Opinión
Creo que vi a Dios
¿Te das cuenta, Benjamín? El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia… de novia, de religión, de Dios… pero hay una cosa que no puede cambiar, Benjamín… no puede cambiar… de pasión.
Pablo Sandoval – “El secreto de tus ojos”
UNO
Dícese que el fútbol enamora, porque permite a los hombres volver a la infancia. Y es cierto.
Ser hincha de un club responde a sentimientos. En varios casos se hereda, en otros, el tío (ese querido personaje) influye en la elección. O el abuelo o los amigos. Pero ese amor se genera desde pequeño. Importa tres carajos que el club elegido, sea el más ganador o, por el contrario, sea un perdedor irredento.
Tu primera visita al estadio es una experiencia cuasi religiosa que no se olvida nunca. Mi querido tío Hugo fue quien canalizo mis sentimientos hacia el club elegido. Era paciente y se daba tiempo para responder mis consultas y dudas de fútbol. Al poco tiempo, me llevó en distintas ocasiones al estadio. No tenía aun los 14 años, pero aún recuerdo perfectamente esas idas.
DOS
El rostro arrugado, un pelo escaso y blanco. Deposita en taquilla el billete azul y entra a la tribuna. Una pequeña radio a transistores es su fiel amigo. Mira el estadio.
“Que poco ha cambiado desde que era veinteañero”
Su remera se humedece, será el calor o el nerviosismo. Mientras tanto, escucha al relator las posibilidades de su equipo. Se mentaliza.
“Hoy salimos campeones”.
Recuerda a su viejito, quien lo acompañaba en sus idas al estadio, y como la felicidad de ambos dependía de un resultado. El calor atosigante lo acorrala. Compra una botella de agua y bebe ansiosamente. Tiene diabetes, debe cuidarse. Lo rodean adultos como el, jóvenes, parejas y familias con niños que han venido a corroborar lo imposible.
El fútbol es democrático, piensa. Une a ricos y pobres. Los poderosos y los clasemedieros. Los que tienen autos y los que andan en colectivo. Los que comen asado y los que comen puchero, con ensalada de poroto, incluido los domingos. Todos, en una tribuna por 90 minutos, compartiendo una misma ilusión.
TRES
El, que vive con lo justo, como cobrador de una mueblería. No paro de laburar ni siquiera con la pandemia. Si no cobraba no comía, menos hubiera pagado el alquiler de su pequeña pieza, donde vivía con su viejito enfermo. Nunca conoció a su madre. Su padre fue todo para él. Compartieron Navidades y cumpleaños solo los dos. Nunca escaseo el amor en aquella piecita que compartieron en Capiatá. Su viejo luego de una larga agonía, falleció.
Nunca tuvo mucho tiempo para el amor. Como no era muy agraciado y de poco hablar, las chicas lo rehuían. Al menos eso pensó. Su vida desde que salió del colegio, era trabajo y solo eso. Su padre enfermó al poco tiempo y, por ende, no pudo ir a la universidad. Mantener la casa fue siempre su prioridad. En cierta ocasión, tuvo una especie de relación con una mujer, a quien conoció en Hernandarias. Pero todo termino al poco tiempo. Años después, ella le escribió una carta: iba a casarse. El no reaccionó, o no quiso darse por enterado.
La rutina preferida de ambos, era ir al estadio. Eso era religión para él. Nunca fue muy devoto de Dios. Pensaba que algo estaba mal con ellos, y los de su clase. Le jodía eso y que Dios lo permitiera.Pero no vivía amargado. Ahora estaba solo, pero el recuerdo de su padre siempre lo acompañaba.
CUATRO
“Benítez la puta que te pario”
Alan había dejado con 10 al equipo. Aun así, el planteo del Chiqui era bueno. Nunca el Aborigen superó a Cerro. Los jugadores sabían su papel. Ni el hombre de menos se notaba. La mano del técnico se sentía. Ergo, era un Equipo. Pero dos contragolpes dañaron el arco alzulgrana.
La tribuna estaba devastada. El hombre arrugado se tapó la cara con las manos. Sentía que todo estaba perdido. La hinchada rival aullaba. El calor seguía insoportable. Arce se la jugó con los cambios. Su corazón se aceleraba al ver las ocasiones pérdidas para rematar el resultado. ¿Sera Dios?, ¿Será posible?
Los de Guaraní se desesperan y pierden 2 jugadores. ¿Están locos, van ganando?
El minuto 99 revitaliza a la hinchada. Ahora son los cerristas, los pocos que braman y se hacen escuchar en todo el estadio.
El hombre mira arriba
“Viejito, pedile a tu Dios que nos ayude, por esta única vez”
Y sucede lo inexplicable.
Patiño se elevó, con la ayuda de todos los hinchas, y cabeceó a la gloria.
Le gente explotó, se abrazaron entre todos, conocidos o no. El fútbol derriba barreras sociales.
El hombre de las mil arrugas tiene los ojos vidriosos, y levanta la vista al cielo.
“Creo que vi a Dios”
Y a partir de ese momento creyó.
Dedicado a José Carlos, Ezequiel y Jesús
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Alan
10 de diciembre de 2021 at 14:58
Eres lo máximo