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Opinión

Jesús, el auténtico pastor

Yo soy el auténtico pastor. El auténtico pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, que no es propietario de las ovejas, abandona las ovejas y huye, cuando ve venir al lobo; y el lobo hace presa en ellas y las dispersa. Como es asalariado no le importan nada las ovejas. Yo soy el auténtico pastor; conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí; del mismo modo, el Padre me conoce y yo conozco a mi Padre, y doy mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas debo conducir: escucharán mi voz y habrá un solo rebaño bajo un solo pastor. Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla; esa es la orden que he recibido de mi Padre.

[Evangelio según san Juan (Jn 10,11-18); Domingo del “buen pastor”; 4º de Pascua]

El evangelista San Juan nos ofrece —en este texto dominical—  la metáfora del “pastor y su rebaño”, frecuente en los escritos del Antiguo Oriente. Se trata de una “figura” para indicar el vínculo que une al soberano —humano o divino— con sus súbditos. En la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, se ha convertido, también, en un lenguaje tradicional. Su primer empleo es la designación de Israel como el rebaño de Dios (Gn 49,24; Jer 13,17; 23,1.3; Ez 34,31; Sal 74,1; 79,13; 80,2; Miq 7,14). Ese rebaño de Dios es conducido con una solícita protección a través del desierto (Sal 78,52s; 77,21; 95,7) y luego a través de las dificultades en la historia de Israel que iba progresando hacia el cumplimiento del plan de Yahvéh (Is 49,9s).

La imagen expresa también la relación personal del israelita con su Dios (cf. Sal 23). Así, Yahvéh viene con poder al lado de su pueblo deportado a Babilonia. El profeta Isaías dice:“Como un pastor que apacienta su rebaño, recoge en sus brazos a los corderos, los pone sobre su pecho y conduce al descanso a las ovejas madres” (Is 40,11).Para que el pueblo no sea “como las ovejas sin pastor”, Dios confía a algunos de sus siervos el encargo de conducirlas según su voluntad: Moisés, los jueces, David, son llamados por eso “pastores”, y hasta el mismo emperador Ciro de Persia recibe este apelativo (Sal 77,21; Nm 27,17; 2 Sam 7,7s; Sal 78,79s; Is 44,28).

En un período posterior, los profetas lanzan críticas contra los pastores infieles que se aprovechan de las ovejas y dejan que el rebaño camine hacia su perdición. La experiencia cruel del abuso de poder suscita la esperanza de que el mismo Señor vendrá a ocuparse del rebaño, ya que las ovejas le pertenecen. La intervención prometida desemboca en el anuncio mesiánico de un “pastor misterioso” que suscitará Dios según su corazón, como a un nuevo David. Gracias a este futuro pastor, Israel “se salvará y vivirá en seguridad” (Jer 23,5s).

Juan recoge esta figura del Antiguo Testamento; pero su planteamiento es profundamente original: el Pastor es ahora único (no se menciona a otros pastores…) y, además, es un pastor que “da la vida por sus ovejas” (Jn 10,15).

Los fariseos, interlocutores de Jesús

Está claro que los interlocutores de Jesús eran los fariseos, caracterizados por la incoherencia de vida, porque en Juan, poco antes del inicio de nuestro texto, se dice: Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: “¿Es que también nosotros somos ciegos?”. Jesús les respondió: “Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís que veis, vuestro pecado sigue en vosotros” (Jn 9,40-41).El cuadro presentado es simbólico, de evidente configuración pastoril. Se menciona a los que actúan mal respecto a las ovejas: un ladrón, un bandido, un extraño; en el centro, por contraste, aparece el pastor en relación de cercanía con las ovejas. Las figuras negativas dan un tono polémico al texto.

El evangelista nos conduce a identificar con los fariseos a los antagonistas; ellos son los enemigos de las ovejas. Con calificativos que impugnan a los fariseos, como el “latrocinio”, el “bandidaje” y la actitud propia del “extraño”, Jesús, probablemente alude a los guías de Israel, representado en el episodio por los rigurosos observantes de la ley. Ellos son los responsables de la experiencia política y religiosa del Pueblo de Dios, representantes de la élite gobernante en Israel.La figura del “ladrón” indica al que roba o a los que roban; la imagen del “bandido” representa a aquellos que son amigos del “pillaje”, del “saqueo” y la “rapiña”; y el “extraño” caracteriza al que no le interesa la suerte de las ovejas..

El “buen pastor” o “auténtico pastor”

Yo soy el auténtico Pastor. El auténtico Pastor expone su vida por sus ovejas. El mercenario, el que no es pastor, cuyas ovejas no son suyas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y emprende la huida, y el lobo se apodera de ellas y las dispersa. El que es mercenario no se preocupa de las ovejas. Yo soy el auténtico Pastor, conozco a las mías y las mías me conocen, lo mismo que el Padre me conoce y que yo conozco al Padre. Y me desprendo de mi vida por mis ovejas” (Jn 10,11-15).

El texto griego del Nuevo Testamento dice literalmente: “egōeimihopoimēnhokalós. No se emplea el vocablo “agazós” que se usa de ordinario para indicar la “bondad” como un calificativo, como si dijésemos: “Pastor clemente”, “compasivo”, “misericordioso”; “afable”. Por su puesto que Jesús es “clemente”, “compasivo” y “misericordioso”; pero esas cualidades se afirman en otros textos; en los sinópticos abundan la mención de estas notas; pero aquí no es ese el objetivo. Aquí se dice kalós, no en el sentido de “mansedumbre”, de un “pastor apacible”, “manso y humilde de corazón” como lo han popularizado los artistas en ciertas imágenes. Kalós, aquí, quiere decir “calidad”, “autenticidad”. Jesús es el “Pastor auténtico”; en oposición al “falso pastor”; es auténtico porque cumple su función…” hasta “dar la vida por las ovejas”. Puede decirse que es “buen Pastor” en el sentido de ser “auténtico”, “fidedigno”, “probado”. En esta línea, el Padre Juan Mateos, jesuita, biblista y filólogo, traduce: “Yo soy el Pastor ejemplar (modelo de Pastor). El Pastor ejemplar se entrega él mismo por las ovejas”. Y porque es “ejemplar” es el paradigma de todos los pastores que vendrán después de él (cf. Juan Mateos y otros, El Evangelio de Juan. Análisis lingüístico y comentario exegético, Cristiandad, Madrid 19923, página 472).

Porque es el “auténtico Pastor”, precisamente, expone su vida por sus ovejas. Jesús dice en Marcos: “El Hijo del hombre ha venido a dar su vida para rescate de la multitud” (Mc 10,45); también, en el evangelio de Lucas, en la última cena, afirma: “Este es mi cuerpo, que se da por vosotros” (Lc22,29). “Dar la vida” no quiere decir “entregarse a la muerte”. Indica más bien “arriesgar” o “exponer” la vida en un peligro que amenaza a otro. El Antiguo Testamento usa la expresión “poner la vida en la palma de la mano”. De este modo, David, el pequeño Pastor, pone en juego su vida por defender a las ovejas de su padre Jesé. No se entrega a la muerte: si él muriera, el rebaño sería presa del león o del lobo: pero se expone a ello, momentáneamente, ya que se preocupa por las ovejas. En ese sentido Jesús es Pastor auténtico, en contraste con el “mercenario” que huye ante el lobo. El Pastor auténtico se expone; y desde luego, deja vislumbrar indudablemente la posibilidad de la muerte. Jesús, a lo largo de su ministerio, está dispuesto a enfrentarse con la muerte por defender a sus ovejas. Con palabras del Apóstol Pablo, “no conservó celosamente su vida” (para sí).

El “mercenario”, en cambio, no tiene ninguna relación personal con las ovejas. Es un “contratado”; no es el pastor; tiene solo un interés económico, el salario. Por eso, ante el peligro, se escapa, huye; y deja a las ovejas indefensas ante el “lobo” asesino.En cuanto al “lobo”, que es un animal salvaje, un depredador, peligroso para las ovejas, representa a las personas que hacen daño; es el adversario del rebaño de Dios. En Mateo, “los lobos” designan a los “falsos profetas” (Mt 7,15) y en Hechos de los Apóstoles designan a “los maestros del error” (Hch 20,28s).

Otras ovejas

“Tengo además otras ovejas que no preceden de este redil; a esas tengo que guiarlas y oirán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo pastor. He aquí por qué el Padre me ama: porque yo pongo mi propia vida para recogerla de nuevo. Nadie me la quita, sino que la pongo yo mismo. Tengo poder de ponerla y tengo el poder de retomarla; tal es el mandato que he recibido de mi Padre” (Jn 10,16-18).

Ovejas de otro redil: Por la fe en su persona, Jesús reconcilia a los pueblos, judíos y gentiles, creyentes y paganos. Cuando el evangelista Juan comenta la sentencia del Sumo Sacerdote Caifás dice lo siguiente: “Esto no lo dijo por su propia cuenta sino que, como era Sumo Sacerdote, aquel año, profetizó que Jesús tenía que morir por la nación y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos” (Jn 11,51s).Vale la pena señalar que Jesús no dice que “habrá un solo redil”, sin duda para eludir las representaciones espaciales y mantenerse en la perspectiva de la libertad que caracteriza a las relaciones personales. Un “redil” puede dar cobijo a varios rebaños diferentes. Pero lo que Jesús afirma es que el “rebaño” será “uno solo”. En cuanto al “pastor único”, es sin duda Jesucristo, el Hijo de Dios, que cumple de este modo la profecía de Ezequiel sobre el Mesías: “Mi siervo David será rey sobre ellos; habrá para todos ellos un solo pastor” (Ez 37,24; cf. 34,23). Juan presenta la comunidad ideal de Jesús como un solo rebaño, y con un solo Pastor; y por tanto, hay motivos para soñar, para trabajar por la unidad de los cristianos; para dialogar y establecer puentes de cercanía con judíos y musulmanes; es motivo para tener esperanzas!

“Nadie me la quita”, afirma Jesús indicando la agresión que contra él planean la aristocracia del Templo de Jerusalén. De la voluntad del Padre y de su libertad depende la entrega generosa de su vida. El Padre le ama no solamente a causa de su entrega en favor de las ovejas sino porque a través de esa entrega se realizará en plenitud el poder de vida que el Hijo posee en sí mismo (Jn 5,26), por haberlo recibido del Padre. Jesús resucita por su propia fuerza, por sí mismo porque él tiene la vida en sí mismo por haberlo recibido del Padre. Según la teología de San Juan se da una unidad de acción perfecta entre el Padre y el Hijo: Voluntad del Padre y libertad de Jesús se conjugan a la perfección porque, como dice Jesús: “El Padre y yo somos uno” (Jn 10,30).

Una consideración final: Pilato decía a Jesús, en el contexto del juicio romano: “yo tengo poder para liberarte y poder para crucificarte” (Jn 19,10b); Jesús, en cambio, dice “yo tengo poder para poner mi vida (a disposición) y tengo poder de recuperarla”. El poder político (Imperio romano) manifiesta su poder quitando la vida de los hombres; el poder de Dios se manifiesta con la entrega de la vida de Jesús. Y aquí se vislumbra el horizonte inmediato de la “muerte del Pastor”.

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