Opinión
El que nada debe, nada teme
Cuando se torció el camino para que el actual presidente de la ANR entrara como candidato para el sillón presidencial y, además, un individuo que nunca votó en su vida, se inició la hecatombe que actualmente la ANR está viviendo. Tras las duras sanciones que el Departamento del Tesoro de los EE. UU. le aplicó al Grupo Cartes, saltan las consecuencias de dicha sanción.
En una acción que se podría interpretar como cobarde, Horacio Cartes trata de resguardar sus empresas y le da las espaldas al partido que alquiló durante sus cinco años de gobierno, el cual se caracterizó por el edeudamiento sistemático del Estado, con el asesoramiento de su actual “secretario” y candidato a la presidencia de la República, Santiago Peña, quien sigue perifoneando la cantinela de que Paraguay debe seguir endeudándose. Otro plan de gobierno no se le escucha, aparte de las viejas y populistas canciones que dicen que “Vamos a estar mejor”.
Ante la presión, quizás por lo que se le viene encima, don Horacio se aparta tranquilamente de sus grandes empresas, las cuales cedería a otras personas para su administración. Según se puede leer en los medios, la única solución transparente es que las empresas del grupo sean vendidas y controladas fehacientemente por los órganos de control financieros del país, caso contrario, la joda seguirá y nuevamente el pueblo saldrá ninguneado y burlado como hasta ahora este individuo lo tiene desde que se afilió como acérrimo colorado.
En los medios de prensa y en las redes sociales llueven los pro y contra cartistas, unos alegan que la acción de traspasar es para salvaguardar los puestos de trabajo de los empleados. Me parece noble y justo, pero creo que la ley de la oferta y demanda se encargaría de eso. Lo que podría pasar en un peor escenario es que este grupo pida auxilio al ya esquilmado Estado para que solucione sus problemas. No será la única ni la última vez que ocurra un salvataje a inocentes compatriotas por parte del Estado.
Lo triste, lamentable y deshonroso es que las autoridades de la ANR no se han sacudido ante esta nueva bomba, ¿implicaría esto una complicidad con su actual líder? Fuerza Republicana es el movimiento antagónico de Honor Colorado, hasta ahora, según entiendo, no se ha dicho una sola palabra para poner en orden las cosas en ese hegemónico partido, excepto que Nicanor Duarte Frutos, como es su costumbre, arengó a los correligionarios hace unos días con un discurso histriónico que ni él habrá entendido lo que quería decir. En estos casos, se acompaña o no se acompaña es el tema, y no con tibiezas: “Te acompañamos, pero bajo ciertas cláusulas”. No pasó de ser una anécdota más dentro de la histora de este partido.
El único movimiento que se animó a encararle y exigirle al actual presidente que renuncie a la presidencia fue el Movimiento Nueva República; no el de Euclides, quien se apropió de esta marca, sino el original, el auténtico movimiento liderado por el Dr. Edmundo Rolón Osnaghi.
En la ANR existe una tendal de movimientos independientes; estimo que no todos estos movimientos comulgan con la actual conducción de la ANR, bajo la batuta de un “significativamente corrupto” y sancionado por el Departamento del Tesoro de los EE. UU. Esto no es ficción ni chisme de pasillos, sino hechos concretos que ya fueron oficializados por la representación diplomática del país del norte.
“El que nada debe, nada teme”, reza un adagio popular. Si este individuo no ha hecho nada malo, si no ha tenido ni tiene vínculos con fuerzas fácticas, ¿por qué se ha apartado de la dirección de sus empresas? ¿Por sus empleados? Me permito dudar de la sinceridad de este personaje que ya está haciendo mucho daño al país, a su gente, que ya está harta de vivir en vilo diariamente, ha amo apópe, que todo esté vinculado a una sola persona.
Lo triste y patético que se puede observar en estos días, de acuerdo a las publicaciones de los medios, es que la estructura que había montado este señor ha permeado en varias instituciones estatales, que hasta hoy día no se han manisfestado para ocuparse del problema con el fin de reordenar el caos financiero y político que este avenido a “político y mesías” actualmente está sometiendo a la nación.
Es hora de que la ciudadanía empiece a creer en sus instituciones, especialmente en aquellas que tienen que velar por el Estado de Derecho.
Bajo ningún sentido la nación puede estar subyugada a un solo individuo y que de él dependa el siguiente paso a seguir.
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