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Opinión

Las comunicaciones digitales: dicha y desdicha

POR Esther Prieto
Jurista especialista en derechos humanos por la Universidad de Estrasburgo, Francia.

“Necesito iluminación. ¿Qué puedo hacer para que la gente de la Compañía NN deje de llamarme? ¿Alguien hizo algo que efectivamente funcionó?”. Leí esta pregunta en Facebook, la misma provenía de una profesional de primera línea, ya hastiada de los acosos comerciales. No era la primera vez que leía esta súplica en las redes, ya que la gente busca por todos los medios librarse de este fastidio de los mensajes y llamadas telefónicas provenientes de las diferentes agencias de servicio y de otras fuentes comerciales, así como la preocupación por las apariciones de videos con contenido de pornografía infantil. Esta situación revela la ausencia de la protección de datos personales en nuestro país, y confirma los riesgos a los que se exponen las personas en lo que concierne a las comunicaciones digitales. El tema del acceso y el manejo de las nuevas tecnologías es una cuestión de derechos humanos y políticas públicas.

Recibimos cada minuto un mensaje con oferta de una de las empresas de servicio, incluso de las mortuorias. Y este mensaje se repite sistemáticamente cada cierto tiempo. Hago clic en “bloquear”, y mi bloqueo tiene efecto cero, ya que las ofertas llegan desde otros números con la misma intensidad que las anteriores. Recibimos las llamadas de jóvenes amables que nos ofrecen las maravillas y los lujillos de sus empresas. Simultáneamente, y en un increíble orden, recibimos las ofertas de crédito, pequeñas sumas de dinero ofrecidas desde quién sabe dónde, y siempre con la aclaración de “no se preocupe, no rechazamos a quienes están en informconf”. Nos encontramos ante lo que se llama acoso comercial virtual.

He leído atentamente la ley sobre los derechos del consumidor y, francamente, no he encontrado nada explícito, nada que me brinde la posibilidad de probar estos asedios virtuales. La gente termina eliminando por cansancio, a cada instante, las basuras que llegan sin haberlas deseado ni solicitado. Este asedio constante al consumidor es realmente alarmante. El celular, y la comunicación por wasap como instrumento tecnológico de este tiempo, trajo grandes cambios en las relaciones humanas en general, en la amistad, en el trabajo, en las relaciones de familia y en la vida social. También ha penetrado en la relación amorosa.

Las ciencias cognitivas empiezan a ocuparse del tema, por los desajustes emocionales que van produciendo las comunicaciones digitales en las  relaciones interpersonales, y surgen opiniones de análisis diversos sobre los efectos de las nuevas tecnologías en el comportamiento humano, y son varios los psicoanalistas que tratan el tema como especialización debido a las numerosas consultas que reciben de quienes recurren muchas veces sin comprender las causas de su estrés con angustia emocional y situaciones de ansiedad.

Zygmunt Bauman, sociólogo polaco, se ocupa extensamente de las relaciones humanas en las comunicaciones digitales, y considera que el diálogo verbal está siendo sustituido por el escrito o por audios, atravesando la relación de amistad, la comunicación interfamiliar y el trabajo, con palabras que nunca se hubieran pronunciado si se tuvieran que decir presencialmente, teniendo muchas veces efectos irreparables, hasta la ruptura de relaciones, ya que falta el lenguaje del cuerpo, el que puede poner freno en las palabras a ser pronunciadas.  Cuando falta el freno del cuerpo real, es fácil decir cosas que nunca se hubieran dicho presencialmente, afirma. Según el analista polaco, este nuevo modo de comunicación altera el relacionamiento de extremo a extremo, excediéndose en promesas y afectos no sentidos, en ofertas comerciales en grado superlativo, o en palabras de corte ofensivo o malentendidos, que crearán muchas veces distancia entre las personas.  El psicoanalista argentino Luciano Lutereau, quien se ocupa de la cibernética y el amor, autor a quien leí por recomendación de mi amiga antropóloga, Gloria Scappini, manifiesta que: “La tecnología imprimió al amor un factor específico, le sacó el cuerpo”, ya que se desenvuelve preferentemente, en conexión virtual.

Varios analistas coinciden en que las relaciones humanas, sean de orden familiar, comercial, amorosa, social, laboral, podrían estar seriamente amenazadas por torcidos usos cibernéticos, entrando en los hogares de las personas sin permiso, como las ofertas comerciales, o en horas indeseadas en el espacio laboral, provocando incomodidades que pueden alterar la paz en la relación de trabajo. Y ese pequeño objeto, el celular, que nos pone tan feliz, cuando es portador de buena noticia, un documento de urgencia, una información indispensable, una linda canción e incluso un mensaje de amor, puede al mismo tiempo, hacernos llegar con gran frialdad, sin un abrazo, un mensaje de dolor o desdicha, donde gritar o llorar no nos sirve, porque este objeto no nos escuchará.

Resguardar nuestra seguridad digital es tarea del Estado, un bien jurídico a proteger. Sobre estas cuestiones, y especialmente respecto al asedio comercial, necesitamos avanzar en leyes e instituciones apropiadas, en cumplimiento de los derechos humanos y las garantías constitucionales; con mayor protección de datos personales y del derecho a la intimidad; con acompañamiento del manejo adecuado para una toma de conciencia de los usuarios, protegiendo su propia salud mental, por lo que algunos cientistas sociales recomiendan dirigirse al ámbito de la  educación formal y no formal; pero particularmente en la construcción de pactos que pongan límites en el uso de las comunicaciones virtuales en el mundo familiar, de la amistad y de las relaciones de trabajo. Un nuevo contrato social de las comunicaciones interpersonales en el marco de las nuevas tecnologías de este tiempo.

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