Agenda Cultural
Milia Gayoso-Manzur: dejarse la piel en la literatura
Milia Gayoso Manzur. Cortesía
Su primera máquina de escribir la consiguió a los 15 años, de Casa Rosada. Desde entonces, no paró. Su ópera prima, Ronda en las olas, fue reeditada (VLM Ediciones, 2021) al cumplirse 30 años de su publicación. La pandemia la encontró también tramitando su jubilación en un medio periodístico y creando su más reciente novela. Me iré llorando hacia el Sur será lanzada bajo el sello de Fausto Ediciones el lunes 30 de mayo a las 19 horas en el Auditorio Bartomeu Meliá, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Asunción (Centro de Convenciones del Mariscal). Este acontecimiento coincide con su cumpleaños número sesenta y, por lo tanto, significa una doble celebración.
Empezó a darle forma a su novela antes del inicio de la cuarentena, en el año 2020. “La fui armando de a poco. Escribía un tiempo, la dejaba reposar, la retomaba”, explica. “Me dejé la piel escribiéndola, durante toda la pandemia”. Dice más: “Recorre los 60 años de una mujer como cualquiera, Gema Pereira, pero no solo es su historia, sino la de muchas que transitan un matrimonio que sienten ya sin futuro”, dice, como sinopsis de su obra que pronto estará en circulación. “La problemática no se reduce solo a este estancamiento, sino a todo el proceso hormonal que ella pasa, a los recuerdos lacerantes de su infancia y la aparición del Covid que le va cambiando los planes de hacer realidad un viejo sueño”.
Hoy Milia divide su día entre los cuidados domésticos y la tienda de libros “Zezé”, de la que es propietaria. Un anhelo largamente acariciado, “Zezé” es también un homenaje al protagonista de Mi planta de naranja lima, del novelista brasileño José Mauro de Vasconselos; su libro favorito. Ese es hoy su nuevo refugio, su taller. Allí concibe actualmente sus historias para el futuro.
Un género con buena salud
Pero, más que por las narraciones que abordan problemáticas propias de las complejas relaciones adultas, Milia es conocida, sobre todo, por su producción literaria dedicada al público infantojuvenil y, en ese contexto, pondera que este género esté en constante crecimiento en nuestro país. “Si mirás hacia el pasado, no había muchos escritores varones escribiendo para los niños y jóvenes. Durante años fueron las escritoras las que producían textos infantojuveniles, poesía, y relatos para ese sector, como Concepción Leyes de Chaves, Gladys Carmagnola, María Luisa Artecona de Thompson, Nidia Sanabria de Romero y Elsa Wiezzel, entre otras. Luego se fueron sumando nombres como Maribel Barreto, Nila López y varias autoras ya de mi generación”, expresa.
“Sin embargo, con los años, no solo creció la cantidad de escritoras, también se sumaron escritores con cuentos y novelas de aventuras. Hoy en día nombres como Nelson Aguilera, Alejandro Hernández y Javier Viveros son sinónimos de literatura para niños y jóvenes, además de obras para adultos. Y por supuesto, también surgieron otras autoras que encaminan su trabajo para este público. No quiero olvidar a nadie, pero nombro a algunas como María Irma Betzel, Lita Pérez Cáceres, Gladys Luna, Teresa Godoy, Noelia Buttice, Mirta Roa Mascheroni, Verónica Abente, María Eugenia Garay y Pati Ramos. Cada una con su estilo y su ternura para llegar a este público alerta y exigente”.
Sigue explayándose sobre el tema, refiriendo que “en tiempos de Concepción Leyes de Chaves, lo poco que se tenía de literatura infantojuvenil estaba en los textos escolares publicados por ella. Sí llegaban del exterior libros de cuentos de autores extranjeros. Con el tiempo, se ampliaron las ediciones nacionales con poemas infantiles, a los que se fueron sumando los cuentos. Cuando publiqué mi primer libro de relatos y cuentos para adolescentes, Las alas son para volar (Servilibro, 2004), no había mucha literatura para los jóvenes. Sin embargo, poco tiempo después comenzaron a sumarse otros títulos similares, incluidas las novelas”.
“Niños y jóvenes enriquecen los textos con sus interpretaciones”
Mantener viva su pasión por los libros, y transmitírsela a los demás, significa para Milia un enorme compromiso y satisfacción. “Cuando miro hacia atrás veo a una niña delgada y de abundante cabellera inventando historias desde pequeña y contándoselas a sus amigas. Luego esa niña es llevada a Buenos Aires donde sus maestras la llevan de la mano a la lectura y a la escritura. Soy resultado de un amor innato a la literatura y la guía paciente de mis maestras argentinas, especialmente de Martha Rodríguez de Díaz. Con tanto ‘abono’ fue lógico que me dedicara a escribir mucho, y de haber tenido más tiempo, lo hubiera hecho más aún”.
Dice sentirse feliz de entregar su aporte para los pequeños lectores y, a la vez, esto le genera un compromiso. “El público para el que escribo en general es un campo fértil, que se nutre de las semillas que plantamos, para luego verdear y florecer”.
Evidentemente, hay algo encantador en escribir con tanta afectividad para iniciar a los niños en el mundo de las letras. “¡Mi relación con los chicos es hermosa! Cuando visito las escuelas o talleres de lectura, ellos me retribuyen con creces lo poco que les doy. Los niños y los jóvenes enriquecen los textos con sus interpretaciones, son capaces de convertir un cuento de página y media en una obra teatral, de danza o reescribir la obra, cambiar o mejorar el final, y hacerme ver que no estaba equivocada cuando elegí este camino”.
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