Opinión
Resultados de las negociaciones para nuestro planeta, ¿qué decidimos en Egipto?

En un planeta en crisis climática, en el cual el cambio en clima lo estamos viviendo casi día a día y existen más evidencias concretas de que estamos alterando el clima en condiciones que cada vez se nos hará más difícil revertir, las autoridades mundiales se reunieron en Egipto en la Conferencia de las Partes número 27 de la Convención Marco para el Cambio Climático y con todas las expectativas surgidas en Glasgow en la COP 26, creo que la recordaremos como la COP que no llenó las expectativas y los avances y los compromisos no son muy promisorios. En todas estas reuniones se intenta ser positivo y mostrar las esperanzas y las posibilidades de éxito, pero ya al ingresar a la COP, los países menos desarrollados y los de economías en transición manifestaron la urgente necesidad y concreta ayuda para soportar la peor parte de los impactos climáticos generados por la contaminación de carbono de países con altas emisiones como los Estados Unidos.
Luego de las negociaciones y debates, apareció una promesa de último momento, la de un fondo de “pérdidas y daños”, en el que las naciones desarrolladas brindarían asistencia financiera a las naciones en desarrollo afectadas por un desastre climático. Queda por ver si este fondo termina siendo más un símbolo de progreso en la justicia climática en lugar de una solución sustantiva. Es importante que las naciones con altas emisiones estén dispuestas a aceptar cierto nivel de responsabilidad financiera por los impactos en las poblaciones vulnerables; sin embargo, el fondo sigue estando mal definido, sin especificar cuándo entrará en funcionamiento o cómo se financiará, o incluso plazos en cuanto a cuándo se podrían decidir esas cosas; mientras tanto los desastres climáticos siguen evidentes, se exacerban y los sectores en mayor vulnerabilidad son los que más expuestos están.
Debemos, claro, adaptarnos y hacer que haya adaptación en nuestros países, de lo contrario los sistemas menos protegidos y resilientes estarán sufriendo, con pérdidas económicas, sociales y ambientales. Sin embargo, no adoptar medidas de mitigación que sean concretas, hará que sigamos siendo afectados severamente por los cambios climáticos y debamos seguir reaccionando a lo que otras naciones y nosotros mismos hacemos para empeorar las condiciones climáticas y los eventos climáticos extremos. Urge que adaptación y mitigación vayan de la mano. De aceptar las grandes o pequeñas migajas de un Fondo más nos permitirá adaptarnos, pero no será esto un fondo para alargar la supervivencia de un sistema en crisis, en el cual no hay una real convalecencia del planeta, ¿para favorecer a unos pocos en detrimento de la gran mayoría y toda la vida en el planeta? Urge que concretemos el corte y reducción de las emisiones derivadas de uso de combustibles fósiles, que detengamos la deforestación y la degradación de los ecosistemas naturales, y que existan compromisos reales hacia energías renovables.
La alimentación de un planeta con población en aumento y la seguridad alimentaria requieren de tecnologías que no siempre están disponibles, la agricultura y la industria en sentido amplio incorporando la ganadería, la pesquería, los bosques requieren de inversiones en investigación y desarrollo que busquen la sustentabilidad en todos aquellos insumos que como sociedad necesitamos. Si bien muchos colegas creen que a la biodiversidad le va a ir mejor, no estoy tan convencido, una cuestión es la inversión directa sobre biodiversidad y ecosistemas y otra es el efecto indirecto que muchas de nuestras acciones tendrán sobre la vida en el planeta. Estos temas se debatirán en Toronto en la próxima Cumbre de Biodiversidad, pero lo cierto es que si no vemos a la naturaleza como un aliado esencial para asegurar un futuro habitable para nuestro planeta, su rápida pérdida va a exacerbar los impactos climáticos y nos va quitar esfuerzos, valores y alternativas para nuestra capacidad de brindar soluciones como las soluciones basadas en naturaleza y la adaptación basada en ecosistemas, de las que ya hemos hablado.
Algunos sectores hicieron grandes anuncios que no necesariamente resultan en acciones ambiciosas para ayudar a mantener el incremento de la temperatura por debajo de los 1,5 °C, y lo hemos visto para la industria de la carne y de la soja, urge que existan soluciones que apunten a la reducción de emisiones y en todo caso la compensación de estas, sin poner en juego nuestro desarrollo económico, social y ambiental. Financiar estas necesidades es clave, la financiación climática es esencial y los mercados de carbono deberían jugar un rol mucho más preponderante. Si bien hemos visto que este mercado por un lado y los “incentivos” que estamos recibiendo como país podrían ayudarnos a esa transición, también es cierto que hay mucho camino por andar para impulsar el mercado de créditos de carbono sean de alta integridad y que aseguren reducciones reales de emisiones y remociones de carbono, y beneficios reales para la naturaleza y las comunidades locales, y es lógico pensar que cuanto más tardemos en regular y generar medidas de protección efectivas, más se estarán vulnerando nuestros objetivos climáticos, y proporcionando créditos baratos para ciertos sectores que benefician a un pocos en detrimento de muchos. Y en este ámbito, los pueblos tradicionales y originarios juegan un rol destacado, que parece que han tenido participación en la COP27 ya que se habló de equidad y la justicia, como parte de las negociaciones
Sabemos lo que hay que hacer, quizás no tenemos los detalles, pero frente a una crisis global que es indiscutible, que enfrenta gobiernos y ciudadanía por igual, los esfuerzos globales corren el riesgo de retroceder frente a la escala y la velocidad de acciones requeridas para cumplir con el objetivo de lograr las meta para mediados de siglo. El imperativo moral para las generaciones actuales y futuras de evitar la catástrofe climática y al mismo tiempo construir un país y planeta resiliente, saludable, seguro y un próspero futuro a través de una acción climática sólida debería guiar las decisiones críticas durante los años restantes de esta década decisiva. La sensación de incumplimiento, de estancamiento y falta de progreso en los resultados necesarios parece evidente y como se requieren acciones concretas, más ambición, más acción en esta década crucial que la hemos llamado la “década de la implementación”, no podemos quedarnos con solo un fondo que aporte algunas ayudas financieras para extender el periodo que nos anuncia el dictamen de deceso.
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