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Aimé Bonpland y la pasión por el continente americano

Eduard Ender, "Alexander von Humboldt y Bonpland en la selva amazónica del río Casiquiare", ca. 1850

Eduard Ender, "Alexander von Humboldt y Bonpland en la selva amazónica del río Casiquiare", ca. 1850

Aimé Bonpland (1773-1858) fue un naturalista francés que integró la expedición científica encabezada por Alexander von Humboldt en el entonces Nuevo Mundo. Tras realizar estudios en Francia, su pasión por las ciencias naturales lo condujo a América, continente del que se enamoraría. Junto a von Humboldt, recorrió más de diez mil kilómetros entre 1799 y 1804. Primero, desde Caracas hasta las fuentes del Orinoco; luego desde Bogotá a Quito por la región andina; y finalmente una ruta por las colonias españolas en México.

Pese a las escabrosas dificultades de un viaje de tal naturaleza, la expedición cosechó una inmensa cantidad de información de inestimable valor científico para la época: determinaciones de longitudes y latitudes, mediciones de los componentes del campo geomagnético de la Tierra, observaciones diarias de temperaturas y presión barométrica, datos estadísticos sobre las condiciones sociales y económicas de México e inclusive la clasificación sistemática de nuevas plantas.

Bonpland en Paraguay

Hoy sabemos que Bonpland escribía mucho, pero publicaba poco. No obstante, nos dejó un interesante libro, Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente, obra que recoge muchos de los resultados de sus viajes con von Humboldt.

Aunque sus hazañas y sus grandes conocimientos le valieron honores en Europa, con el tiempo su figura fue opacada por la de su compañero expedicionario. No obstante, en toda América Latina se conservan rastros de su paso: un pico en los Andes de Venezuela lleva su nombre, al igual que un calamar en el mar Mediterráneo, un género de plantas y hasta de un cráter en la Luna. También existen revistas, calles y ciudades en Argentina nombradas en su honor.

Luego de regresar a Europa, ya finalizada la expedición con von Humboldt, en 1816 Bonpland tomó la decisión de embarcarse una vez más con dirección al continente americano, ya acompañado por su familia.

Tras varios años afincado en Buenos Aires, se estableció en una antigua reducción jesuita de Santa Ana, cerca del río Paraná, donde se dedicó al cultivo de la yerba mate, la caña de azúcar y el algodón. Según cuenta en cartas, también construyó una destilería, un aserradero, una herrería y un pequeño hospital.

Aunque el establecimiento prosperó, Gaspar Rodríguez de Francia, entonces supremo dictador del Paraguay, lo acusó de espionaje en favor de Buenos Aires y mandó destruir la plantación. Bonpland fue confinado en una finca de Santa María de Fe, de la que solo pudo marcharse recién en 1829. Sin embargo, se negó a regresar a Europa. Se trasladó a São Borja (hoy Brasil) y, cuando la guerra empobreció esa tierra, se mudó a Santa Ana (Argentina), a orillas del río Uruguay, donde tenía a mano bosques para herborizar y campos para sembrar.

A pesar de numerosos golpes de infortunio y reveses de suerte, Bonpland nunca abandonó la tarea de conocer, recolectar, describir y clasificar la naturaleza americana. No solo su vida estuvo rodeada de un aire fantasioso y aventurero, sino también su muerte, acontecida en 1858.

Con el fin de ser embalsamado, ya agonizante fue llevado en carreta desde su hogar a lo que hoy es Paso de los Libres (este de la provincia de Corrientes). Se pensaba conducirlo más tarde a la capital provincial para enterrarlo con honores. Sin embargo, en algún momento, alguien acuchilló el cadáver, lo cual echó a perder el embalsamamiento.

El extraño episodio nunca resultó claro y posee diferentes versiones. Lo cierto es que Bonpland fue enterrado finalmente en el cementerio de Paso de los Libres.

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