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Cómo el bullying puede dejar secuelas cerebrales permanentes en niños y adolescentes
Imagen de referencia. Foto: www.upadpsicologiacoaching.com
Según un estudio reciente del Trinity College en Irlanda, el bullying altera al menos 49 regiones cerebrales clave como las responsables de la memoria y el aprendizaje. Cuáles son las consecuencias emocionales y sociales de este fenómeno social, según los expertos.
- Un estudio del Trinity College muestra que el bullying afecta al desarrollo de 49 regiones cerebrales clave.
- Áreas como la amígdala y la corteza prefrontal se ven modificadas, alterando la regulación emocional y el aprendizaje.
- Los expertos destacan la relación entre el bullying y un mayor riesgo de trastornos mentales como la depresión.
Lo esencial: el acoso escolar impacta más allá del aspecto emocional. Estudios recientes evidencian que modifica la estructura cerebral, afectando funciones esenciales para el desarrollo y bienestar. Los cambios en la amígdala y otras áreas pueden predisponer a las víctimas a una respuesta de estrés alterada y problemas de salud mental a largo plazo.
Por qué importa: entender el bullying como un problema neurológico y social ayuda a priorizar su prevención y fomentar estrategias de intervención más efectivas.
- Puede influir en políticas de educación y salud mental.
- Subraya la importancia de programas escolares y apoyo interdisciplinario.
El bullying dejó de ser un problema menor para convertirse en un fenómeno que afecta profundamente el desarrollo neurológico de niños y adolescentes. Un estudio reciente realizado por el Trinity College, de Dublin, en Irlanda y publicado en bioRxiv, evidencian que las secuelas de la victimización en la etapa escolar van más allá de lo emocional, influyendo directamente en la estructura cerebral. “El bullying deja huellas que pueden marcar durante años a las personas”, coincidieron especialistas consultados por Infobae.
El acoso escolar tiene consecuencias tangibles y duraderas en el cerebro en el desarrollo de niños y adolescentes. El estudio realizado por el Trinity College incluyó a más de 2.000 adolescentes de diferentes países europeos, y demostró que al menos 49 regiones cerebrales relacionadas con funciones como la memoria, el aprendizaje y los movimientos motores pueden ser afectados por el bullying. Las resonancias magnéticas (MRI) revelaron cómo el acoso crónico y recurrente influye en el desarrollo neurológico, con implicaciones que se extienden más allá de la etapa escolar.
El médico neurólogo infantil Nicolás Schnitzler (MN 107885) aportó ante la consulta de este medio detalles sobre los cambios cerebrales específicos que pueden producirse: “Estructuras cerebrales como la amígdala, giro fusiforme, ínsula, cuerpo estriado y corteza prefrontal se ven modificadas, correlacionándose con la presencia de compromisos en expresión facial, aprendizaje y regulación de emociones”. Esto implica que las víctimas no solo enfrentan dificultades académicas y de socialización, sino que también están en mayor riesgo de desarrollar problemas emocionales y de salud mental a largo plazo.
El impacto del bullying no es superficial. Schnitzler destacó que “la exposición recurrente al mecanismo de distrés asociados produce cambios cerebrales significativos” que pueden influir en cómo las víctimas interpretan y responden a nuevas situaciones, condicionando su desarrollo integral y aumentando la vulnerabilidad a trastornos como la ansiedad, depresión y psicosis.
Estos hallazgos subrayan que el bullying debe ser entendido no solo como un problema de convivencia escolar, sino como un factor que altera la arquitectura cerebral y tiene el potencial de modificar permanentemente el funcionamiento neurológico de quienes lo padecen.
Tipos de acoso y su impacto diferencial
El bullying no se manifiesta de una sola forma, y las consecuencias neurológicas pueden variar según el tipo de acoso. En su análisis, Darren Brody, coautor del estudio en el Trinity College, destaca cómo las diferencias en la respuesta al bullying pueden estar asociadas al género. “Por lo general, las niñas tienden a sufrir manipulación emocional, como el ostracismo por parte de sus amigos”, mientras que en los niños la evidencia apunta a respuestas en las regiones cerebrales, motoras y sensoriales, debido a la mayor prevalencia de acoso físico.
Sin embargo, para la licenciada en Psicopedagogía María Zysman y fundadora de Libres de Bullying, las respuestas al bullying no presentan grandes diferencias por género, al menos en el contexto de las escuelas de Argentina. “En nuestro país ya no hay tanta diferencia por género en función de qué es lo que aparece como bullying en las escuelas”, aseguró, al tiempo que destacó que “mientras las niñas también recurren a la violencia física, los varones tienden a optar por la exclusión y la crítica, desafiando los estereotipos de género tradicionales”.
En este punto, Schnitzler advirtió que el aumento del ciberbullying es una problemática moderna que amplifica el número de afectados y subraya que, aunque las formas de bullying físico han disminuido en las últimas décadas, el acoso digital continúa en aumento.
Consecuencias emocionales y sociales
Los efectos del bullying no solo se limitan a las transformaciones en el cerebro, sino que también se traducen en alteraciones profundas en el comportamiento y la vida emocional de los jóvenes. El doctor en Psicología y docente Flavio Calvo (MN 66.869) describió una serie de síntomas visibles en las víctimas: “Cuando un niño o adolescente sufre de bullying, suele dar ciertas señales de alarma, como dolores físicos, de estómago, de cabeza, molestias, además de una disminución del rendimiento escolar”.
Estos signos de estrés no son solo pasajeros; el impacto emocional se ve reflejado en una reducción del rendimiento escolar y en la falta de interés por participar en actividades sociales, lo que, a su vez, incrementa la ansiedad y la depresión.
Zysman subrayó cómo el aislamiento y la exclusión tienen un peso enorme en el bienestar de los estudiantes. “El sentirse solo deprime y todo el funcionamiento de un sujeto que se siente excluido, solo, abandonado, desamparado, cambia a nivel metabólico”, aseguró, para explicar que el aislamiento puede alterar la respuesta a los estímulos sociales y afectar la capacidad de aprendizaje.
Y tras asegurar que “el impacto del bullying va más allá de la simple interacción escolar y penetra en las esferas más íntimas del desarrollo humano”, la psicopedagoga resaltó que “afecta las emociones, el estado de ánimo y el comportamiento social de las víctimas”.
Según ella, la exclusión social, un componente común del acoso, tiene efectos devastadores que pueden desencadenar depresión y provocar cambios metabólicos significativos.
Prevención y tratamiento: un enfoque integral
La prevención del bullying es una tarea que requiere la colaboración de toda la comunidad educativa y familiar. Calvo enfatizó que “la mejor manera de evitar el bullying es la prevención y la promoción de conductas saludables”.
Las escuelas que implementan programas de habilidades sociales y comunicación tienden a registrar menos casos de acoso. En este sentido, los testigos de estos actos también juegan un papel crucial. “Son quienes más posibilidades tienen de hablar de situaciones de violencia que observan”, añadió Calvo, y sugirió que los padres deben escuchar e intervenir cuando los hijos comentan estas observaciones.
Schnitzler fue un paso más allá, y propuso un abordaje que involucre a múltiples disciplinas: “La reversibilidad de los daños depende de un plan de trabajo interdisciplinario que incluya a escuelas, familias, psicoterapias y al Estado”. Este enfoque es fundamental para aprovechar la neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para recuperarse, y así poder revertir el daño causado por el acoso escolar.
El papel de la comunidad y la educación
En última instancia, abordar el bullying no es solo responsabilidad de las víctimas o sus familias, sino de un sistema escolar y social que debe trabajar de manera preventiva. Zysman insistió en la educación de quienes ejercen el acoso, señalando que “hay que enseñar a no atacar, porque el bullying es intencional, se puede no hacer doler”.
Estos estudios y testimonios refuerzan la urgencia de tratar el bullying como un fenómeno que va más allá de la simple interacción entre estudiantes, reconociendo su impacto profundo y duradero en la estructura y funcionalidad cerebral. La evidencia demuestra que actuar de forma temprana y con un enfoque integral puede cambiar el rumbo y ayudar a los jóvenes a superar estos episodios, protegiendo su desarrollo y bienestar futuro.
Fuente: Infobae.
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