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Un pueblo, un discurso y un Imperio

Alan Redick

Alan Redick

Joe Biden asumió este 20 de enero la presidencia de Estados Unidos en un clima bastante tenso y con la capital del país militarizada. En su discurso habló de paz y de unificar al país, pero al mismo tiempo, declaró que su lucha sería contra el “terrorismo doméstico” (entiéndase, seguidores de Trump).

Si bien existe una línea de gobierno que viene ejecutando su agenda desde los 90, fue con Trump con quien se abrió un paréntesis en esa línea. Ahora, simplemente se cierra el paréntesis y se vuelve al status quo, pero con la férrea intensión de que la perpetuidad agenda no vuelva a quebrarse.

El excéntrico Donald Trump había cambiado la forma de hacer las cosas en Washington. Su política fue la del no-intervencionismo y la del respeto y soberanía en el autodeterminismo de los pueblos. De hecho, fue el único presidente desde 1928 que no ha hecho una guerra o una invasión a otro país.

En cuanto a la política interna, Trump se enfocó en fortalecer una economía nacionalista. Inició una guerra comercial contra China, la cual muchos analistas pensaron que no la ganaría, y consiguió que la economía de Estados Unidos se levantara a un nivel récord. En el 2019 China salió perdiendo dinero por primera vez después de muchos años.

Trump consiguió además que muchas compañías volvieran a Estados Unidos, lo cual se tradujo además en una tasa histórica de desempleo. Muchas veces la economía se mide solo por parámetros macroeconómicos, pero en la era Trump tanto la economía como el nivel de vida de los ciudadanos se había levantado, hasta que llegó la Pandemia.

Con todo, cabe mencionar también que Trump fue quizás el presidente más perseguido del establishment, y digo establishment porque el movimiento que apoyan las élites representa al grupo de poder y no a la resistencia ni a la revolución.

Desde un comienzo fue perseguido por el monopolio mediático, al que luego se sumó la férula del monopolio de las redes sociales, editando y finalmente censurando tanto a Trump como a sus seguidores. Se lo acusó de homófobo siendo que él había (mucho antes que los Clinton y Obama) asistido a varias bodas gays.

También se lo acusó de racista y se instaló ese discurso en forma permanente; sin embargo, no existe ningún discurso explícito que haga referencia a la supremacía racial o al racismo, sino todo lo contrario. Ya en las elecciones de 2016 Trump había ganado gracias al voto de los afroamericanos y latinos. De ese mismo modo, en el 2020, en los distritos electorales con mayor densidad demográfica de latinos y afroamericanos, Trump volvió a ganar. ¿Cómo puede ser entonces que tanto los afroamericanos como los latinos voten a un racista supremacista blanco?

Es verdad que al comienzo hubo grupos de supremacistas que apoyaron a Trump, pero él no tuvo ningún vínculo con ellos. De hecho, desde un inicio los repudió y rechazó el apoyo de David Duke y su grupo. Sin embargo, la prensa insistió con ello repetidas veces. Trump era constantemente preguntado sugestivamente “¿Por qué no había nunca repudiado a ese grupo?” A lo que Trump respondía una y otra vez recordándoles que sí lo hizo, pero la prensa insistía sugiriendo con sus preguntas que él nunca lo había hecho.

En contrapartida Biden sí había hecho varios comentarios explícitamente racistas, pero la prensa, con cierta sonrisa picaresca hacia el tío Joe los calificaba de racismo “soft”.

La prensa directa y abiertamente lo comparaba con Hitler. Al inicio predijeron que destruiría la economía en la primera semana e iniciaría también la Tercera Guerra Mundial. Ninguna de esas cosas ocurrió, sino más bien todo lo contrario. Incluso en las deportaciones, Trump no le ha llegado ni a los talones a los más de 3 millones de inmigrantes que deportó Obama, e incluso, se cancelaron también las torturas en Guantánamo, que habían sido legalizadas por Obama.

Con todo eso, la proyección de la prensa seguía siendo univoca y constante: Trump era Hitler.

Una de las reglas fundamentales para toda hermenéutica o interpretación tiene que ver con la coherencia histórica. Ni bien asumió Hitler el poder ya comenzó con las persecuciones raciales y con la guerra. Trump en cuatro años no dio ninguna señal de ello, más bien todo lo contrario.

Se instauró así una imagen proyectada que creaba un imperativo moral: se debe detener a Hitler a cualquier costo, incluso si eso significa que deba hacerse un fraude electoral; un mal para detener a un mal mayor.

Elecciones 2020 y el atraco al Capitolio

Las elecciones se dieron bajo el marco de la Pandemia y eso permitió que se lleven a cabo muchas excepciones. Ya he cubierto sobre este tema en otro artículo, así que no me detendré más en ello.

Lo cierto es que Trump, dentro de sus derechos constitucionales, convocó a una manifestación pacífica para el 6 de enero en Washington DC. El evento fue multitudinario y se desarrolló pacíficamente salvo a pequeños incidentes y al anecdótico atraco del Capitolio.

En toda manifestación grande existe siempre el peligro de altercados. Hasta en la congregación del 8 de diciembre de Caacupé se llenan las calles de efectivos policiales, por cualquier eventualidad.

Lo que muchos quizás no sepan, es que en Washington DC las jurisdicciones policiales son distintas. Existen como 26 diferentes jurisdicciones policiales. Tanto la alcaldía de la ciudad como el mismo Capitolio tienen su unidad policial propia, y ninguna de ellas depende del presidente. De hecho, ellos habían rechazado las ofertas de ayuda federal, y a pesar de esperarse una manifestación multitudinaria, decidieron poner una fuerza policial mínima.

Muchos videos incluso muestran cómo los policías de la ciudad abrían las barreras y dirigían a la gente hacia el Capitolio. Un video muestra cómo los mismos policías abrían las puertas del Capitolio y dejaban pasar a todos sin chequeo previo ni siquiera dándoles una advertencia verbal. A tal punto, que puede escucharse también cómo algunos manifestantes dudan de que eso sea una trampa y terminen todos encerrados.

En ningún momento del discurso de Trump se habló de invadir el Capitolio ni de ningún llamado a la violencia. De hecho, expresamente, el presidente pidió que sea pacífica la manifestación y luego de los hechos, condenó lo que había ocurrido.

Es totalmente absurdo y ridículo pensar que el plan de Trump era que el Hombrebúfalo tomara el Congreso. Efectivamente, Trump tiene la capacidad de violentar las cosas, y si lo hubiera querido, lo hubiera hecho.

Al final, el atraco del Capitolio resultó un evento bastante confuso. La policía tuvo que haber evitado que la gente ingresara al Capitolio deteniéndolos en la puerta misma (o incluso antes de llegar a las puertas); pudieron solicitar apoyo a cualquiera de las unidades de seguridad, pero no lo hicieron. En su lugar, propiciaron un ambiente caótico y confuso que terminó con la vida de 7 ciudadanos que simplemente estaban en el lugar equivocado y a la hora equivocada.

Las cámaras muestras a efectivos de seguridad disparando a gente desarmada sin siquiera mirar hacia donde disparaban. Finalmente, se destituyó a los jefes policiales, pero el daño ya estaba hecho. No solo en relación con la tragedia capitolina, sino que también ese evento dio pie para que no se pusieran más objeciones a los fraudes electorales, ya que era necesaria una resolución para que se restaure la paz. El senador Peters incluso admitió que hubo fraude, pero no a una escala para cambiar el curso de las elecciones, y sostuvo además que no es bueno ni siquiera que se trate el tema, pues daría pie a más confusión. Los senadores que presentaron una oposición fueron duramente cuestionados y se los trató de todo.

Inmediatamente los demócratas condenaron el atraco al Capitolio denunciando un intento de sedición y llamando a los seguidores de Trump “terroristas domésticos”.

La verdad es que, durante el transcurso del 2020, los demócratas no solo permitieron, sino que incitaron a grupos como los Antifa y BLM a manifestarse e hicieron apología del pillaje y la destrucción (incluso de la quema de iglesias). Sin embargo, a pesar de que hayan arrasado con mitad del país, estos grupos no fueron considerados “terroristas domésticos”; Biden incluso dijo que Antifa solo era una idea.

Lo que pasó en el Capitolio fue lamentable. Pero, aunque un pequeño grupo actuó con cierta violencia, se pueden ver en algunos videos que no ha existido daños mayores (nada comparado a lo que ocurrió en Paraguay). En una filmación puede verse al famoso Hombrebúfalo sentarse en el lugar del vocero de la Cámara; se puede ver también a un policía presente que no hace nada, y es otro manifestante el que le pide al susodicho que respete la Cámara, porque es un lugar sagrado. Al final, el policía con un tono sugestivo les pide que abandonen el salón.

La última consecuencia del evento es el juicio político que pretender hacer a Trump para inhabilitarlo electoralmente. Tanto es el miedo que le tienen que no quieren que se vuelva a presentar en las próximas elecciones. Pero por más de que busquen darle la vuelta, Trump solo ejercía su derecho constitucional de convocar a una manifestación y el de protestar por el fraude. Más bien parece que la verdadera sedición viene del otro lado.

Un solo pueblo: E Pluribus Unum

Si la idea es la de pacificar y sanar las heridas de la gente para volver a unificar al pueblo, las acciones deben también acompañarla. No se puede hablar de paz y unidad cuando las últimas acciones son alevosamente persecutorias y condenatorias. Unidad y paz para nosotros, pero erradicación a ellos.

Ninguna de las últimas acciones tomadas por el nuevo gobierno fue conciliatoria. En su lugar, se ha establecido una guerra contra “los terroristas domésticos”. Esta misma idea no solo es peligrosa, sino también perturbadora. ¿Quiénes son los que determinan quién es y quién no es un ‘terrorista doméstico’? Las últimas definiciones resultaron ser no solo ambiguas sino también sectarias.

Una de las ideas fundamentales al que aspira la nación americana es la idea del e pluribus unum, o de la unidad en la diversidad. Lo que se pretende hacer ahora es simplemente eliminar la diversidad de modo a que solo quede la unidad. Eso es como crear un desierto y luego llamarlo paz.

Se habla mucho del enfoque de la diversidad; sin embargo, la diversidad a la que apuntan es solo racial o de género, y nada más racista o sexista puede haber, justamente al considerar solo las distinciones biológicas y genéticas. Lo que no se admite en el discurso de la diversidad es la aceptación a una diversidad ideológica ni a una diversidad cultural.

Un discurso y al resto, censura.

Desde un inicio se ha acusado a Trump de imponer un discurso de odio; sin embargo, lo único que han hecho sus oponentes es predicar el odio usando palabras de amor.

Es verdad que Trump rompió también con lo que se conoce como discurso políticamente correcto, pero su discurso, aunque no siempre elocuente y de buen gusto, siempre ha sido legítimo.

Se ha generado con el discurso una polarización en la sociedad. Particularmente desde el inicio apoyé a Trump, pero tuve mis reservas; sin embargo, los ataques han hecho siempre que tenga que estar a la defensiva constantemente y eso me volvía solo ‘trumpista’. Incluso en los escritos, me veo obligado más a defender que a criticar, ya que el desbalance del discurso es tal que solo se escuchan cosas negativas y no se ve nada positivo. Eso lleva a uno a estar constantemente a la defensiva sin la oportunidad de presentar su posición crítica.

La gente puede pensar que esto es relativamente normal, como cuando Cacho y Chano pelean sobre Olimpia y Cerro, pero luego todo vuelve a la normalidad entre los amigos. Pero esto fue mucho más allá de cualquier rencilla partidaria.

Hace unos días recibí la llamada telefónica de una señora amiga. En parte de la conversación me dijo que quería llamar antes, pero tuvo que esperar a que sus hijos y nietos no estén en su casa, pues enloquecen si tan solo escuchan nombrar a Trump. Esta puede ser simplemente una anécdota aislada, pero lamentablemente representa la vida de millones de americanos quienes en sus mismos hogares tuvieron que mantener el silencio para mantener la paz, pues ningún disenso al discurso era aceptado.

Recuerdo que en el 2016 fuimos con un grupo de profesores a cenar a un restaurante bastante fino. Ya al final de la cena surgió el tema Trump, y un profesor de filosofía muy efusivamente dio sus profecías de lo que pasaría si ganare Trump. Su visión era terroríficamente apocalíptica. Ingenuo, yo cometí el error de tan solo decir en un tono muy suave “quizás no sea tan malo”. A penas terminé de decir eso, el colega empezó a insultarme a los gritos y terminó levantándose de la mesa. Cuatro años después, todas sus predicciones resultaron erradas, pero la imposibilidad de un dialogo siguió cada vez peor.

Recuerdo también que un estudiante de la universidad había sido agredido verbal y físicamente, solo por el hecho de llevar un kepi de MAGA. Sorprendentemente la universidad no dijo nada al respecto. El orden consuetudinario ya estaba establecido; se podía llevar cualquier atuendo de la línea política de los demócratas, incluso se aceptaba que tanto alumnos como profesores lleven alguna identificación de tiranos y asesinos como el Che, Mao, Lenin y Castro.

Se ha instaurado sistemáticamente la idea de un discurso de odio y un odio al discurso. La mitad de la población, que estaba a favor de Trump, tenía que mantener el silencio porque la otra mitad odiaba y no soportaba su discurso. Al final, incluso las plataformas de las redes sociales terminaron censurando al discurso de Trump y al de sus seguidores. Se llegó a tal punto que Twitter y Facebook terminaron bloqueando la cuenta del presidente de los Estado Unidos, no por nada que haya dicho, sino por lo que pueda decir en el futuro.

Perspectiva del futuro

En el futuro solo se puede esperar más de lo mismo. En cuanto a la política internacional, Biden ya ha sostenido que Estados Unidos volverá a tomar la responsabilidad que tiene en el mundo (intervencionismo), a lo que lo que los medios de prensa han reaccionado en forma favorable.

El globalismo volverá a ser la doctrina eje de las acciones políticas. Ya antes, especialmente durante el segundo período de Obama, se decía que cada vez más Estados Unidos se estaba pareciendo a China, y que China se estaba pareciendo a Estados Unidos. En tal sentido, se volverá a retomar, ahí donde se dejó, la política de los Bush, Clinton y Obama.

Internamente, el país está radicalmente dividido. El discurso mediático sostiene que la democracia ha triunfado en los Estados Unidos; sin embargo, dos de las virtudes esenciales del sistema democrático se han viciado: La libertad de expresión y la transparencia electoral. En toda elección la transparencia del proceso debe ser más que una garantía. Lo importante después de unas elecciones es justamente convencer al perdedor de que ha perdido, y eso no se ha dado en este caso principalmente por la falta de transparencia y la falta de buena fe.

Tanto la transparencia del sistema electoral como la libertad de expresión actúan como válvula de escape de las tensiones sociales. El grupo que perdía podía siempre hacer su catarsis expresando sus frustraciones y sentimientos; eso no es posible ahora debido a la censura y a la intolerancia de la otra parte. El otro consuelo que tenían los perdedores era simplemente esperar cuatro años y volver a presentarse a las elecciones; pero si las elecciones ya no son una garantía, entonces tampoco puede servir para alivianar las tensiones sociales, y eso, en un país donde la mayoría de los ciudadanos están armados puede ser grave.

Todo apunta a que la idea es siempre la de instaurar un sistema sin que exista un disenso ni nada que desafíe al establishment. con “un pueblo, un discurso y un Reich”.

Este será el nuevo modelo de exportación que llegará hasta nuestro país, y son, irónicamente, los mismos opositores al imperialismo yanqui quienes se convirtieron en los profetas de este nuevo orden. En palabras de Benedetti:

“un hombre está listo

cuando ustedes

oh marine

oh boy

aparecen en el horizonte

para inyectarle democracia”.

 

1 Comment

1 Comentario

  1. C. Francisco

    24 de enero de 2021 at 11:01

    El que no entienda es porque no quiere entender.

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