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Mercedes Argaña: “La ética y la integridad son valores colectivos”
Mercedes Argaña. Foto: Gentileza
En los últimos tiempos, en nuestro país, se han visibilizado una serie de hechos antjurídicos que, en cierta manera, han puesto en peligro la soberanía de la nación. Sin entrar en detalles y análisis teóricos sobre las razones del aumento de la delincuencia, que podrían estar vinculados a factores fácticos, se puede inferir que el comportamiento ético de los responsables de algunas funciones sensibles del estado, se ha degradado sustancialmente en la convivencia democrática del país.
El Nacional ha conversado Mercedes Argaña, quien nos ilustra en esta nota la problemática del tratamiento de la ética en las instituciones públicas, como así también la inclusión de la ética en la Educación Superior como un componente transversal. Además, nos presenta un novedoso proyecto de Comunidad de Práctica Docente, con la cual los docentes universitarios tendrán la oportunidad de participar de encuentros de aprendizaje colaborativo con sus pares colegas.
Mercedes Argaña es una profesional de alto nivel, conviene resaltar sus credenciales: Master en Psicología del Trabajo, de las Organizaciones y de los Recursos Humanos (Universidad de Valencia, España) Licenciada en Psicología por la UNA; Especializaciones en Diseño y Formulación Estratégica para la implementación de Políticas Públicas Anticorrupción por el Center for Intercultural Education and Development, Universidad de Georgetown con la UCA; en Ética Pública, transparencia y anticorrupción, por la Universidad Nacional del Litoral y el Centro de Desarrollo y Asistencia Técnica para la Organización Pública; en ¿Cómo enseñar ética, capital social y desarrollo en la Universidad? por el Instituto de Estudios Avanzados para las Américas – INEAM, OEA. Mentora en Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) (Pacto Global – Red Paraguay).
En la actualidad, conforma el equipo de docentes especialistas que colaboran con el Instituto Desarrollo para llevar adelante el Programa Estado de Derecho y Cultura de Integridad en Paraguay con apoyo de USAID.
-El país está pasando por una crisis en cuanto a valores, especialmente en lo que respecta a la ética en las instituciones públicas, ¿a qué se debería este fenómeno?
-Considero que siempre es interesante mirar nuestra historia y los cambios que se han ido dando en Latinoamérica y en nuestro país en las últimas décadas, para poder hacerlo recurro a una ilustrativa publicación titulada “Gestión Pública Iberoamericana para el siglo XXI”, (CLAD, 2010), en esta se expone de manera muy didáctica los legados negativos que marcan la historia de la administración pública en nuestros países, estos son: (1) el patrimonialismo (clientelismo y otras formas de privatización de la esfera pública); (2) el formalismo burocrático; (3) el aislamiento burocrático; (4) la excesiva centralización; (5) la opacidad sobre los datos de interés público; (6) la fragilidad de la gestión pública en el área social; y (7) el déficit democrático.
Para contrarrestarlos se han llevado a cabo importantes reformas, con mayor o menor fuerza según el país que analicemos, por esto hemos visto que los ejes de las reformas administrativas ocurridas en los países latinoamericanos (y en Paraguay) en los últimos quince años se han ocupado de la democratización de la gestión; de la profesionalización de la función pública; de la incorporación de las nuevas tecnologías de gestión (ej. gobierno electrónico), de la gestión por resultados orientados al desarrollo, de las reformas en la administración de justicia y con mayor actualidad, con el desarrollo de gobiernos abiertos.
Todos estos esfuerzos ya forman parte de la tercera generación de reformas (las dos primeras oleadas de reformas tuvieron un corte más eficientista), que se caracterizan por la promoción, junto con las tradicionales reformas jurídicas y sancionadoras, de propuestas de naturaleza preventiva de la corrupción e incentivadoras de la integridad pública, como planes de integridad y anticorrupción, el requerimiento de contar con códigos de conducta ética en las instituciones, entre otros. Este tipo de reformas también puede situarse en el marco de las nuevas tendencias de gobierno y a la crisis de la gobernabilidad tradicional (Villoria, M. Izquierdo, A., 2015).
Al respecto, en el país se cuenta ahora con un Plan Nacional de Integridad y Anticorrupción que marca una hoja de ruta bastante clara con respecto a lo que se debe hacer para fortalecer la infraestructura ética en nuestras instituciones. Habrá que persistir en este camino porque lograr y/o mantener la confianza pública hacia las instituciones es uno de los pilares de la democracia.
-Actualmente, si miramos en particular a las instituciones educativas públicas, puede notarse que varias ya cuentan con manuales de ética, con el fin de fomentarla, ¿qué beneficios trae contar con estos manuales?
-La infraestructura ética y de integridad de un país se construye de manera colectiva, suman todas las instituciones, las públicas, las privadas, la sociedad civil, las iglesias, y otras. Ahora bien, en este conjunto de instituciones, las que se ocupan de la educación tienen un rol muy importante porque en ellas se enseñan competencias para el desempeño profesional y ciudadano y si en nuestras universidades no vivimos ambientes éticos de aprendizaje, si no somos educados cuidando la integridad académica y si no se desarrolla el discernimiento ético, poco se aporta a la construcción de la integridad colectiva. Por todo esto, es muy importante que nuestras instituciones educativas cuiden con esmero la integridad administrativa y la integridad académica en su actuación diaria, para esto es necesario contar con guías que orienten el comportamiento de los miembros de las comunidades educativas, y los Códigos de Ética cumplen esta función.
-¿En este sentido, cómo se encara la formación ética en la Educación Superior del país?
-Un estudio muy importante de la UNESCO [1] identificó que las instituciones de educación superior necesitan mejorar su gestión en aspectos claves como la integridad académica, la enseñanza activa de la competencia ética para poder desarrollar la capacidad de discernimiento ético en la vida profesional y en la vida en sociedad, el desarrollo de competencias ciudadanas, entre otros. Esto no se logra con una cátedra aislada de ética profesional en el último año de la carrera, requiere que intencionalmente se integre la ética en el día a día de la gestión institucional. Los ámbitos susceptibles de integrar procesos de aprendizaje ético son variados, podemos citar los contenidos curriculares; las relaciones estudiantes – profesorado, las formas de organización social en las prácticas de aprendizaje y convivencia, los espacios de evaluación, la integración de prestación de servicio a la comunidad en prácticas de docencia y aprendizaje: aprendizaje servicio, entre otros.
-¿Internalizar de manera colectiva el compromiso con el comportamiento ético en un país considerado como uno de los más corruptos de Latinoamérica es posible? ¿Cuáles serían los pasos para lograrlo?
-Se ha avanzado mucho en comprender cómo mejorar la integridad pública tanto desde una perspectiva sistémica e institucional como desde una perspectiva conductual. En función a la primera hay que trabajar en el desarrollo de sistemas de integridad en cada institución y con la sumatoria de estos esfuerzos a nivel micro se mejorará a nivel macro y viceversa. Al respecto, son muy interesantes las orientaciones recientes como la Carta Iberoamericana de Ética e Integridad en la Función Pública (CLAD, 2018), el Manual sobre Integridad Pública (OCDE 2020), y otros tantos materiales teórico-prácticos muy útiles. Además, a nivel local, el Plan Nacional de Integridad y Anticorrupción impulsado por la SENAC indica con claridad los aspectos a trabajar para mejorar la cultura de integridad en nuestras instituciones, desde un enfoque de gestión preventiva de riesgos de corrupción.
Desde el enfoque conductual también se ha aprendido mucho con respecto a cómo favorecer el comportamiento ético en vez del comportamiento corrupto. Los determinantes sociales del comportamiento ético pueden ser explicados de manera amplia por un concepto: reciprocidad. La reciprocidad es esencial para todos los seres humanos, si alguien recibe un favor, lo devolverá en el sentido de lo recibido. Si recibe bondad, devolverá un acto bondadoso, si recibe una injusticia, buscará venganza. En este caso hablamos de reciprocidad directa.
Cuando deseamos fortalecer la integridad tenemos que desarrollar mecanismos de reciprocidad indirecta, que no son bilaterales. Por ejemplo, se espera que un funcionario público encargado de un proceso de selección de nuevos funcionarios sea objetivo para seleccionar a las personas más idóneas, y no que favorezca a sus amigos. Para esto se necesitan normas compartidas e instituciones formales que las respalden. El principio de la reciprocidad indirecta es que se acuerda servir al interés público confiando en que el interés público también les sirva. Es decir, si soy objetivo en la selección de candidatos y es elegido el que demuestre mayor capacidad, me pasará lo mismo cuando concurse para una promoción.
Además, ya desde la década del 60 se conoce la teoría del triángulo del fraude, esta indica que para que un fraude se produzca deben existir tres elementos: (1) estar en una situación de necesidad (el motivo o presión); (2) disponer de la oportunidad de cometerlo y (3) concluir que es aceptable o estaría justificado el fraude (racionalización) (Cressey, 1961). Por lo tanto, tenemos que evitar que existan oportunidades para llevar a cabo fraudes y reforzar la integridad y la capacidad de discernimiento ético en las personas.
-¿Cómo se puede aportar a este desarrollo de la capacidad de discernimiento ético desde la educación superior? ¿Qué pueden hacer los docentes para lograrlo?
Como señalé previamente, se requiere que la ética no se estudie sólo en una materia de ética profesional al final de la formación, sino que se incluya, transversalmente, en todas las asignaturas.
El desarrollo de competencia ética es un desafío colectivo. La buena noticia es que se ha avanzado mucho en el conocimiento sobre el desarrollo moral y cómo favorecerlo. En general, lo que se recomienda es que se ayude a pensar éticamente al alumno, y para esto más que recitar lecciones se deben experimentar situaciones que podrían presentarse en la vida profesional o social con respecto a las cuales el estudiante debe tomar posición, debe saber cómo resolverlas con conciencia ética. Para este tipo de situaciones de aprendizaje las metodologías activas son la vía regia y ya se cuenta con evidencias razonables, gracias a estudios internacionales, con respecto al valor de estas metodologías para lograr aprendizajes con espíritu crítico.
-¿Cómo se actualizan los docentes universitarios en estas metodologías activas que a nivel internacional se están aplicando?
-Con seguridad se deben estar llevando a cabo diversas iniciativas en esta línea, en particular, tengo el gusto de trabajar en este momento con un equipo de personas en la promoción del uso de este tipo de metodologías como parte de las líneas de acción del Programa Estado de Derecho y Cultura de la Integridad, implementado por el Instituto Desarrollo con el apoyo de USAID, desde el componente de fortalecimiento de la educación superior.
Como estrategia básica, además de ofrecer capacitaciones puntuales sobre estudios de casos, debates, aprendizaje- servicio, aprendizaje en base a proyecto y retos, conformamos una Comunidad de Práctica Docente (CoPD) que buscar constituirse en un espacio de encuentro y de aprendizaje colaborativo entre colegas docentes. Hay mucha soledad en el ejercicio docente, poco espacio para el intercambio con colegas y para aprender de los aciertos y errores de cada cual. Como dice la reconocida pedagoga uruguaya, Denisse Vaillant, tenemos que pasar del modelo de “lobo solitario” al modelo que recupera y pone en valor las prácticas de colaboración y de intercambio.
-¿Está la CoPD está abierta para todos los docentes universitarios? ¿Qué debe hacer un docente interesado en formar parte de la CoPD?
-En este momento la CoPD está dirigida a docentes de las Facultades de Derecho con las que trabaja el Programa Estado de Derecho y Cultura de la Integridad, en el futuro podría abrirse para ser más abarcativa. Pero esto no debe ser una limitación para que los colegas docentes constituyan sus comunidades de práctica y de aprendizaje, esta manera de apoyo entre pares está muy recomendada como una potente estrategia que ayuda a cambios colectivos. Si lo que se quiere es llevar adelante transformaciones importantes en la educación tendremos que juntarnos para pensar creativamente qué poder hacer y motivarnos mutuamente para encarar los proyectos de cambio.
-¿Cómo ve Ud. actualmente la capacitación de los docentes universitarios?
-La capacitación docente es muy necesaria, se ha avanzado enormemente en la comprensión acerca de cómo aprendemos, de lo que es bueno y conveniente desarrollar como estrategias pedagógicas para lograr aprendizajes de calidad, y esto requiere programas, además de cursos de habilitación pedagógica, de capacitación continua para adecuar de manera constante la didáctica según los nuevos hallazgos. En este sentido, uno de los desafíos radicales de nuestro siglo en la educación es que migremos de metodologías que se enfocan en la transmisión de conocimientos e información como objetivo central a metodologías que logren aprendizajes significativos en base a la experiencia y que favorezcan reflexiones éticas sobre lo aprendido.
Ahora bien, en nuestro medio, es imprescindible que además de referirnos de manera aislada a la importancia de la capacitación docente, pongamos en la agenda pública la necesidad de fortalecer la carrera docente en el nivel universitario, hoy se ejerce la docencia con muchas limitaciones, sólo las personas muy motivadas persisten.
-¿Cómo visiona Ud. la Educación Superior en los próximos 5 años ya con nuevo gobierno?
-Hace unos días concluyó la Conferencia Mundial de Educación Superior 2022 de la UNESCO, y como conclusiones de esta publicaron una hoja de ruta “Más allá de los límites: Nuevas formas de reinventar la educación superior”, en la que se exponen los principios y las transiciones necesarias para reorientar la educación superior en la próxima década. Como principios clave que deben orientar esta transformación se citan la inclusión y la diversidad; la protección de la libertad académica; la integridad y la ética y el compromiso con la sostenibilidad y la responsabilidad social.
Estas directrices refuerzan positivamente la importancia de perseverar localmente en las certificaciones de calidad de las carreras, en la incorporación de la formación en base a competencias, en los programas de mejora interna para fortalecer la integridad académica, en las mejoraras substanciales de la carrera docente, en la adopción de estrategias que ayuden a una mayor inclusión, en el desarrollo de programas de aprendizaje-servicio como expresión de la responsabilidad universitaria, en el incentivo a las investigaciones y la internacionalización de nuestras universidades.
Como señalé previamente, tenemos hojas de ruta claras, lo necesario es avanzar hacia dónde es necesario.
[1] UNESCO (2010) Escuelas corruptas, universidades corruptas: ¿Quéhacer?. Francia, Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación.
*Correo electronico: [email protected]
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