Conductas disruptivas en el aula: ¿Falta de límites o un pedido de ayuda del estudiante?

En los últimos años, las aulas han sido testigos de un aumento en las conductas disruptivas por parte de los alumnos. Desde hablar sin permiso hasta desobedecer normas o iniciar conflictos, estos comportamientos no solo afectan el aprendizaje individual, sino que alteran la dinámica del grupo y el bienestar de los docentes. Detrás de estas actitudes, muchas veces hay una combinación de factores como la falta de límites en casa, la sobreexposición a pantallas y problemas emocionales propios de la adolescencia.

Para comprender mejor este fenómeno, El Nacional conversó con la licenciada María Elisa Insfrán, especialista en psicopedagogía, quien analiza las causas de estas conductas, sus consecuencias y las estrategias más efectivas para abordarlas.

Falta de límites y el impacto de la tecnología

Según la especialista, uno de los factores clave en el aumento de las conductas disruptivas es la falta de límites claros en el hogar. “Los niños y adolescentes necesitan estructura. Cuando no hay normas claras en casa, esa falta de orientación se refleja en la escuela. Muchos de estos chicos nunca han aprendido a gestionar la frustración o a seguir reglas básicas”, explicó.

Otro elemento determinante es el uso excesivo de dispositivos electrónicos, que influye en la capacidad de atención y el comportamiento de los estudiantes. “La sobreexposición a pantallas afecta la concentración y el autocontrol. Muchos niños y adolescentes están acostumbrados a la inmediatez de los videojuegos y redes sociales, lo que dificulta su capacidad de esperar turnos, seguir instrucciones o sostener la atención en clase”, agregó.

El impacto en la enseñanza y la convivencia escolar

Las conductas disruptivas afectan tanto a los compañeros como a los docentes, deteriorando el ambiente escolar y el proceso de aprendizaje. “Cuando un estudiante interrumpe constantemente la clase o desafía la autoridad del profesor, se genera un efecto dominó. El docente pierde tiempo y energía en controlar la situación, mientras que el resto del grupo se ve afectado en su proceso educativo”, sostiene la psicopedagoga.

Además, estas actitudes pueden derivar en un clima escolar tenso e incluso propiciar situaciones de acoso. “Cuando hay desorden y falta de disciplina, los casos de bullying suelen incrementarse. La ausencia de normas y sanciones claras puede generar un ambiente hostil donde algunos estudiantes se sienten con el poder de actuar sin consecuencias”, advierte.

Estrategias para abordar el problema

Para mitigar estas conductas, Insfrán enfatiza la importancia de una intervención conjunta entre la escuela y la familia. “Es fundamental que los padres sean aliados en este proceso. No se trata solo de sancionar, sino de comprender qué está pasando con el niño o adolescente y brindarle herramientas para mejorar su conducta”, señala.

Entre las estrategias más efectivas, la especialista menciona:

• Establecer normas claras y consecuencias en el aula y en casa, fomentando el respeto y la responsabilidad.
• Fomentar el autocontrol mediante técnicas como la respiración consciente o estrategias de manejo de la ira.
• Reducir el tiempo de exposición a pantallas para mejorar la capacidad de atención y la interacción social.
• Brindar apoyo emocional, ya que muchas veces las conductas disruptivas son un reflejo de conflictos internos o familiares.
• Solicitar ayuda profesional en casos severos, donde las conductas se vuelvan recurrentes y afecten el bienestar del estudiante.

Finalmente, la profesional resaltó la importancia de no estigmatizar a los estudiantes con conductas problemáticas, sino de ofrecerles herramientas para su desarrollo.

“El aula debe ser un espacio de aprendizaje, pero también de contención. Identificar las causas del comportamiento y actuar con empatía puede marcar la diferencia en la formación de estos niños y jóvenes”, concluyó.