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Los últimos serán los primeros y los primeros últimos

“Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros. En efecto, el Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora a la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.

Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: “Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo”. Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: “¿Por qué estáis aquí todo el día parados? Dícenle: “Es que nadie nos ha contratado”. Díceles: “Id también vosotros a la viña”.

Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: “Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros”. Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: “Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor”. Pero él contestó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno? Así, los últimos serán primeros y los primeros últimos”. (Evangelio de san Mateo 19,30—20,16)

Solamente Mateo da cuenta de la parábola del patrón y de los obreros enviados a la viña. La doble sentencia que hace de marco es una advertencia para “los primeros” y de consolación para “los últimos” (Mt 19,30; 20,16). Para comprender el significado de esta frase de carácter proverbial, que se encuentra también en Mc 10,31 y Lc 13,30, se debe tener en cuenta del mensaje del relato parabólico.

Mateo es un buen intérprete de la tradición profética, donde el símbolo de la viña sirve para describir la situación del pueblo que, por una parte, pertenece a Dios y, por la otra, trasgrede la alianza. Esta propiedad de Dios, que en el Antiguo Testamento corresponde a Israel con exclusión de los otros pueblos, con la misión de Jesús y de la comunidad creyente, propulsores del reino de Dios, se extiende universalmente (Mt 28,16-20).

Mateo desea describir la dinámica de la acción de Dios a través de la imagen del patrón que durante todo el día contrata obreros para su viña. El relato se centra sobre la relación de trabajo entre el patrón de la viña y los diversos grupos de obreros. El primer reclutamiento se realiza al alba, inicio de la jornada laboral, la cual comenzando a las seis de la mañana dura alrededor de doce horas. Solamente con estos obreros el Señor concuerda expresamente el salario de un denario al día que, según la práctica de la época, se pagaba a la tarde (Lv 19,13; Dt 24,15; Tb 4,14).

La jornada, en la parábola, continúa con la salida del patrón para contratar otros obreros con los cuales no se establece un contrato sobre el salario; con todo, se les promete un “pago justo”. La convocación de los obreros en distintas horas alude a la continua llamada que Dios hace a su pueblo. Mientras la contratación hecha a las nueve y las tres se describen sintéticamente, en la última llamada, la de las diecisiete horas, se pone particularmente de relieve un diálogo entre el patrón y los obreros de la última hora.

La conclusión de la jornada es motivo para dar inicio a la segunda parte del relato en el que el patrón encarga al capataz pagar a los trabajadores con la orden de comenzar el pago “a partir de los últimos hasta los primeros”.

La disposición recuerda la frase de introducción y de conclusión (Mt 19,30; 20,16): “los primeros serán últimos y los últimos serán primeros”. Este elemento tiene una función narrativa muy importante: los obreros contratados al alba presenciarán el pago que se hará a los que fueron llamados al finalizar la jornada. De hecho, estos dos grupos de obreros son los que cumplen el rol principal en el relato.

La toma de conciencia de haber recibido el mismo trato de aquellos que han trabajado solo una hora provoca la protesta de parte de aquellos que fueron convocados a la mañana temprano. Esta recriminación tiene, entre otras, la función de lograr el consenso de los lectores, los cuales estarían invitados a evaluar la situación en términos de justicia social. Pero el punto de vista del patrón, que se hace notar en su intervención final, hace comprender cómo su comportamiento se mueve en el marco de una lógica distinta.

El propietario de la viña desde un punto de vista de la justicia contractual ha cumplido cabalmente. Él ha recompensado a los obreros de la primera hora según lo que habían pactado (cf. v. 2), pero nada impide que él pueda pagar con dadivosidad a los obreros contratados más tarde con los cuales no hubo acuerdo sobre el salario. La última pregunta, que cierra el relato, replantea el conflicto entre la benevolencia del patrón y la maldad de los obreros que son acusados de tener “el ojo malvado”. El motivo de maldad  radica precisamente en la bondad gratuita del patrón en relación con los labradores de la última hora.

Con toda probabilidad, la parábola que responde a la crítica de los observantes e intransigentes, dramatiza la experiencia de la misión de Jesús, enviado a Israel. Él, siendo rechazado como Mesías del pueblo de la promesa, llama a aquellos que fueron excluidos de la salvación, como los pecadores y el pueblo ignorante, los cuales ahora llegan a ser los primeros destinatarios de la acción salvífica y gratuita de Dios.

De esta manera, la parábola pone en crisis al judaísmo, y en particular a los movimientos religiosos que habían desarrollado una soteriología (teología de la salvación) centrada en el esfuerzo humano. Al contrario, Jesús afirma la salvación gratuita de Dios. Solamente su acción salvífica hace posible al discípulo el seguimiento de Jesús, un seguimiento libre, indiviso y sin compromisos (Mt 19,26), así como la unidad indisoluble de la pareja (Mt 19,10) y la elección del celibato (Mt 19,12).

La parábola asume un nuevo significado en el contexto de la misión universal de la Iglesia (Mt 28,16-20), donde los últimos llamados –los paganos– son invitados a gozar de la acción salvífica de Dios del mismo modo que el pueblo de Israel.

Brevemente: En la presente parábola entran en confrontación dos conceptos de justicia. El primer concepto corresponde a los obreros de la primera hora (que representarían a los “observantes” e intransigentes”) que plantean una justicia de tipo “distributiva” mediante la cual el pago debería ser proporcional al tiempo empleado y al esfuerzo realizado.

El segundo concepto corresponde al Patrón de la viña cuya justicia no se basa en una noción de equidad sino en una correcta respuesta a una exigencia de relación. Las necesidades de los obreros de las horas tercia, sexta, nona y undécima son las mismas que las de los obreros de la primera hora y no tienen la culpa de no haber sido contratados desde la primera hora. Por tanto, la lógica del Patrón se basa en la “justicia superior” (Mt 5,20), sobreabundante, que se funda en su bondad y en su misericordia.

 

 

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