Agenda Cultural
Marina Abramovic, premio Princesa de Asturias de las Artes 2021
La comunidad artística internacional, el circuito de arte y sus miles de seguidores recibieron con beneplácito la noticia de la concesión del premio Princesa de Asturias a la artista serbia Marina Abramovic, ganadora entre cincuenta y nueve candidaturas de veinticuatro nacionalidades.
Entre sus principales obras se encuentra la serie Ritmos, Lips of Thomas, Barroco balcánico o La artista está presente, esta última realizada en 2010 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, donde Abramovic estuvo sentada inmóvil en una silla un total de 700 horas durante tres meses y miraba a los ojos a los visitantes. Su obra, de acuerdo con el jurado del Princesa de Asturias, “explora los límites del cuerpo y la mente a través de performances arriesgadas y complejas en una constante búsqueda de libertad individual”.
Nacida en 1946 en Belgrado, en lo que entonces era Yugoslavia, Abramovic, estudió en la Academia de Bellas Artes de Belgrado (1965-1970) y completó sus estudios de postgrado en la Academia de Bellas Artes de Zagreb (Croacia, 1972). Entre 1973 y 1975 enseñó en la Academia de Bellas Artes de Novi Sad.
Después de mudarse a Ámsterdam en 1976, Abramovic conoció al artista de performance germano-occidental Uwe Laysiepen quien usaba el nombre de Ulay, con con quien compartió parte de su carrera. El objetivo de esos 12 años de colaboración con el artista, que falleció el año pasado, consistió en gestar una entidad artística única e individual, capaz de trascender los límites de lo público y lo privado. El último trabajo que llevaron a cabo se dio en 1988 y consistió en caminar por la Gran Muralla China desde los extremos opuestos para unirse en el centro y desde allí separar sus caminos con una sola palabra: adiós.
En 1997 Abramovic presentó la pieza Balkan Baroque en la Bienal de Venecia, por la que recibió el León de Oro a la mejor artista y ocho años después ofreció en el Solomon R. Guggenheim Museum (Nueva York) Seven Easy Pieces, donde en siete noches consecutivas recreó los trabajos de artistas pioneros de la performance en los años sesenta y setenta, además de dos obras propias, Lips of Thomas y Entering the Other Side.
La resistencia físico-mental y el riesgo tienen, en Abramovic, un nexo en común: el dolor. A propósito de esta artista, escribe Jeanette Fischer que “ella ha sido capaz de utilizar la ritualización de la violencia para crear un lugar en el que puede medir y probar su capacidad de resistir al dolor”. La máxima de Abramovic “Pain is a Door” (“el dolor es una puerta”) muestra el dolor no como un fin en sí mismo, sino como un umbral que, una vez atravesado, libera al sujeto de su tiranía. Declara Abramovic que en el momento en que el cuerpo alinea su estado con el de la performance, se puede empujarlo a realizar “cosas que normalmente no podrías hacer en modo alguno”. De esto se desprende que uno de los grandes objetivos de la performance de resistencia y la performance de riesgo es soportar el dolor el tiempo necesario para que el cuerpo alcance un plano de experiencia en el que el dolor ya no sea sentido.
Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, escribió sobre Abramovic: “Que el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2021 recaiga este año en la figura de la artista serbia Marina Abramovic tiene un doble significado: por una parte, implica un reconocimiento a su trabajo pionero en el ámbito de las artes performativas que cultivó desde los años setenta, convirtiéndola en referente para muchos artistas de generaciones posteriores. En su momento, estas creaciones fueron entendidas por unos pocos y venían marcadas por un espíritu innovador, transgresor, anticipándose a lo que hoy se ha convertido en una manifestación artística casi habitual. Por ello, esto viene a poner en valor, además, la performance y lo teatral como dos elementos centrales del arte contemporáneo. Este, sin duda, tiene un carácter intermedia y busca servir de revulsivo para el espectador, buscar su reacción suponiendo un desbordamiento general de los cauces tradicionales de la cultura que también afectan radicalmente al arte. En esta apelación que hace al público siempre subyace el espíritu crítico, que sirve para buscar la respuesta del otro, ya sea como una reflexión o un cuestionamiento. En este sentido, Marina Abramovic ha contribuido a romper cualquier determinación estética. Para mí ese es su gran valor”.
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