Agenda Cultural
Sobre el periodismo y el arte de mirar
En el Día del periodista resulta oportuno reflexionar sobre la conexión particular entre periodismo y literatura. Mucho se ha escrito sobre el tema y, tanto en Paraguay como en el mundo, sobran los ejemplos de escritores que han hecho del periodismo su oficio, y a la inversa. El argentino Jorge Asís, por ejemplo, reconoció más de una vez que su narrativa se nutrió de la crónica policial, un género de prensa que correctamente cultivado puede generar verdaderas perlas, y Tomás Eloy Martínez, también argentino, consideraba que todo periodista es potencialmente un escritor.
Pero si hay una figura que produjo una renovación en el abordaje de los temas y el tratamiento de “las historias”, es la del escritor estadounidense Tom Wolfe (1930-2018), padre del “nuevo periodismo”. Wolfe, de quien el propio Gilles Deleuze dice, citando a André Bay, que “plasma por escrito toda América en tanto en cuanto esta pueda caber en la experiencia de un único hombre”, es materia de estudio tanto en escuelas de literatura como de periodismo.
A continuación compartimos un breve texto de Leila Guerriero incluido en su libro Zona de obras, que aborda con lucidez y elegancia la cuestión.
¿Qué es el periodismo literario?
“Pero para ver no solo hay que estar; para ver, sobre todo, hay que volverse invisible.
“El periodismo narrativo se construye, más que sobre el arte de hacer preguntas, sobre el arte de mirar. La forma en que la gente da órdenes, consulta un precio, llena un carro de supermercado, atiende el teléfono, elige su ropa, hace su trabajo y dispone las cosas en su casa dice, de la gente, mucho más de lo que la gente está dispuesta a decir de sí.
“En su libro El nuevo periodismo, Tom Wolfe decía que ‘cuando se pasa del reportaje de periódico a esta nueva forma de periodismo […] se descubre que la unidad fundamental de trabajo no es ya el dato, la pieza de información, sino la escena […] Por consiguiente, tu problema principal como reportero es, sencillamente, que consigas permanecer con la persona sobre la que vas a escribir el tiempo suficiente para que las escenas tengan lugar ante tus propios ojos.
“¿Por qué la periodista americana Susan Orlean estuvo dos años enterrándose en pantanos de la Florida para contar la historia de Laroche, un ladrón de orquídeas sobre el que escribió el libro llamado, precisamente, El ladrón de orquídeas? ¿Por qué el periodista argentino Martín Caparrós se subió a un auto en Buenos Aires y recorrió 30.000 kilómetros por el interior de la Argentina para escribir un libro que llamó, precisamente, El Interior? ¿Porque no tenían nada que hacer? ¿Porque les pareció la manera más apropiada de pasar el día de su cumpleaños, la mejor excusa para no ir a la fiesta de casamiento de un amigo, la manera más cómoda de no aburrirse? Lo hicieron, creo yo, porque solo permaneciendo se conoce, y solo conociendo se comprende, y solo comprendiendo se empieza a ver. Y solo cuando se empieza a ver, cuando se ha desbrozado la maleza, cuando es menos confusa esa primigenia confusión que es toda historia humana –una confusa concatenación de causas, una confusa maraña de razones–, se puede contar”.
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