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Opinión

¿Fetichismo o culto a la personalidad?

POR Martín Ramírez Machuca
Dr. en Lingüística, Lenguas, Filosofía, Educación y Didáctica. Universidad de Kiel, Alemania.

La historia nos recuerda los errores del pasado cada momento, pero debido a la vorágine de la vida, del trabajo de supervivencia diaria no nos da chances para detenernos y analizar las señales que tenemos en frente. Nuestra larga historia es la historia con la dictadura, no solo Paraguay, sino casi toda Latinoamérica, y no muy pocos países de Europa, que en alguna forma compartían los mismos elementos que solidificaban y alentaban la paranoia idealista de un Estado totalitario.

Uno de esos elementos es el tan fosilizado en nuestro ámbito político: el culto a la personalidad, que se ha instalado durante mucho tiempo en nuestra constelación política. Es interesante recurrir al origen de este elemento: de acuerdo al diccionario soviético de filosofía, este elemento se describe como una ciega inclinación ante la autoridad de algún personaje en especial, este elemento radica en una concepción idealista de la evolución de la historia, y no precisamente en la voluntad de las masas, sino en el deseo de los referentes importantes de la política, sean estos caudillos, militares, héroes de guerra, empresarios exitosos, etc.

En psicología se puede hablar de fetiche o fetichismo como el culto a un objeto material que puede ser venerado como ídolo. En esta orientación, el fetiche implica idolatría y ha sido y es utilizado por muchas religiones, tribus y grupos sociales. El fetichismo es universal, no es un fenómeno actual ni moderno, sino que está impregnado en nuestra evolución misma. En situaciones normales, cada individuo tiene su fetiche incorporado en sus vidas, sin que quizás lo note. Hay personas que no puede salir de la casa si no llevan un llavero de cierto color o una caja de chicles en el bolsillo, ejemplos muy sencillos para entender este interesante fenómeno que tiene varias aristas.

En estos últimos días se han vislumbrado estos dos fenómenos que nombré como disparador para encontrar algún hilo conductor a la idea del culto a la personalidad y fetichismo, y  si realmente están vinculados con el espectro actual de nuestra política.

Es casi patológico lo que sucede actualmente con la figura de expresidente, pues durante sus años de gobierno era el centro de atención, como es normal con todos los jefes de Estado, pero en su caso, fue más allá del mero hecho de ser un gobernante, sino que se ha rodeado de aduladores, que le succionaban la sangre (plata) como garrapatas, como lo había mencionado un referente de la ANR. Quizás el fenómeno del culto a la personalidad estuvo invisibilizado durante esos años de gobierno y no se ha podido identificar como tal. Pero, luego de terminado el periodo presidencial, se han aflorado estos fenómenos nombrados en varias etapas de estos últimos años.

En estos últimos meses de guerras mediáticas ha aflorado la ceguera de los acólitos que siguen al expresidente. Se vio, se oyó y se testificó a través de una transmisión  en los medios de prensa: “La hora es la hora” fue la frase que atestigua en cierta manera la ceguera de un grupo que aplaudió  como focas el jeja’o que le dio Cartes a su candidato presidencial. ¿Es esto culto a la personalidad? ¿Es esto visibilidad de un fetichismo hacia una persona cosificada? Se puede inferir que hay ciertas características de los fenómenos nombrados en las últimas manifestaciones públicas, pues desde mi perspectiva, el colectivo que le sigue al “líder” de la ANR,  a pesar de las fuertes y graves acusaciones que pesan sobre él, sigue maravillado por su presidente.

Esto nos hace recordar  la patética frase “hasta las últimas consecuencias“ que sostuvo a Stroessner en el poder por mucho tiempo, pero al son de la canción del “Sol”, Luis Miguel: “de pronto flash”, el golpe de Estado oscureció la memoria y borró el chip de millares de seguidores. De la noche a la mañana, todos sufrieron amnesia, un político de renombre de esa época se pegó un tiro en la boca, pero con tanta mala suerte que sobrevivió al denigrante y cobarde acto.

Lo que me pregunto es: ¿hasta qué punto este fetichismo social o este culto a la personalidad que se ha generado alrededor del expresidente podrá sostenerse en caso de que las acusaciones que pesan sobre él sean verdaderas?

Nuestra sociedad debe avanzar en su evolución cognitiva, es inadmisble que toda una nación esté pendiende de una persona que, a la postre, está trancando el desarrollo de las actividades cotidianas del ciudadano, y de yapa, la economía podría tener efectos colaterales.

El asunto actual que envuelve al expresidente es monotemático, espero que después del 30 de abril la cosa cambie para bien de la sociedad.

Lo esencial es que este expresidente pueda alejarse de los hilos del poder y dejar que el país avance para que en algún futuro no muy lejano pueda dar una mejor calidad de vida a sus hijos.

 

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