Agenda Cultural
La belleza de los objetos abandonados
© María Blanco Conde
Tan solo es una sencilla barca varada en una de las playas del sur de la isla de Gran Canaria, pero si me detengo a pensar sobre ella concluyo que es mucho más que un objeto. Lo primero que me llamó la atención fue su nombre, Asunción. Inmediatamente, me trasladó al centro histórico de la ciudad paraguaya y consigo apreciar lo que tienen en común. Ambas presentan un aspecto similar: abandonado, destartalado y sucio, pero, a pesar de todo, conservan esa belleza difícil de borrar en el tiempo. El salitre hace áspero su aspecto en la barca, y la contaminación y la falta de mantenimiento consiguen lo mismo en las fachadas de las casas antaño señoriales en la capital del Paraguay.
La barca bien podría haber servido para cruzar el mar, como tantas pateras que llegan a diario procedentes de África, llenas de migrantes que buscan un futuro mejor en Europa y que la isla grancanaria recoge como mero punto de paso para saltar al continente. Un flujo migratorio difícil de cortar y que se oculta por miedo a que los turistas europeos, motor de la economía insular, dejen de venir. Comentaba el dueño de un restaurante cercano que la noche pasada habían llegado doscientas almas pero, aunque busques, no aparece su rastro en los medios. Es una ironía: mientras que miro el pronóstico del tiempo para saber si voy a poder disfrutar de un buen día de playa, otros, unas millas marítimas más allá, están pendientes de lo mismo para poder llegar con la marea y el viento favorable, aprovechando la calima de estos días.
Todos, los de aquí y los de allá, estrenamos con ilusión y buenos propósitos el inicio de año. Un año que empieza complicado, pero aquí estoy pensando en los míos y en mis nuevos proyectos que, deseo, me lleven de nuevo a Asunción, a esa isla rodeada de tierra que es Paraguay y que me atrapó desde mi primer viaje por su belleza, su encanto y su gente.
En estos días también compruebo, con inmensa alegría, que, para muchos canarios, Asunción les es muy familiar, porque allá se hizo famosa su paisana Josefina Plá. Aún reviven su historia de amor, su coraje y su creatividad, y se admira esa tierra tan lejana en el tiempo y la distancia.
La barca es, al fin y al cabo, una metáfora. El del difícil equilibrio que la sostiene erguida en la tierra, que no es su elemento, y de un minúsculo madero que le sirve de apoyo. Creo que esa cuña, imprescindible para que no caiga, tiene en la educación y la cultura su réplica en Asunción.
* María Blanco Conde es curadora de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID, Madrid). Es responsable de la museografía de la Colección Museo Julián de la Herrería y profesora de tasación y catalogación de obras de arte Universidad Antonio de Nebrija en Madrid.
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