Opinión
Poniendo en orden nuestro desarrollo local
Alberto Yanosky.
Además del Gobierno Central que entre otras cosas tiene el mandato de administrar eficientemente y sosteniblemente los recursos naturales, base de la economía nacional, tenemos nuestros gobiernos locales, los más cercanos a nuestras vidas, los municipios. Y entre éstos y el Gobierno Central tenemos los gobiernos departamentales. Es decir que quienes más cerca están de nuestro quehacer diario son los gobiernos municipales y ese espacio en el territorio político subnacional, los distritos o municipios, cuentan con recursos naturales y culturales, que en muchos casos los identifican, los hacen únicos, por sí solos o por sus recursos compartidos y la combinación de ellos.
Sin embargo, hay algunos recursos naturales que son clave para el desarrollo local, como el suelo, el aire, el agua. Un gobierno local que no administra eficientemente y sosteniblemente estos recursos está destinado al fracaso, al empobrecimiento de su sociedad y limitaciones de desarrollo social. Qué mejor que entender qué es lo que tiene el territorio, cómo conservar ese patrimonio natural para asegurar el mantenimiento y mejora de su ciudadanía.
El agua es un recurso que en pocas excepciones nos parece abundante y rico, tanto en cantidad como en calidad; sin embargo, es un recurso limitado, vulnerable y que requiere de un manejo adecuado para permitir su sostenibilidad, muchos municipios dependen del agua que les viene de otros municipios vecinos o no tan vecinos, y es aquí donde se pone de manifiesto que urge la buena relación con los vecinos territoriales y la capacidad de negociación. Muchos ya conocen y han sufrido el efecto de un deficiente manejo de las “aguas de arriba” y nuestro accionar seguramente impacta para aquellos “aguas abajo” que reciben el resultado de nuestras acciones.
Pero el agua no solo viene superficialmente y se acumula en reservorios, sino que existen reservorios naturales que no los percibimos (a excepción de quienes han tenido la necesidad de cavar pozos para acceder al agua) y que se conocen con el nombre acuíferos. En su mayoría, estos acuíferos requieren que el agua les llegue, por eso es tan importante comenzar a entender lo que son las zonas de captación. Y también es importante comenzar a entender y practicar que todo lo que enviemos al suelo (bajo tierra) podría afectar estos acuíferos, contaminándolos, por ejemplo.
De la misma manera, nuestras unidades territoriales de gobiernos locales tienen suelo, en los que mayormente se produce y genera empleo y riqueza, o bien mantiene áreas naturales como bosques, pastizales o humedales que cumplen esa función de regular el agua que cae en el territorio (por ejemplo, con las lluvias) y permite su filtración, depuración y final captación en los reservorios de los cuales luego nos servimos. Lo que se produzca, y los insumos que se utilicen para esa producción, repercuten en el suelo y como es de esperar en el agua.
Esto nos lleva a pensar que se requiere una mirada “aérea” de nuestros territorios para poder entender cómo funciona y cómo perpetuarlo, saber dónde están esas zonas que son vulnerables al mal o deficiente manejo, y en definitiva un marco que nos permita ordenar estos recursos naturales desde la perspectiva de su existencia y de su maximización para la sostenibilidad.
Si nuestros administradores y nosotros todos como ciudadanía nos imponemos esta visión de territorialidad pensando en que debemos asegurar la perpetuidad de los recursos, estaremos asegurando una ciudadanía saludable. Esta herramienta existe y hace muchos años, y busca “ordenar” el territorio, acordando zonas diferenciadas que tienen diferentes aptitudes y diferentes potenciales. Este orden es el ordenamiento territorial o planificación del uso de la tierra.
Un ordenamiento territorial debería ser el documento de gestión ambiental y social, pilar del desarrollo del municipio, y con ella orientar el desarrollo social del territorio. Nuestros municipios en general tienen una gran riqueza étnica con diferentes historias y habilidades, con diferentes lazos con la tierra, pero todos ellos (así espero que sea) con un fuerte arraigo para disfrutar de estos recursos y asegurar que sus descendientes también puedan disfrutar de los mismos, de la misma manera o mejor.
El ordenamiento territorial es clave, no sólo para la gestión del agua, ya que la concentración urbana ha causado un deterioro y desequilibrio ambiental que repercute en lo social y que tiene sus bases en el modelo de desarrollo histórico. El desarrollo y el ordenamiento territorial desarrollado en forma participativa es la clave para avanzar hacia el cumplimiento de los objetivos de desarrollo, y debería tener repercusión en las políticas municipales y en los negocios que en estos territorios se desarrollan para asegurar un crecimiento sostenido, más equitativo, basado en las riquezas autóctonas.
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