Agenda Cultural
Teatro en pandemia: rechazo de falsos paradigmas
"Nombre". Dirección y dramaturgia: Paola Irún © Clari Lezcano
No nos caímos, no nos levantamos, ni nos reinventamos. El teatro, en cuanto arte de la performatividad, nunca dejó de estar. Estuvo, en sus inicios, en el ritual, en la representación, en la presentación y hasta en la vida cotidiana misma. El sociólogo Erving Goffman habla del carácter performativo de la vida cotidiana, donde el individuo se presenta y asume varios roles dependiendo de contextos –escenarios– determinados. El análisis que desee realizarse orientará los enfoques.
La crisis sanitaria tras la propagación del Covid-19 –esto se ha dicho mil veces– desnudó realidades de diferentes sectores. Uno de los más golpeados ha sido el de las artes escénicas, que evidenció la falta de compromiso de las instituciones y organizaciones, que lleva larga data, en cuanto a la construcción de un marco jurídico que regule la labor artística: una Ley del Artista, que permita que el Estado reconozca al actor, al bailarín, al músico, al intérprete, al pintor y al escultor, entre muchos otros, como trabajadores; y una Ley del Teatro, que parece nunca haber sido una prioridad, salvo algunos esbozos que se trataron en la Mesa Técnica de las Artes Escénicas (Secretaría Nacional de Cultura), espacio de carácter consultivo pero, en la experiencia, más diletante que operativo y que con la pandemia acrecentó el efecto que producen las aguas de borrajas. Si ambas leyes estuvieran vigentes hoy, la crisis no golpearía tanto a los artistas.
Hemos hablado antes de la cuestión performativa en la vida cotidiana. La convención no se da en este caso, como sí se da cuando un público asiste a una obra de teatro en un espacio determinado. El teatro contemporáneo nunca pensó que habría un cambio de roles tras la implementación de las nuevas tecnologías. Antes de la pandemia, estas tecnologías fueron instrumentalizadas en pro de la escenificación para enriquecer mensajes con novedosos efectos y profundizar aspectos visuales que en la puesta tradicional no se podían observar: proyecciones, videos, 3D, animaciones, sonido expandido, iluminación, entre otros; todos ellos signados por la concepción de «dispositivo» que instala Agamben como estrategia para unir lo dicho con lo no dicho y que articula nuevos lenguajes escénicos.
Luego de la pandemia se da la vuelta la tortilla: el trabajador teatral, para mitigar la falta de trabajo que suscita el confinamiento, acude a las tecnologías para proyectar su labor. Hemos tenido, forzosa y dolorosamente, que pasar por alto la naturaleza convivial que implica el espectáculo y mirar cómo un abismo oscuro y profundo se abría entre el intérprete y un público que en los últimos años, con mucho esfuerzo, fue creciendo conforme aumentaban las producciones.
El Premio Edda de los Ríos, organizado por la Liga de Difusores Culturales de Asunción, que empezó en 2019, surgió ante el auspicioso incremento de actividades en la agenda cultural. Alentó nuevas producciones, visibilizó elencos y artistas y homenajeó trayectorias. Si bien hizo su edición virtual en 2020, la segunda, esta presentó luces y sombras. Se celebró la edición y el esfuerzo, no así errores de concepto como colocar en la categoría musical una obra que optó por el play-back y otra con actuación en vivo, quedando la primera como ganadora. Las postulaciones tampoco fueron respetadas: en labor dramatúrgica, Vientos de verano de Daniel Gómez, quien además publicó la obra en libro y la vendió en las funciones, no fue seleccionada en la categoría de guion. Este hecho apena bastante debido a que las publicaciones de obras de teatro son rara avis en el contexto paraguayo. Falencias similares fueron replicadas en otros casos en el marco del mismo certamen; no obstante, se augura devengan aprendizajes en atención al valioso esfuerzo de honrar la labor teatral paraguaya.
La Semana del Teatro fue otro logro fruto del esfuerzo. Anualmente organizada por el Centro Paraguayo de Teatro (CEPATE), esta vez tuvo que hacerse online y convocó obras estrenadas en 2019. Asimismo, tuvo lugar la 19ª edición del encuentro internacional de danza y artes contemporáneas Crear en libertad, también en modalidad virtual, con novedosas propuestas escénicas y talleres para todo público. Muchas de las creaciones presentadas en la programación tuvieron lugar durante la pandemia, lo cual es meritorio: creación sin restricciones. Encarnación tuvo su Festival Internacional de Teatro, que ya va por la séptima edición, reuniendo en forma virtual a artistas y elencos de países americanos, constituyendo un hito fundamental que nos acerca a la noción de la descentralización. Actividades académicas, charlas, seminarios y talleres virtuales fueron organizados por importantes centros culturales como el Juan de Salazar, que ofreció el taller de crítica de las artes escénicas Edda de los Ríos, a cargo de José Vicente Peiró, en alianza con la compañía Rara Avis; y el taller de aproximación al Teatro Épico, a cargo de Arturo Fleitas, en alianza con Teatro Menguante. El Teatro de las Américas permitió la escenificación de obras que convocaron al público en aforo reducido y el Instituto Cultural Paraguayo-Alemán impulsó obras que se han llevado a escena.
Por otro lado, hay una realidad que quedó al desnudo este año: la necesidad de construir, desde el sector público, institucionalidad teatral con gestores culturales y técnicos cualificados, capaces de organizar una programación anual producto de una planificación estratégica, operativa y pragmática, con la debida antelación para convocar a elencos y producciones, como sucede en los centros culturales del exterior. Asimismo, ha quedado en evidencia la necesidad de implementar políticas que favorezcan los espectáculos, evitando la erogación de siderales sumas de dinero en concepto de alquiler de sala, por horas, hecho que reduce espacios emblemáticos del teatro a la simple condición de centros de eventos. En síntesis, necesitamos un modelo de gestión digno de ser replicado en las diferentes instancias, como puede apreciarse en el caso de la Red de Espacios Culturales del Paraguay, que articuló diferentes esfuerzos a lo largo del territorio nacional, y la red de Espacios Culturales del Centro Histórico de Asunción (EsCuCha) que, aglutinando espacios de resistencia y autogestionados como Literaity, Nhi-Mu Teatro, Casa Karaku, La Caósfera, Casa Fem, Multiarte, Obradora Cultural, Mango Tango, El Teatrario, La Chispa y La Casa 1073, entre otros, nutrió la agenda asuncena con propuestas de todo tipo.
Hablando de gestión, se ha valorado la rápida respuesta de la Dirección General de Cultura y Turismo de la Municipalidad de Asunción con respecto a los Fondos para las Artes Escénicas que, con presión de las organizaciones y gremios, se pudo desembolsar y reprogramar, actitud que debe ser replicada en las otras dependencias de esa dirección. Estos fondos fueron sustantivos para el impulso de producciones escénicas, a los que se sumaron criterios y condiciones flexibles como permitir la proyección de obras en diferido, online, lo cual resultó beneficioso para los elencos, sin contar con que el registro audiovisual de obras tiene un elevado costo.
Los trabajadores y las trabajadoras del sector de las artes escénicas izaron la bandera de la resistencia y plantaron cara a la posibilidad de desaparición de la labor ante la ausencia de público. Varios elencos, para contrarrestar los efectos negativos, reformularon la producción y migraron a la plataforma virtual, como hemos dicho, en perjuicio de su naturaleza espectacular, aquella que convoca a un público presencial. Notables obras tuvieron lugar virtualmente, significando una hazaña enorme cuando que debían asumirse nuevos costos para el uso de las nuevas tecnologías (cámaras, edición de video, proyección en diferido, uso de plataformas, etc.). Cuando comenzaron a flexibilizarse las medidas, el teatro «presencial» (entrecomillado adrede por tratarse de una redundancia que, excepcionalmente este año, tiene sentido) tuvo lugar. Con aforo tristemente limitado, subió el telón. No obstante, a pesar de las restricciones, cabe destacar la presencia de público deseoso de ver obras, que estuvo presente y alentó al elenco. Es un aspecto positivo que, auguramos, retorne con fuerza en 2021.
Hace unos años algunos artistas locales de teatro, satanizando la palabra «política», la desapegaban del quehacer teatral con el «yo hago teatro». Pretendieron contrarrestar el carácter político del teatro que ya se instalaba en Los persas de Esquilo, que asume un rol, por qué no decirlo, «proselitista». Ni contar con el teatro «político» de Lope, Shakespeare, Ibsen, Brecht, Piscator, Weiss… En fin, una paradoja que un año como este nos replanteamos. El teatro asume en Paraguay, tardíamente, un carácter político. Ya lo dice Juan Mayorga: «El teatro es un arte político. El teatro se hace ante una asamblea. El teatro convoca a la polis y dialoga con ella. Solo en el encuentro de los actores con la ciudad, solo entonces, tiene lugar el teatro. No es posible hacer teatro y no hacer política». Con ese principio, que debe ser admitido por los hacedores del arte, el teatro paraguayo podrá ser reivindicado en 2021 en aras de recuperar su naturaleza, sin el artificio de lo virtual, y valorar todo lo que ello comporta y la capacidad que, como acontecimiento social, tiene al momento de modificar la vida de los individuos.
Que el 2020 sea, para los que siguen, un año de aprendizajes para, unidos, encarar los asuntos pendientes que las instituciones, organizaciones y gremios tienen con el sector, sin que medien intereses egoístas y malquerencias. Que los errores sean sanamente asumidos y se dejen en manos de los más capaces las garantías de mejorar las condiciones sociales de los artistas, y así, impetuosos, dejar de cantar, mirando el vacío, somewhere over the rainbow way up high…
*Julio de Torres es actor, narrador, poeta, dramaturgo e investigador en artes escénicas.
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Aníbal Cardozo
31 de diciembre de 2020 at 12:27
Estimado Julio de Torres:
Considero excelente el artículo sobre el panorama teatral del 2020 en nuestro medio, ensombrecido, aunque no tanto, por las circunstancias atípicas que nos impuso la pandemia.
Encuentro muy adecuadas las reflexiones de contextualización del arte dramático en términos generales y también la bajada de lupa hacia nuestra realidad asunceña en el recuento teatral del año que se nos va.
No es común encontrarnos con reflexiones críticas de esta laya en los periódicos de nuestro medio.
Felicitaciones.
Aníbal Cardozo