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El suicidio: una epidemia silenciosa e invisible que preocupa
La depresión juega un papel importante para tomar una drástica decisión. Foto: ilustrativa
El Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se celebra anualmente el 10 de septiembre, está organizado por la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio (IASP) y avalado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El evento centra la atención en el tema, reduce el estigma y crea conciencia entre las organizaciones, el gobierno y el público, dando un mensaje singular de que el suicidio se puede prevenir.
La problemática del suicidio y su estrecha relación con la salud mental sigue siendo un tema preocupante. Las cifras normalmente no se tienen tan en cuenta, pero hablan por sí solas. En 2023 se alcanzó la cantidad de prácticamente 600 autoeliminaciones.
“Son alarmantes los datos, hubo un aumento muy marcado. En 2022 se tuvo también cerca de los 600 casos. Preocupa mucho”, señaló el doctor Luis Taboada, exdirector del Hospital Neuropsiquiátrico.
La población más vulnerable por mucho es la que va entre los 18 y los 29 años. También la adolescente. Antes era la población mayor, recuerdan los especialistas. Hay muchos factores que incluyen a la nueva tecnología, el cyberbullying. Siempre me dicen que “el bullying siempre hubo”, pero no es igual. Es algo de 24/7. También todo lo que refiere a la hiperestimulación.
“El suicidio es una conducta crónica, quiere decir que esa persona ya lo viene intentando en varias ocasiones. Este es un problema de salud. Si uno mismo está pensando en el suicidio, muchas veces uno tiene mucho miedo de comentar o de acercarse a pedir ayuda. No tengan miedo en pedir ayuda. La principal recomendación es fortalecer la comunicación”, explica la doctora Miriam Piñánez.
La depresión
Por su parte, el Dr. Julio Torales, del Hospital de Clínicas, mencionó que la depresión, muchas veces, lleva a tomar una drástica decisión. “Es un trastorno que se caracteriza por la tristeza (estado de ánimo decaído), pero que es diferente de esa tristeza que las personas podemos sentir en cualquier momento. La depresión puede hacer complicado que uno trabaje, estudie o realice actividades diarias”, expresó.
Habló también acerca de cómo distinguir lo que es la tristeza “normal” de la depresión. “La tristeza es una emoción que aparece cuando algo que no nos gusta lo que sucede, cuando nos frustramos o cuando perdemos algo que queremos. Es una emoción básica, que todos los humanos experimentamos. La tristeza se vincula, por tanto, a episodios reales que la motivan. La depresión, en cambio, es un trastorno clínico determinado por una serie de criterios diagnósticos. Causa intenso malestar en la vida de las personas, alterando su funcionamiento diario”, sostuvo.
“Un episodio de depresión se configura por la presencia de tristeza, anhedonia (incapacidad de sentir placer), apatía (falta de motivación o entusiasmo) la mayor parte del día, casi todos los días, por lo menos durante 15 días. No es que hoy estoy triste, pero mañana ya me siento bien… y de repente en 10 días vuelvo a sentirme triste. No. La tristeza en la depresión “colorea” el día a día de la persona, y está presente la mayor parte del día, casi todos los días. Y, además, la tristeza (el estado de ánimo decaído) de la depresión no está claramente relacionada con una situación particular, sino que está presente la mayor parte del tiempo”, añadió.
“La anhedonia es la incapacidad de experimentar placer (en cosas que previamente daban placer: ahí depende de cada uno, estar con la familia, con los amigos, un vinito, un asado, ir al cine, jugar al fútbol, el sexo entre adultos y consensuado, etcétera). La apatía, que es la falta de motivación, de “ganas” para realizar las actividades cotidianas (el estudio, el trabajo, las responsabilidades, lo diario)”, expresó.
“La depresión además se acompaña de lo siguiente: pérdida o ganancia de peso, disminución del sueño o sueño en exceso; sensación de cansancio o sin energía, sensación de culpa o de que no valgo nada, confusión, alteraciones de la memoria, hablar lento, movimientos lentos, aunque a algunas personas pueden hablar sin parar y les puede costar quedarse quietas. Y, lastimosamente, las personas con depresión muchas veces piensan en la muerte o en el suicidio. Es más, 2 de cada 3 personas con depresión piensan en el suicidio, y hasta un 15 % de ellas logra consumarlo”, sostuvo.
En cuanto a si hay tratamiento que funciona para combatir este mal, dijo: “Sí. Primero, existen medicaciones que alivian los síntomas depresivos. De paso, dejemos de ‘satanizar’ la medicación en psiquiatría. La medicación bien utilizada salva vidas. Segundo, también está la psicoterapia, con un psicólogo clínico o con un psiquiatra entrenado. Personas con síntomas leves pueden realizar uno de los dos tratamientos, mientras que aquellas con síntomas más graves es posible que deban realizar ambos enfoques a la vez”, añadió.
“Los tratamientos tardan un poco en hacer efecto. Hay que tener paciencia. Sí, sé que es horrible todo y encima hay que “esperar”, pero la depresión es compleja, como el cerebro humano es complejo. Si la persona toma medicamentos, pueden empezar a sentir efectos recién a las 2 semanas, pero puede necesitarse entre cuatro y ocho semanas para lograr efecto pleno de la medicación. Las personas que realizan psicoterapia pueden empezar a notar cambios en cuatro semanas, pero pueden requerir entre ocho y diez semanas para notar un beneficio mayor”, sostuvo.
“Ojo. Si el tratamiento iniciado no funciona, se deben buscar diferentes estrategias. Hay personas que pasan por varios tratamientos antes de encontrar algo que les funcione. Es importante seguir consultando con el tratante para recibir contención y avanzar”, precisó.
“El tratamiento es importante para intentar lograr la remisión, esa “curación” que buscamos desde la medicina, para evitar recidivas (repetición) y sobre todo, para evitar una complicación fatal, que es el suicidio”, remarcó.
“La única manera de saber si alguien está con intenciones drásticas es preguntar. Es importante preguntar, porque si una persona tiene intenciones suicidas, es probable que se sienta aislada de todos a su alrededor, asustada o avergonzada por querer morir, o desesperada por ayuda, pero con miedo de preguntar. Así que hablemos, preguntemos. El mayor acto de amor hacia un/a amigo/a o ser querido es preguntar, es escuchar. Y luego ayudemos a la persona a consultar con un especialista, ya sea médico/a psiquiatra o psicólogo/a, no importa con quién primero. Lo que no decimos se nos acumula en el cuerpo. Se convierte en insomnio, en nostalgia, en nudos en la garganta, en error, en duda, en tristeza. Lo que no decimos no se muere. Lo que no decimos nos mata”, señaló.
Sobre cuáles son los aspectos que impulsan a las personas a pensar en el suicidio, dijo que “problemas personales, situaciones financieras difíciles, fracaso académico, discriminación por identidad/orientación sexual, ruptura de una relación, escaso contacto con personas significativas.
Una sensación persistente de desesperanza, inutilidad o fracaso. Sensación de no lograr persistentemente las metas esperadas, con relación a pareja, estudios o trabajo. Ser víctima de violencia, bullying o acoso. Una combinación de lo anterior. Varios contratiempos que parecen poco significativos, si se suman, pueden provocar un efecto devastador”, finalizó.
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