Aires.
La función de los nombres propios, según Certeau, es hacer habitable o creíble el lugar que ellos identifican, abandonando su función clasificadora para permitir la circulación de nuevos sentidos. Con los nombres propios de mujeres luchadoras, empoderadas, obstinadas en su afán de mejorar su entorno, Luis Vera instala una topografía poética que intenta desestabilizar el rutinario y muchas veces inadvertido tránsito por el espacio público.
Este gesto de visibilización no es nuevo en el artista. Una conocida serie suya, Trabajadoras, estuvo dedicada a mujeres en situación de vulnerabilidad económica: las empleadas domésticas. Consistía en grandes retratos impresos en sábanas que fueron performáticamente expuestos en la Plaza de los Héroes, en el centro de Asunción. Esta vez, sus Ejercicios para deshacer omisiones, reinterpretan y reconfiguran la enunciación de la ciudad.
[1] Michel de Certeau (1990). L’invention du quotidien. Paris: Gallimard, p. 157. (Versión de la autora).
[2] Íbid.
[3] Roberto L. Céspedes. “Una mujer para cada nación. Imaginarios nacionales en las calles de Asunción (1942-2007)”. Suplemento antropológico. Vol. L N 1, octubre 2015.
[4] Ibid, p. 230.
[5] ABC Color (14 de mayo de 2012). https://www.abc.com.py/nacionales/cambian-nombres-de-calles-de-asuncion-402046.html
[6] Luis Vera. ¿Cómo sería si…? Ejercicios para deshacer omisiones. Proyecto presentado al Premio Hippolyte Bayard, Asunción, 2020.
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Alejandra Mastro
12 de octubre de 2020 at 17:06
Excelente Adriana!