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23 años de la partida de Halldór Laxness, Nobel de Literatura 1995

Hoy, 8 de febrero, se cumplen 23 años del fallecimiento del escritor islandés Halldór Laxness, quien obtuvo el Premio Nobel de Literatura 1995 por una obra cuyo “poder vívido y épico ha renovado la gran narrativa islandesa”.

Halldór Kiljan Laxness nació en 1902 en Reykjavik, pero se crió en el campo. Desde los 17 años viajó y vivió en el extranjero, en el continente europeo, y fue particularmente influenciado por corrientes como el expresionismo y el surrealismo. Durante su primera veintena pasó por un período religioso, en el que se convirtió al catolicismo. Después de una visita a los Estados Unidos se interesó por el socialismo, ocurriendo un cambio notable en sus escritos posteriores, inclinados hacia pensamientos de desacuerdo político.

Sus principales obras, que han hecho que se lo considere el escritor islandés más importante del siglo XX, son El hijo de la naturaleza (1919), El gran tejedor de Cachemira (1927),  la trilogía La campana de Islandia (1943-1946), Heroica (1952) y El paraíso reencontrado (1960), y En el interior de la casa (1975-1977). Es autor también de obras teatrales (El juego de la chimenea, 1961; El banquete de las palomas, 1966).

Partió a los 95 años en un centro hospitalario en las afueras de Reykjavik. El itinerario vital de Laxness es paralelo al de la nación islandesa hacia la independencia, que él acompañó a través de sus obras. Fue un controvertido personaje en su país por su compromiso con el comunismo durante la guerra fría y sus posturas radicales.

Compartimos un poema de Laxness, publicado originalmente en el libro Gente independiente, en traducción de Floreal Mazías.

Huésped de Gunnvor
nadie fue
con ropas hermosas;
lo lleva hasta el ígulvatn,
tralalalá.
La sangre enrojece la hoja,
duerme, criatura, ya.

Huésped de Gunnvor nadie fue
con caballo de raza;
cómo brilla la espada,
tralalalá.
La sangre enrojece la hoja,
duerme, criatura, ya.

Huésped de Gunnvor nadie fue
con sangre humana;
nadie con tuétano en los huesos,
tralalalá.
La sangre enrojece la hoja,
duerme, criatura, ya.

Huésped de Gunnvor nadie fue
que temiera a Dios,
me rompió las costillas, la pierna, la cadera, los huesos de las manos,
ay lalalá.
La sangre enrojece la hoja,
duerme, criatura, ya.

Si en Kólumkilli confías,
así te llamará:
tuétano y sangre, tuétano y sangre,
y trololó.
La sangre enrojece la hoja,
duerme, criatura, ya.

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