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Alberto Fujimori: la década oscura que marcó a Perú

El expresidente peruano falleció el 11 de septiembre de 2024 de cáncer. Fue condenado por delitos de lesa humanidad y corrupción. Desde su vertiginosa llegada a la política hasta hoy, no dejó de polarizar a Perú.

Alberto Fujimori. Foto:BCC.

Alberto Fujimori. Foto:BCC.

La muerte del expresidente de Perú Alberto Fujimori (1990-2000), el miércoles 11 de septiembre de 2024, sigue dividiendo a sus compatriotas. Para sus simpatizantes, Fujimori es el hombre que salvó al país del colapso económico y el terrorismo, pero para sus detractores es un autócrata que atropelló las instituciones democráticas para conservar el poder. Un informe de 2004 de la oenegé Transparencia Internacional, ubicó al exjefe de Estado en el séptimo puesto entre los diez mandatarios más corruptos a nivel global.

Alberto Fujimori nació el 28 de julio de 1938 en Lima, donde sus padres se establecieron procedentes de Japón. En 1960 se licenció como ingeniero agrónomo y se dedicó a la docencia en la Universidad Agraria de Perú antes de saltar a la escena política. En 1974, Fujimori se casó con Susana Higuchi, también de origen japonés, con la que tuvo cuatro hijos: Keiko, Hiro, Sachi y Kenji.

En las elecciones presidenciales de 1990, el desconocido “chino”, apodado así por sus rasgos orientales, logró imponerse al favorito, Mario Vargas Llosa. “Fujimori representaba algo fuera del sistema político establecido, al que Vargas Llosa era más cercano, y estaba menos relacionado con lo que pasaba en ese momento”, explica a DW José Alejandro Godoy, politólogo de la Universidad Católica de Perú y autor del libro “El Último Dictador, sobre la vida y Gobierno de Alberto Fujimori”.

Además, recuerda Godoy, Fujimori logró una alianza con sectores evangélicos y, sobre todo, con pequeños y microempresarios, en un país donde estos últimos son mayoría.

El autogolpe y Sendero Luminoso

Desde su trepidante comienzo político, el estilo de Fujimori estuvo marcado por la controversia. El país que heredó de Alan García (1985-1990) estaba quebrado económica y socialmente, devastado por un 7.000 por ciento de inflación anual y la creciente actividad de los grupos terroristas Sendero Luminoso y Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA).

Su estricto plan antiinflacionario provocó el descontento de los sectores sindicales y del Parlamento. Después de que el Poder Legislativo le retiró su apoyo, Fujimori comenzó a gobernar por decreto hasta que, el 5 de abril de 1992, con apoyo del Ejército, realizó un autogolpe de Estado, disolvió el Parlamento e intervino el Poder Judicial.

Según el politólogo Godoy, Fujimori tuvo dos motivos para llevar a cabo el autogolpe: “La primera cuestión fue más estructural, y la segunda fue una cuestión de mensaje. El sistema político peruano no había sabido responder a los dos principales retos de 1980, por un lado, la profunda crisis económica y, por otro, la violencia de dos grupos subversivos con miles de víctimas mortales”.

Bettina Schorr, politóloga del Instituto Latinoamericano de la Universidad Libre de Berlín, indica que, en ese contexto de crisis, Fujimori vio la necesidad de una nueva Constitución, pero también, al igual que otros mandatarios, sucumbió a la tentación de perpetuarse en el poder. “Sin un cambio de la Constitución, eso no hubiese sido posible. Fujimori necesitaba desarticular todas las reglas políticas que había y hacer nuevas”, sostiene la experta alemana.

En septiembre de 1992 fue arrestado Abimael Guzmán, líder de la guerrilla maoísta Sendero Luminoso. Un hecho que, a pesar de ser mérito de la policía de inteligencia que trabajaba de forma independiente, Fujimori supo capitalizar. De ese modo, la lucha antiterrorista se convirtió en su lema principal, y lo llevó finalmente a arrasar en las elecciones de 1995.

Durante su segunda presidencia, la alianza de Fujimori y las Fuerzas Armadas se consolidó, y cada vez eran más fuertes las denuncias de distintos sectores de la sociedad peruana frente a la consolidación de un régimen cívico-militar. Muchos analistas independientes advertían, ya que el controvertido Vladimiro Montesinos, asesor de Fujimori y jefe del Servicio de Inteligencia, era quien tenía el poder en la sombra.

La huida a Japón y la renuncia por fax

En las elecciones de 2000, Fujimori se postuló nuevamente, a pesar de que la Constitución vigente prohibía dos períodos presidenciales consecutivos. El entonces mandatario alegó que, debido a que dicha normativa entró en vigor durante su primer mandato, esa nueva candidatura sería su primera reelección.

Tras una primera vuelta convulsa, el candidato opositor Alejandro Toledo, que quedó segundo con el 40 por ciento de los votos, renunció a participar en la segunda ronda por considerarla fraudulenta. Esto no detuvo la “reelección” de Fujimori el 28 de mayo de 2000, sin rival y sin observadores.

Sin embargo, un mes y medio después de asumir por tercera vez como presidente, un gran escándalo protagonizado por Montesinos remeció al país. En un video difundido en televisión se veía al jefe del Servicio de Inteligencia entregando fajos de dinero a un parlamentario de la oposición. En otros videos presentados posteriormente se veía a más políticos, empresarios y personalidades recibiendo dinero de Montesinos. Pocos días después, Fujimori se vio obligado a convocar nuevas elecciones.

En medio de la profunda crisis política, Fujimori aprovechó su viaje a la cumbre económica de la APEC en Brunéi para luego viajar a Japón, desde donde envió su renuncia por fax el 19 de noviembre de 2000. El Congreso peruano no aceptó su renuncia y le destituyó por “incapacidad moral permanente”, siendo reemplazado por Valentín Paniagua. Agentes de Policía delante de la residencia en Lima del fallecido expresidente peruano Alberto Fujimori.Agentes de Policía delante de la residencia en Lima del fallecido expresidente peruano Alberto Fujimori.

Nuevo intento y las condenas

El gobierno japonés le reconoció la nacionalidad nipona, lo que le dio derecho a permanecer en Japón y a no ser extraditado. En su contra había pedidos de detención ordenados por Interpol y solicitudes de extradición por delitos de lesa humanidad y corrupción ordenados por Perú. Pese a ello, Fujimori anunció su intención de postularse nuevamente a la presidencia de Perú en 2005. Esta fue denegada por el Tribunal Constitucional por estar vigente la inhabilitación política por 10 años.

A fines de 2005, Fujimori aterrizó sorpresivamente en Santiago de Chile, siendo detenido poco después por la Policía chilena a pedido del Gobierno peruano. Dos años después, el fugitivo exmandatario fue extraditado a Lima, donde el 7 de abril de 2009 recibió una condena de 25 años de prisión por dos matanzas ocurridas en 1992. En esa operación murieron 25 personas a manos de un escuadrón militar encubierto, denominado Grupo Colina.

Otros delitos por los que Fujimori fue condenado fueron peculado, corrupción y los denominados “diarios chicha”. “Por las violaciones a los derechos humanos y el desmantelamiento de las instituciones democráticas, creo que las condenas contra Fujimori fueron justas. Pero hay casos por los cuales no pudo ser sentenciado como las esterilizaciones forzadas a mujeres. Ese es el caso más grave de todos los que tenía pendientes”, apunta Godoy, autor de “El Último Dictador”.

No obstante, a pesar de todas las evidencias, el exautócrata peruano tiene aún muchos simpatizantes en Perú. “Parte de nuestra sociedad tiene una cierta cultura autoritaria y quiere líderes que ofrezcan, sobre todo, mano dura. Fujimori logró apropiarse el éxito de la lucha contra el terrorismo, la mejoría económica y tuvo una política más populista”, cuenta Godoy. En esa misma línea opina la politóloga Schorr, quien cree que su hija Keiko “de alguna manera quiere perpetuar ese legado con posiciones y herramientas parecidas”.

Fuente: DW.

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