Agenda Cultural
Los que se fueron en 2021
Agu Netto © Zuca Malky (FB)
Un clásico. El año termina y se impone el recuento, mirar atrás para asumir, quizás, lo que perdimos, y continuar avanzando. El 2021 fue particularmente complejo. La profundización de la crisis sanitaria y la precariedad laboral afectaron duramente a la comunidad cultural, que resistió con todas sus fuerzas y se prepara, pese a la posibilidad de nuevas restricciones a causa de la variante ómicron, a salir adelante. Este año hemos lamentado la muerte, en ciertos casos por COVID-19, de personalidades notables a las que aquí, sumariamente, recordamos.
Romauld Urbaniak (1974) se fue en enero, ni bien iniciado el año. Había nacido en París en 1974 y traía consigo una formación sólida en artes de circo, actuación y performance, adquirida en el Centre Nationale des Arts du Cirque (CNAC) y el Lycée Alain René Lesage. En el transcurso de su aprendizaje tuvo maestros como Raymond Peyramaure, uno de los fundadores del movimiento Nouveau cirque, surgido en Francia hace unos 25 años, al que se asocia la fragilidad como concepto y como sentimiento. “Cuando un artista camina sobre una cuerda –dijo una vez Peyramaure– o cuando hace malabarismos, se pone en una situación de fragilidad y eso desarrolla un cierto esteticismo, ciertos ritmos, ciertas corporalidades”, plegándose a “un lenguaje internacional que reúne todas las culturas humanas y todas las civilizaciones, desde las más primitivas a las más evolucionadas, siempre bajo el signo de la fragilidad”. Romuald Urbaniak concebía el nuevo circo, o el circo contemporáneo, como un arte basado en la fusión entre actuación, danza y malabarismo. Urbaniak conoció también la pedagogía de Jacques Leqoc, para quien el teatro no solo era inseparable de la vida sino que se fundamentaba en ella, y siguió el arte de la escuela de Étienne Decroux, considerado el padre del mimo moderno. En los últimos años, Urbaniak incursionó en el audiovisual, así como en la fotografía, participando en muestras e iniciativas colectivas. Asimismo, realizó asistencia en obras de teatro.
Laura Márquez (1929), pionera del arte moderno en Paraguay, partió en abril. Su trayectoria evidenció dominio de los lenguajes plásticos y osadía formal. Experimentó con todos los medios, materiales y herramientas disponibles, así como con diferentes técnicas. En Una interpretación de las artes visuales en el Paraguay (1984), el crítico de arte Ticio Escobar se refirió así a ella: “Aunque Laura Márquez estudió durante 11 años en la Escuela de Bellas Artes de Buenos Aires, desarrolló un espíritu antiacadémico y versátil y una actitud de búsqueda constante”. Escobar señala que la obra de Márquez “inicia en los años 60 una abstracción que se abre tanto a una imagen suelta y espontánea como a una geometrización basada en ritmos y círculos que, progresivamente simplificados, le acercaron al minimalismo. Sus series de Los peces y Los soles integran diferentes concepciones plásticas y soluciones sobre el fondo de una común preocupación por la materia pictórica y sus alcances expresivos. En sus series de Los ñandutí, desarrolladas a partir de formas geometrizantes, investiga materiales, técnicas (mimbre, varillas de hierro, pinturas) y distintas formas (circulares y esféricas), siempre con un sentido de búsqueda que dio resultados diferentes. Posteriormente realizó diversas experiencias que alternó con pintura. Su serie Seis meses de silencio, basada en la tensión de la tela sobre un relieve del bastidor, constituye una de sus más significativas obras”.
Nila López (1954), partió en abril. “Hay seres difíciles de clasificar en una categoría determinada. Seres de perfil múltiple que expanden sus gestos en direcciones diversas. Nila López era uno de ellos. Poeta, ensayista, narradora, dramaturga, periodista, maestra, editora, presentadora de televisión, actriz, gestora cultural. Un largo etcétera”, escribía Adriana Almada en ocasión de su partida. Ella, Nila, que a los 17 años fundó una escuela con cien alumnos en su Concepción natal, enseñó en numerosas instituciones rurales y de la capital, además de ser alfabetizadora de adultos en institutos penales. Dejó un vasta obra, marcada por la agudeza y la sensibilidad que la caracterizaron.
Clemente Juliuz (1973) dibujaba contra el olvido. El artista nivaclé fallecido en mayo de este año fue parte del grupo de artistas indígenas chaqueños que, impulsados por la antropóloga Verena Regehr, desarrollaron un importante corpus de obra que ha sido expuesto no solo en Asunción, sino también en el exterior. En el documental Soñar el jaguar, realizado por Fernando Allen sobre los dibujantes del Chaco, Clemente decía: “Estoy pensando acerca de la deforestación, me preocupa mucho porque se están terminando los bosques. Dibujo… para que la gente que está trabajando en las oficinas conozca los animales silvestres”.
Bernardo Krasniansky (1951), artista visual, partió en mayo. Dejó un importante volumen de obras, pues su producción fue siempre intensa e incesante. “La obra de Bernardo Krasniansky, recién partido, constituye un enorme conjunto de imágenes que reverberan a lo largo de toda la historia del arte moderno del Paraguay. Aparece en la década de los sesentas cuando, con voz propia, se suma con Ricardo Migliorisi al momento de transgresión y apertura que animaba entonces las artes visuales y las conectaba con otros quehaceres creativos”, escribió Ticio Escobar al conocer su fallecimiento. Por su parte, el escritor Damián Cabrera dijo sobre la última exposición del artista: “En La siesta, de Bernardo Krasniansky, el color no solo viene a enfatizar la secreta cadena semántica que reúne en el interior de un mismo campo –aquí representado a partir de la circunscripción indicada por el habitáculo intervenido– elementos con anatomía propia: una silla, una mesa, un escobillón. Herramientas y muebles retenidos, es cierto, en el parentesco de la austeridad doméstica y la economía formal –la geometría determinada por lo sucinto–, pero, no obstante, revestidos de excepcionalidad y extrañeza a partir de la infiltración turquesa que también los disuelve e integra entre sí y con su medio”.
Rolando Rassmusen (1942) se fue en junio. Su obra cruzó los ámbitos de las artes escénicas y la moda, y desarrolló una particular iconografía basada en el juego de colores y texturas. Su labor, orientada tanto a la escenografía de ballet, ópera y teatro, como al arte de la performance y la moda, asumió el sello particular de moverse libre y audazmente en ámbitos visuales diferentes, pero vinculados entre sí. Vivió y trabajó en Alemania, alternando su estadía con regulares viajes a otros países, especialmente al nuestro. A lo largo de su carrera, vistió a bailarines, teatristas y modelos con creaciones que vinculan el arte corporal y los sonidos.
Ramón del Río (1937) también nos dejó en junio. Su partida sacudió a la comunidad cultural y dejó en duelo el teatro, donde desplegó su talento en obras memorables, como Yo, el Supremo, inspirada en la novela de Augusto Roa Bastos y dirigida por Agustín Núñez. En la pieza, su personificación del Doctor Francia le valió el Premio Internacional Molière en 1991. Actuó en más de un centenar de obras, algunas de ellas importantes producciones de Brasil, Colombia y España. Fue, asimismo, el actor principal de la película Hamaca paraguaya, de Paz Encina, en cuyo corto Viento Sur tuvo actuación destacada. También es recordado por los personajes que encarnó en la serie televisiva Sombras en la noche. La directora teatral Raquel Rojas escribió, en ocasión de su fallecimiento: “Y aquí nos quedamos tristes, como astronautas solitarios en una noche espacial, añorando verlo desde alguna estrella a este último Quijote desgarbado, caminante empedernido de su ciudad gótica, de vozarrón de actor dramático y bromas pesadas de niño, con su eterna sonrisa de hombre bueno”.
Carlitos Vera (1948) se fue en agosto. Conocido como “el hombre de las mil voces”, fue uno de los mayores humoristas y artistas populares del Paraguay. Su carrera de imitador y humorista comenzó en los años 60, en un evento festivo en la parroquia “Las Mercedes”. Luego participó del programa La Fonda de Ña Filomena en Radio Comuneros y, desde entonces, no paró hasta convertirse en una gran estrella. Sus presentaciones, tanto en teatro como en radio y televisión, concitaron siempre gran cantidad de espectadores, que celebraron su versatilidad escénica y su humor incomparable.
Agu Netto (1975) nos dejó sorpresivamente una tarde de septiembre. Tenía solo 46 años y muchos proyectos. Poseedor de una mirada aguda, concebía el cine como un proceso de formación, creación, producción, difusión y recopilación. Era enfático al afirmar que “hacer cine implica trabajar, leer, pensar, debatir y analizar cine (narrativas, filmografías, crítica); cine no es TV, cine no es spot, cine no es videoclip, audiovisual no necesariamente es cine. Si quiero ganar un partido de fútbol de campo, no traigo jugadores de futsal; si quiero ganar un partido de tenis, no traigo jugadores de squash o padel. Si quiero ganar, entreno”. Cinéfilo de nacimiento, como él mismo decía, había estudiado realización de documentales en Cuba y cursado seminarios de guion en Argentina. Fue programador fundacional de la TV Pública en sus inicios, y produjo y dirigió largometrajes y cortometrajes de ficción. Fue seleccionado dos veces para el Talent Campus Berlinale-Bafici. Su obra Otra Mano. La música sale de adentro acaba de ganar el “Premio Especial” en la edición 2021 del Babel Film Festival (BFF) en Cagliari, Italia.
Robin Wood (1944), el creador de inolvidables personajes de cómics que alimentaron la imaginación de varias generaciones desde la década del 70, nos dejó en la noche del 17 de octubre. Se había criado escuchando los cuentos ingleses de una abuela que no hablaba español. Tuvo una infancia de pobreza y orfanatos y, tras una primera y prolongada estancia en Buenos Aires, se lanzó al mundo con avidez de aventura. Dejó una prolífica obra, traducida a varios idiomas y puesta en imagen por artistas de diversos países. Fue una producción apreciada por personalidades como Umberto Eco y extensamente difundida a nivel internacional. En nuestro país fue muy querido y admirado, particularmente por un grupo de guionistas y dibujantes que recientemente lo homenajearon con un álbum hecho en Paraguay que narra las historias de uno de sus personajes favoritos, Dago.
Rubén Sapena Brugada (1940) fue un hombre multifacético: arquitecto, diplomático, docente y promotor cultural. Dedicó gran parte de su vida al apoyo y difusión del arte y la cultura en Paraguay, siendo una figura muy apreciada en el ambiente local. Quienes lo conocieron lo recuerdan como un hombre de gran nobleza, de conversación inteligente y absoluto compromiso con el desarrollo de la cultura. Tras dedicarse a la carrera diplomática, fue asesor de la Casa Bicentenario de las Artes Visuales y de la Música, así como de la Casa Bicentenario de la Literatura “Augusto Roa Bastos”. También dirigió la Casa Bicentenario del Teatro “Edda De los Ríos” y el área de extensión cultural de la Universidad del Norte. Fue, asimismo, autor de narrativa.
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