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Nacionales

Allá lejos, en el norte del país, terminamos un sueño

Atardecer sobre el pantanal boliviano, pero visto desde el pantanal paraguayo. Fotos: Alberto Yanosky.

Atardecer sobre el pantanal boliviano, pero visto desde el pantanal paraguayo. Fotos: Alberto Yanosky.

Hace poco más de 20 años no sabíamos que en el norte de lo que generalmente se conoce con el nombre de Chaco, existía algo que ecológicamente no era Chaco, un sistema de humedales asociados a dos ríos, por un lado el río Paraguay, que nos separa de Brasil, y por otro el río Negro, que nos separa de Bolivia.

En ese extremo nordeste de la región occidental (o Chaco) se encuentra la distribución más austral de la gran ecorregión del Pantanal que compartimos con Bolivia y Brasil. Si bien “nuestra porción” es pequeña, es quizás la más silvestre, la más salvaje, la más prístina, con una localidad donde se asienta gran parte de la población, Bahía Negra, a la que podríamos llamar la capital del Pantanal paraguayo.

Bahía Negra está fuertemente complementada con diferentes comunidades de la Nación Yshir Ybytoso (también conocida como Chamacoco), lo que hace que esta zona urbana o suburbana esté conformada por un pueblo originario que ha tenido algún cruce amoroso con un checo y de ahí que tengamos una población descendiente híbrida conocida como Checomacocos, población a la que se le suman los no nativos que tienen diferentes orígenes, algunos de origen Guaraní, pero muchos de origen brasileño y de otros lugares del Paraguay que inyectan, a Bahía Negra, sangre principalmente europea integrada a los pueblos indígenas. No debemos olvidar que la pujante ganadería de la región trae población que va ocupando los extensos campos y humedales.

Vista del río Negro con la construcción de Tres Gigantes del lado paraguayo, en la otra margen el Parque Nacional Otuquis, en territorio boliviano.

Comencé a trabajar en esa localidad, y con la bella gente del lugar, hace más de 20 años. Logramos conservar alguno de estos sitios y formar allí un grupo local de conservación, que orgullosamente hoy se erige como un pilar importante de la sociedad local, y que ha traído al lugar un medio importante de comunicación, como lo es la radio, cuando no sabíamos de la existencia de internet. Teníamos muchos sueños que se fueron logrando de a poco, como traer la telefonía celular para evitar la engorrosa comunicación de la única cabina telefónica que existía, pero hoy celebramos que llegó la energía eléctrica, y con este hito hacemos que toda la energía eléctrica de la nación provenga totalmente de energía renovable, dándonos una característica positiva más, al ser el primer país de la región en lograr esta meta.

También está la existencia de un Parque Nacional como lo es el Río Negro, que ha tenido muchas inversiones etéreas y documentales, pero que no tiene acciones concretas en el terreno, y su evolución —posiblemente natural— está librada al azar, sufriendo incendios constantes y actividades ilegales que se dan por la falta de presencia del Estado allí. Es un territorio que ha sido clave en la historia nacional, en particular en la guerra del Chaco, con propiedades relevantes que hemos logrado conservar (como Fortín Galpón) y sitios en la misma Bahía donde se erigía el hospital, según me instruía la embajadora Julia Velilla, cuando se le caían las lágrimas recordando a un ser querido que había estado allí.

El trabajo con la gente local y en particular con los jóvenes es clave. Gracias a profesionales comprometidos se logró avanzar hacia la conformación y profesionalización de lo que es hoy el EcoPantanal.

Esa localidad y esas comunidades a la orilla del majestuoso río Paraguay, ese sitio tripartito donde se conjugan tres naciones, muy lejos de La Paz o Sucre, y Brasilia o Asunción, pero donde hay gente y hay naturaleza en estado puro, en medio de una gran esponja que es el Pantanal, fundamental para regular los ciclos hídricos de la región: allí logramos, luego de muchos años, conseguir apoyo para asegurar tierras para conservación.

Recuerdo muchos viajes en busca de alianzas, pero algo que no se borrará de la historia es el estar acompañado por un grande de la conservación de la naturaleza en un bar en un pueblito de Suffolk en Inglaterra y contar mi historia, nuestra historia y nuestros sueños, que luego derivarían en una inversión para iniciar el sueño que hoy es Tres Gigantes, con parte de una herencia de alguien que atendía un bar, alguien que se sentó y escuchó mi historia, común para mí, pero muy “exótica” para él. Este inicio claro permitió la venida de más inversiones y mayor confianza. Alguien tiene que dar el puntapié inicial para que algo ocurra.

La iguana verde, en una de las pocas zonas del país donde se la puede ver asoleándose sobre la vegetación.

Comprada la tierra había que construir algo atractivo para que la gente pudiese estar ahí y para que, además, pudiésemos administrar esa propiedad, a la que luego se le fueron sumando otras, y fue gracias a una querida arquitecta que jugó por la idea y se internó en la naturaleza, con todo lo que ello conlleva (¡materiales, transporte, energía y muchos hombres!) para construir una sede, y otra querida mujer conservacionista que nos ayudó a elegir el lugar donde construir esa estación que hoy es Tres Gigantes.

Una boa kuriju (curiyú) tomando sol sobre el camalotal en el río Negro.

Algunos sueños se van cumpliendo, otros quedan todavía por cumplir, como que en ese territorio hay pueblos indígenas que hacen conservación y tienen una sabiduría ancestral que pocos conocen (basta hablar un poco con don Bruno Barras o Andrés Ozuna), grupos de productores ganaderos comprometidos con una ganadería sostenible, propiedades vecinas que tienen un enorme potencial de conservación y que requieren incentivos para mantenerse; y del otro lado de la frontera, cruzando el río Negro está Otuquis, otra área protegida, pero en Bolivia. Y cruzando el río Paraguay está Navileque, otra área protegida, pero en Brasil, que junto con el aporte que hace Paraguay, con Tres Gigantes, la Reserva Pantanal Paraguayo, Río Negro y otras propiedades, conforman un área transfronteriza de más de un millón de hectáreas que unen tres naciones, en lo más silvestre del Pantanal, el humedal de mayor tamaño del mundo.

La impronta del gran carnívoro del Pantanal, una pisada del yaguareté, que a su vez nos obliga a mirar para todos lados.

Sueño con ver esta gran unidad de conservación, en la cual su gente se sienta orgullosa, con todas las necesidades satisfechas; que podamos llegar a lugar sin mayores inconvenientes y que Bahía Negra se transforme realmente en una entrada legal al país para inversores y para turistas. Los invito a mirar con detalle cada uno de los rincones de este país, para muchos, totalmente desconocido.

Llegar y permanecer no siempre es fácil, en particular en épocas de lluvias y mucha humedad.

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