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Los pecaríes, nuestros “chanchos”

Tayassu pecari. Fortín Toledo, 2016. Pecarí labiado, pecarí de labio blanco, tañy kati. Categorías de amenaza: VU (UICN), VU (MADES). Desde el centro-norte de Argentina hasta Centroamérica. Foto: Agustín Paviolo.

Tayassu pecari. Fortín Toledo, 2016. Pecarí labiado, pecarí de labio blanco, tañy kati. Categorías de amenaza: VU (UICN), VU (MADES). Desde el centro-norte de Argentina hasta Centroamérica. Foto: Agustín Paviolo.

POR Alberto Yanosky
Director EIISA (Estructura Interdisciplinaria de Investigación Integral Socio-Ambiental) – UNAE.

Todos conocemos a los chanchos o cerdos porque son animales domésticos que han acompañado el desarrollo de nuestras sociedades. Estos animales, como así también los jabalíes, y en menor medida a los pecaríes, los agrupamos con el nombre de chanchos. Sin embargo, el chancho o jabalí es un grupo de mamíferos diferente al de los pecaríes. Los pecaríes son nuestros “chanchos” autóctonos. Normalmente se los confunde y se piensa que nuestros pecaríes son especies de chanchos que tienen origen en el Viejo Mundo. Estos chanchos que vinieron con los colonos europeos se fueron escapando de sus condiciones de cautiverio en los chiqueros y haciéndose salvajes, asilvestrándose. Las formas y los hábitos son similares, pero la familia que contiene al chancho europeo es diferente a la que contiene a nuestros pecaríes. Una de las características más notorias es que los pecaríes no tienen colmillos que sobresalen de la boca, como es el caso de los jabalíes y de los chanchos, cuyos colmillos son largos y se curvan hacia atrás. Los colmillos de los pecaríes son cortos y rectos. Tanto los chanchos como los pecaríes tienen un hocico muy particular, cartilaginoso, y los ojos son relativamente pequeños, y usan solo dos dedos (los centrales) de las patas delanteras para caminar. Verlos solos es raro, son más bien grupales y familiares.

Los pecaríes comen de todo, son omnívoros, consumen vegetación e insectos, arañas y hasta anfibios, reptiles y pequeños roedores; la estructura bucal, en particular las mandíbulas y los colmillos, les sirven para triturar semillas duras y arrancar las raíces del suelo. Los colmillos de los pecaríes también son importantes elementos de defensa. Al frotar sus colmillos emiten un fuerte sonido que se cree es para desalentar a los depredadores. Existen varios casos de ataques a seres humanos cuando se sienten acorralados, y a lo que más se le teme, es a sus colmillos. La mala visión que tienen está contrarrestada por su capacidad olfativa, utilizan glándulas para frotarse entre ellos y con el ambiente, marcando así el territorio, dejando señales de su presencia y permitiendo la identificación entre individuos de los diferentes grupos.

Catagonus wagneri . Fortín Toledo, 2016. Pecarí chaqueño, tagua. Categorías de amenaza: EN (UICN), EN (MADES). Endémico del Chaco Seco. Foto: Agustín Paviolo.

Catagonus wagneri. Fortín Toledo, 2016. Pecarí chaqueño, taguá. Categorías de amenaza: EN (UICN), EN (MADES). Endémico del Chaco Seco. Foto: Agustín Paviolo

Fuera de este rol importante que tienen en la naturaleza como dispersores de semillas y controlador de plagas, los pecaríes han sido usados por las diferentes sociedades humanas para abastecerse de carne silvestre, como así también para utilizar su cuero. Hoy en día, todos los pecaríes proveen de cuero y carne a diferentes grupos humanos. El origen de los pecaríes es Europa, donde luego se extinguieron, pero ingresaron a Sudamérica cuando en épocas geológicas se conectó Norteamérica con Sudamérica a través del Istmo de Panamá, por lo que podemos decir que es autóctono hasta cierto nivel. Hoy en día reconocemos tres especies diferentes de pecaríes en Paraguay, el tañikati (o pecarí labiado), el kurei (también conocido como chancho rosillo o pecarí de collar) y el taguá (o también chancho quimilero, chaqueño o chancho orejudo).

El kureí (Pecari tajacu) es el más común de todos y que puede ocupar diferentes hábitats, hasta se lo encuentra habitando en forma asociada al ser humano. El tañikati (Tayassu pecari) es más selectivo, prefiriendo bosques húmedos y es de mayor tamaño; el nombre de labiado o de barba blanca tiene que ver con el color de su pelaje más claro en torno a la boca. Por último, el taguá o pecarí chaqueño (Catagonus wagneri), solo se lo encuentra en lugares particulares del Chaco, y hasta la década del ’70 se creía que esta especie estaba extinta; si bien, era bien conocida por los pobladores locales, en particular, los pueblos indígenas.

Tayassu pecari. Fortín Toledo, 2016. Pecarí labiado, pecarí de labio blanco, tañy kati. Categorías de amenaza: VU (UICN), VU (MADES). Desde el centro-norte de Argentina hasta Centroamérica. Foto: Agustín Paviolo.

Dicotyles tajacu. Chovoreca, 2021. Pecarí de collar, kureí. Categorías de amenaza: LC (UICN), LC (MADES). Desde el centro-norte de Argentina hasta el sur de Estados Unidos. Foto: Nicolás Cantero

Los pecaríes pertenecen al grupo de los ungulados de dedos pares, es decir de ese tipo de animales que para caminar se apoyan sobre sus dedos (o su ancestro lo hacía), y esos dedos, por el rol importante que cumplen, normalmente están protegidos con una pezuña, como tienen las cabras. Se los conoce como artiodáctilos, a diferencia de los perisodáctilos (como el tapi) que son ungulados de dedos impares. Los pecaríes como artiodáctilos están emparentados con las jirafas, los hipopótamos, los bisontes y las ballenas, todo esto demostrado por el conocimiento científico sobre la evolución de estos animales. En este grupo también están los chanchos y los jabalíes, pero a no confundirlos, que no son lo mismo. Para nosotros, los jabalíes o el chancho alzado, como a veces los conocemos, son animales exóticos, no son originarios de esta zona.

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