Cultura
Archivo parisino
Actuando más como director de teatro que como pintor o fotógrafo, Alfredo Quiroz sugiere un escenario en cada una de las piezas de su exposición, presentada como literatura de cordel. Los trabajos devienen recursos transgresores de la problemática entre lo documental y lo artístico, lo privado y lo público, lo autorreferencial y el mundo exterior, la soledad y la compañía, lo local y lo universal.
© Gricelda Ovelar
[ La poesía es la memoria de la vida y los archivos son su lengua. Octavio Paz]
Permanece abierta en Fábrica Galería/Club de Arte la exposición Archivo parisino, de Alfredo Quiroz (Asunción, 1974). Se trata de una serie de obras en técnica mixta sobre papel, en pequeño y mediano formato, realizada durante su residencia artística de dos meses (diciembre de 2019 y enero de 2020) en la Ciudad Internacional de las Artes, París, en usufructo del Premio Hippolyte Bayard 2018.
Todas las obras tienen la particularidad de emplear una combinación de variados procedimientos aplicados sobre un mismo soporte: el papel. Reuniendo técnicas heterogéneas tales como dibujo, pintura, fotografía, transfer, grattage, grabado, recortes y/o superposiciones de imágenes (propias o encontradas) y, sobre todo, collages, Quiroz engendra un particular teatro de personajes dislocados. Todas también se presentan como registro de un tiempo (finales de 2019-inicios de 2020) y memoria de la experiencia de ese tiempo.
El sentido de cada pieza se va formando, por un lado, junto con el de otras imágenes de la propia composición y, por otro, en diálogo con figuras de otras obras de la misma serie. Esta correspondencia, semioculta, se hace visible mediante cuatro cuestiones.
Primero, desde el equilibrio formal que el artista genera entre las variadas maniobras empleadas en cada composición. En segundo lugar, gracias a una renovada visión de sus trabajos fotográficos, recurre a un procedimiento parecido al utilizado en su serie de fotografías Reflexiones nocturnas en torno a la carte de visite ‒con la que obtuvo el Premio Bayard‒, por medio del cual recompone, a partir de un conjunto de imágenes base, la distribución sobre el papel, de forma tal que el resultado desarrolla una acción. El artista actúa más como un director de teatro que como un pintor o fotógrafo; basándose en la composición y los personajes, cada pieza sugiere un escenario. Seguidamente ocurre el juego de escalas (como el que realizaba Magritte) entre los motivos y sus diferentes tamaños dentro de las representaciones. Y, por último, a través de la semejanza ‒en algunos códigos visuales, narrativos y estructurales‒ con el género popular de la literatura de cordel. Por esto, asimismo, se propone el distintivo formato de montaje de las obras, exhibidas en conjunto, así como en una suerte de tendedero.
Es posible afirmar que estas obras parten de una estudiada formalización por la cual Quiroz plantea claramente dos registros: el de la composición de todas las partes de la representación y el de la narración que aparece sobre ella, o que se desprende y se desvía de ella. Su punto de partida constituye un fragmento de determinadas circunstancias: pequeñas fotografías del propio artista en París, motivos de algunos grabados del Cabichuí, diminutas cosas con las que uno se tropieza accidentalmente (por ejemplo, el comprimido de una medicina), copias de documentos médicos, envolturas de chocolate, material gráfico francés, restos de notas callejeras, temas populares (desde sucesos cotidianos hasta episodios eróticos, históricos o religiosos), dibujos recortados y pegados, etc. Con este fárrago de elementos, Quiroz crea una composición determinada, una propositiva combinación de elementos morfológicos.
Así, los trabajos que componen este último archivo de vivencias en París devienen, por cuanto expresan, recursos transgresores de la problemática entre lo documental y lo artístico, lo privado y lo público, lo autorreferencial y el mundo exterior, la soledad y la compañía, lo local y lo universal. Dentro de una unidad visual, el artista muestra ciertos aspectos reconocibles de la realidad, si bien se vale de un expediente que permite simultáneamente el deslizamiento metafórico. Armonía entre objetos diferentes solo en apariencia, que de hecho son distintos, pero al mismo tiempo solidarios y complementarios en su significación plástica.
En última instancia, Archivo parisino reproduce una historia temporal, real o imaginaria, lo mismo que permite recomponer la sucesión de los acontecimientos. Sin embargo, al igual que en los sueños, esta recomposición no aparece de forma literal. En el transcurso se establece un repertorio de procesos simbólicos cuya lectura requiere una compleja interpretación. Las piezas que, en conjunto, construyen un archivo permiten a cada espectador/indagador tener una visión subjetiva de lo que allí quizá estuvo ocurriendo.
* Doctor en arquitectura, docente y crítico de arte.
-
Destacado
Peña deja la cumbre del G20 en ambulancia tras sentir dolor en el pecho
-
Lifestyle
“Bungee jumping training”: saltar para estar en forma
-
Política
Falleció el abogado José Fernando Casañas Levi
-
Deportes
¿No habrá premiación si Olimpia grita campeón este domingo?
-
Deportes
Cuando Lionel Messi no conocía a Antonio Sanabria
-
Agenda Cultural
Paraguay e Irlanda celebran el legado de Madame Lynch
-
Deportes
¡Olimpia aguanta con uno menos y conquista su estrella 47!
-
Política
En redes sociales despiden a Casañas Levi