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Antonella Scavone, su sensibilidad ante nuestras tradiciones la “envolvió” en filigrana

La marca Toni Gie es reflejo del talento, creatividad y sensibilidad de una empresaria que visionó, a través de todas sus andanzas por el mundo, cómo Paraguay podría seguir siendo ese lugar único por su arte y, sobre todo, sus tradiciones. Antonella Scavone es el rostro, el talento que puso a andar este proyecto que actualmente apunta a expandirse internacionalmente.
Anto terminó el colegio e ingresó a Arquitectura de la Universidad Nacional de Asunción (UNA), donde cursó el primer semestre. Antes de rendir, aplicó a la Accademia di Architettura – Università della Svizzera italiana, una universidad en la Suiza italiana, donde estudió en total cuatro años y medio. Pero no se quedó quieta. Hizo dos años en Suiza, una pasantía de un año en Nueva York, un semestre en Suiza y un semestre en Australia. Después volvió a Mendrisio (que así se llama el pueblo de su universidad) para continuar y se recibió en 2019 con un máster en Arquitectura.
“Cuando empecé había otras diseñadoras de filigrana, a quienes admiro mucho, y sus diseños se utilizaban más bien en fiestas, en casamientos, y yo quería hacer que la filigrana se volviera una joya de todo el día. Entonces, entre eso, hacer que la filigrana pueda ser utilizada más a menudo para que se volviera moda, de hecho, era parte de la moda, pero no era tan usada. Hoy día, que son ocho o nueve años después, yo puedo notar una diferencia en la cantidad de personas que usan filigrana”, empieza diciendo Scavone, quien habló con El Nacional sobre la actualidad de la marca y sus proyectos.
¿Cómo nace Toni Gie?
Toni Gie nació en 2016, aunque en ese momento aún no tenía nombre. Mientras estudiaba arquitectura, siempre me atrajo la filigrana y comencé a investigar más sobre su elaboración y sus artesanos. Me preocupó descubrir que los jóvenes no estaban aprendiendo la técnica, lo que ponía en riesgo su transmisión generacional.
Me pregunté qué podía hacer como estudiante de arquitectura para aportar a su preservación y empecé con algo pequeño: una colección de dijes en miniatura llamados Orígenes, que representaban elementos icónicos de la cultura paraguaya, como el tereré, la guampa, el arpa, el jazmín del Paraguay o el ñandutí.
Al profundizar en la historia de la filigrana, descubrí que es una técnica milenaria, con hallazgos en tumbas de Mesopotamia y Egipto que datan del 3000 a.C. Se ha transmitido de generación en generación y llegó a Paraguay probablemente a través de los españoles o portugueses. En nuestro país, la filigrana encontró su epicentro en Luque, donde se trasladaron los orfebres durante la Guerra de la Triple Alianza, tras la evacuación de Asunción.
Estando lejos de Paraguay, tomé verdadera conciencia del valor de mi cultura. Me propuse contribuir a la mejora de la calidad de vida de los artesanos a través del diseño, introduciendo innovaciones tanto estéticas como funcionales. Mi objetivo era modernizar la filigrana y convertirla en un elemento de moda, para que esta técnica tradicional siguiera viva y apreciada en nuevas generaciones.
¿Cuál fue tu inspiración, o inspiraciones si es que fueron varias?
Me considero una persona extremadamente sensible, casi como una esponja: todo me inspira. Encuentro belleza en los detalles más simples, como una niña jugando al costado de la ruta, una anciana cargando algo o la forma en que una enredadera trepa por un cable. Para mí, la inspiración es un estado de conciencia; está en todas partes.
En cuanto a Paraguay, mi inspiración principal fue la colaboración con los artesanos. Mi proceso creativo parte de una idea general de la forma y geometría de la joya, pero ellos aportan su conocimiento y técnica en filigrana. Sé hasta dónde llega mi formación académica y dónde comienza la maestría empírica de los artesanos, por lo que el diseño de cada pieza es un trabajo conjunto. Desde mi formación como arquitecta, busco el minimalismo para destacar la artesanía y la técnica.
También me motiva llevar nuestra joyería al público extranjero. Hemos logrado reconocimiento en espacios como British Vogue en 2021 y la Bienal Iberoamericana de Diseño de Madrid en 2023. El mundo valora lo hecho a mano, muchas veces más de lo que lo hacemos en Paraguay, y mi objetivo es cambiar esa percepción.
Mi amor por los viajes también ha influido en mi visión. He tenido la oportunidad de vivir en varios continentes, conocer diversas culturas y conectar mi marca con esta identidad viajera. Ahora abordo la joyería como una práctica artística: cada colección es un capítulo de un cuaderno de viajes, inspirado en un lugar. Antes de diseñar una joya, escribo un cuento de realismo mágico basado en mis experiencias e investigaciones sobre ese sitio. De la literatura nace el diseño, lo que le da a cada pieza una historia única. Mi intención es que cada joya conecte profundamente con quien la usa, más allá de su estética, convirtiéndose en un símbolo con alma y significado.
Hablanos un poco sobre esta nueva colección y el tributo a la mujer paraguaya
Mi proceso creativo es como un cuaderno de viajes, donde cada pieza refleja historias y aprendizajes personales. Siempre me ha gustado escribir y, a través de mis creaciones, intento compartir la forma poética en la que veo el mundo. Me he dado cuenta de que tengo un talento para descubrir belleza en lo cotidiano, y eso es lo que trato de transmitir.
En cuanto a Paraguay, mi viaje comienza aquí. Nací y viví en el país hasta los 20 años, y aunque luego viajé, siempre mantuve el contacto. Paraguay es un enigma: lleno de contradicciones, pero también de riqueza y, a menudo, desconocido para el mundo. Me propuse investigar sobre la joyería en nuestra historia y me encontré con un episodio fundamental: la Asamblea de Mujeres de 1867, cuando las paraguayas donaron sus joyas al ejército en plena guerra.
Profundizando en la posguerra, descubrí un relato sobre los cuerpos anónimos que eran recogidos de las calles de Asunción y enterrados sin identidad en la Recoleta. Para registrar los fallecidos, se inventaban nombres, y entre ellos apareció uno que me marcó: Carmen Ndaikuaái (“Carmen No Sé”). Para mí, Carmen se convirtió en un símbolo del Paraguay: un alma desconocida, una historia ignorada por el mundo. Nadie sabe quién fue, cuánto sufrió, ni a quiénes dejó atrás. Como el mundo desconoce la verdadera historia de Paraguay. Su nombre rima con sapukái (el grito del alma guaraní), y esa conexión me llevó a desarrollar esta colección.
El Día de la Mujer Paraguaya lanzamos un video como una restitución simbólica de aquellas joyas donadas y nunca devueltas. Cada pieza de esta colección es un homenaje a esas mujeres que sacrificaron tanto. Como gesto de reconocimiento, entregamos una peineta a la primera dama en representación de todas las mujeres paraguayas. Para mí, esta colección es una manera de devolverles lo que les pertenece y de hacer que su historia sea recordada.
Presente en Alemania
Es importante destacar que estamos poniendo a Paraguay en el mapa. En 2026 fui invitada a participar en una muestra de diseño latinoamericano en el Museo de Leipzig, Alemania. Será la primera gran exhibición de este tipo en Europa. La curadora, Luján Cambariere, nos seleccionó en el contexto de la Bienal Iberoamericana de Diseño de Madrid, donde la conocí y comenzamos a trabajar en conjunto. Para mí, esta es una oportunidad para llevar a Paraguay al mundo y contar su historia.
Paraguay está en un momento clave de su historia. Tenemos mucho por construir y crecer. Somos creativos, trabajadores y capaces de llegar lejos. Los paraguayos en el extranjero destacan por su esfuerzo y talento. Sin embargo, aún persiste la idea de que todo lo que viene de afuera es mejor, aunque creo que esto ha mejorado en la última década.
Lo viví en primera persona cuando, a los 20 años, me fui a estudiar a Suiza. Sin otros paraguayos cerca, enfrenté la creencia de que lo externo siempre era superior. Con el tiempo, entendí que, si bien algunos aspectos son mejores en otros países, hay muchas cosas en las que Paraguay brilla. Nuestra tierra fértil, nuestra calidez humana y nuestra cultura son invaluables.
Recordando las palabras de mi abuela: “Nadie es más que nadie y nadie es menos que nadie”, creo firmemente en la importancia de valorar lo que somos. No necesitamos que alguien de afuera nos salve; debemos fortalecer lo bueno, corregir lo malo y demostrar al mundo que el corazón de Sudamérica sigue latiendo.
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