El año de la Albirroja

POR Miqueas Cicorio

El 2021 fue uno de los peores años de la selección paraguaya. No solo desde las cifras –ganó apenas un partido en las Eliminatorias Sudamericanas–, sino también desde lo futbolístico. El equipo no mantuvo una idea de juego. Hay veces que los números de la tabla no condicen con lo exhibido dentro del campo, pero este no es el caso.

La falta de inventiva en ataque es una de las facetas que el estratega Guillermo Barros Schelotto tendrá que solucionar para ganar los cuatros partidos restantes.

Al nuevo DT no se le puede reclamar mucho porque casi no tuvo tiempo de trabajo. Pero al cuerpo técnico anterior sí. Con Eduardo Berizzo se exageró en la rotación de los futbolistas. Para plasmar una idea, el equipo precisa de una columna vertebral reconocible. Pero los intérpretes cambiaban en cada fecha de Eliminatorias.

Además, los jugadores pierden confianza cuando no tienen una función fija. ¿Miguel Almirón era extremo o volante de creación? ¿Santiago Arzamendia era lateral o mediocampista? En un partido Alejandro Romero la rompió, pero en el siguiente comió banca. Richard Sánchez jugó de doble seis en todos sus equipos; sin embargo, Berizzo lo colocaba suelto por el centro, en tres cuartos de cancha.

Más que clasificar al Mundial –dependemos de un milagro–, el desafío de la Albirroja para el 2022 es conseguir una identidad. También ser una selección con mayor protagonismo y con un funcionamiento que no dependa de las individualidades.

Las grandes promesas de la Era Martino no rindieron en la Selección así como lo hicieron en sus clubes. Para el próximo Mundial, los hermanos Romero, Miguel Almirón, Gustavo Gómez y compañía ya serán los experimentados.

Es hora de comenzar una transición progresiva hacia la generación que tomará la posta, recuperar el respeto como locales (el 27 de enero se jugará ante Uruguay en la Nueva Olla) y levantar la moral de quienes hoy defienden el escudo.