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Tras autogolpe parlamentario, Bukele muestra que también tiene respaldo militar

Nayib Bukele, presidente de El Salvador. Foto: Getty Images

Nayib Bukele, presidente de El Salvador. Foto: Getty Images

Tras de haber roto a inicios de mayo el equilibrio de poderes republicano, al destituir inconstitucionalmente a magistrados de la Corte Suprema y al Fiscal General, originando una convulsión política interna y un generalizado repudio internacional, ahora el presidente salvadoreño Nayib Bukele avanza en su deriva autoritaria recurriendo al populista elogio de la Fuerza Armada de su país. Con ello vuelve a poner en evidencia la su sintonía fina que tiene también con el poder militar, además de la abrumadora mayoría de representantes con que cuenta en el Congreso unicameral.

Esto ocurrió el viernes 7 cuando en su carácter de Comandante en Jefe de las instituciones castrenses y en nombre del pueblo que lo eligió presidente reiteró su agradecimiento a los uniformados “por ayudar a salvar a la patria de nuestros enemigos internos y externos”, sin identificar quienes son los enemigos de El Salvador.

En realidad no era necesario que el mandatario salvadoreño mencionara nombres y apellidos al expresar que “los ataques ahora ya no son externos, sino que también son internos. Esas pequeñas voces que atacan a la Fuerza Armada (…) Los que son una pequeña minoría hacen mucho ruido. Les gusta criticar porque no hacen nada y porque en el fondo envidian a los hombres y mujeres de valor que sí están trabajando por nuestra patria”.

Las palabras de Bukele fueron parte de un discurso que brindó durante la ceremonia de juramentación de 130 cadetes en el marco del Día del Soldado Salvadoreño, que se celebra cada 7 de mayo y que por la pandemia no se llevó a cabo con el tradicional desfile militar que recorre las principales calles de San Salvador. En el acto oficial, que tuvo lugar en la Escuela Militar, Bukele destacó el trabajo de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad y también en diferentes labores en el marco de la pandemia.

Poniendo en evidencia su acercamiento al poder castrense como ya lo hizo antes, incluso en el mismo recinto parlamentario, y sin aportar datos y estadísticas el presidente alabó a los militares afirmando que sin su colaboración no “nos hubiésemos convertido en los mejores países del mundo en el manejo de la pandemia, protegiendo la vida y la salud de millones de salvadoreños”. Y añadió con evidentes connotaciones populistas: “Hoy nos toca a nosotros, al pueblo salvadoreño, decirles gracias por su incansable valentía, trabajo, dedicación y lealtad. Que Dios bendiga a la gloriosa Fuerza Armada”.

Entre tanto, siete organizaciones de la sociedad civil solicitaron a la Organización de los Estados Americanos (OEA), por medio de una carta enviada el viernes y difundida en redes sociales, la convocatoria de su Consejo Permanente para “restaurar el orden constitucional” en El Salvador, para lo cual requirieron que “se active el procedimiento previsto en el artículo 20 de la Carta Democrática Interamericana”.

Las organizaciones también exigieron al Estado salvadoreño que rechace las renuncias de los magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y del fiscal general por “haberse emitido en condiciones irregulares” y que cumpla con la sentencia emitida por el Supremo Tribunal tras la decisión del Parlamento. Óscar Armando Pineda Navas (quien se desempeñaba como presidente de la CSJ), Aldo Cader, Marina Marenco de Torrento y Carlos Ernesto Sánchez fueron los jueces que presentaron sus renuncias a raíz del quebrantamiento del orden constitucional realizado por el presidente Bukele.

No debe olvidarse que, después de haberse producido su destitución inconstitucional, los integrantes la Sala Constitucional emitieron un fallo declarando la inconstitucionalidad de la decisión del Congreso. Esta decisión numerosos de los juristas salvadoreños consideran que, en estricta justicia, anula el inconstitucional cese de los magistrados supremos decidido por los partidarios de Bukele en el Congreso unicameral, en el que los partidos opositores ni siquiera llegan a tener un tercio de las bancas.

Sin la menor duda recién estamos en el inicio de la grave crisis político-institucional instalada en El Salvador por el presidente Bukele, quien decidió sacarse el disfraz de gobernante democrático que ya se había convertido en un impedimento para su verdadero proyecto político: el autoritarismo populista.

 

 

Redacción propia a partir delas agencias DPA y Efe, y de la prensa salvadoreña:Diario El Mundo, La Prensa Gráfica yEl Diario de Hoy.

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