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Los beneficios del sueño profundo: cuántas horas se necesitan y qué factores son esenciales
Entender cómo se desarrollan las diferentes fases ayuda a mejorar la calidad de vida. La clave está en los períodos de descanso que se repiten durante la noche.
Cada noche, el cuerpo atraviesa un ciclo de sueño dividido en distintas etapas. Este proceso, llamado ciclo sueño-vigilia, incluye fases de sueño no REM y REM que se repiten constantemente. Conocer cómo funcionan estas etapas es clave para entender el sueño profundo y su impacto en la salud.
El profesor Russell Foster, director del Instituto de Neurociencia del Sueño y Circadiana en la Universidad de Oxford, explica que el ciclo comienza con el sueño no REM, dividido en tres fases: la primera, una transición entre la vigilia y el sueño; la segunda, un estado de relajación profunda; y la tercera, el sueño profundo. En esta última, la actividad cerebral cambia a ondas más lentas, lo que es esencial para la recuperación física y mental.
Tras el sueño profundo, llega la fase REM (movimientos oculares rápidos), donde se experimentan los sueños más intensos. Este ciclo completo, que dura unos 90 minutos, se repite cinco veces por noche. Guy Meadows, fundador de The Sleep School, resalta que el sueño profundo y REM son las etapas más reparadoras, fundamentales para la salud física y cognitiva.
La importancia del sueño profundo no radica solo en la cantidad de horas dormidas, sino en la calidad y el tipo de descanso que se obtiene. Durante dicho proceso (etapa tres no REM), el cuerpo y la mente experimentan procesos vitales que incluyen la consolidación de la memoria y la mejora de la resolución de problemas.
Foster explica que esta fase del sueño es cuando la información aprendida durante el día se almacena en la memoria a largo plazo. Es un período de procesamiento, donde el cerebro organiza y consolida datos, llegando incluso a resolver problemas complejos. Según investigaciones recientes, las personas que duermen adecuadamente tienen una mayor capacidad para encontrar soluciones innovadoras a dificultades planteadas previamente, mientras que quienes no duermen presentan un rendimiento notablemente inferior.
El sueño profundo también ha demostrado tener un papel protector en la salud cognitiva. Un estudio de la Universidad de California en Berkeley sugiere que esta fase del sueño puede servir como un “factor de reserva cognitiva”, ayudando a proteger contra el desarrollo de ciertas proteínas relacionadas con la demencia. De hecho, la falta de sueño profundo puede estar relacionada con enfermedades como la esquizofrenia, en la que las personas no presentan esta fase de descanso y muestran deterioro cognitivo.
Por otro lado, la fase REM también tiene funciones específicas, como el procesamiento emocional. Durante esta etapa, en la que se tienen los sueños más complejos, el cerebro procesa y maneja las experiencias emocionales vividas durante el día. La evidencia muestra que la privación del sueño REM está relacionada con niveles más altos de ansiedad y que trastornos como el estrés postraumático pueden reducir la calidad de esta fase, dificultando la capacidad de procesar emociones y manejar el estrés.
Factores que afectan la calidad del sueño
Diversas variables pueden influir en la calidad del sueño, desde aspectos ambientales hasta condiciones físicas y emocionales. El entorno en el que se duerme juega un papel clave; factores como la temperatura de la habitación, la comodidad del colchón y almohadas y la ausencia de ruidos pueden mejorar la calidad del descanso. Las condiciones físicas, como la apnea del sueño o el dolor crónico, pueden alterar los patrones de sueño. Además, la salud mental y emocional, como el estrés y la ansiedad, son factores críticos que pueden provocar dificultades para conciliar el sueño o fragmentarlo.
¿Cuánto sueño profundo se necesita?
En términos generales, la mayoría de las personas necesita dormir de 7 a 8 horas por noche. Aproximadamente, se estima que el 25% de ese tiempo debería ser sueño profundo, y otro 25% sueño REM, según algunos investigadores. Sin embargo, esta necesidad puede variar con la edad y otros factores individuales. La reducción del sueño profundo con el paso del tiempo ha sido relacionada con un aumento del riesgo de demencia y otros problemas cognitivos.
Las siestas y el sueño ligero
Aunque el sueño profundo es crucial, no es el único componente importante. Las fases iniciales del sueño no REM también cumplen funciones esenciales para la relajación, la consolidación de la memoria y el procesamiento de información. Tomarse una siesta corta puede ser beneficioso para mantener un rendimiento óptimo durante el día, siempre y cuando se evite entrar en un sueño profundo, ya que despertarse de esta etapa puede causar sensación de aturdimiento.
Además, a lo largo de la vida, la cantidad de sueño profundo que necesitamos puede cambiar significativamente. Durante la infancia y la adolescencia se necesitan mayores periodos de descanso, mientras que a partir de los 20 o 30 años, la cantidad de sueño profundo disminuye gradualmente. Esto se debe a que, según Foster, con la edad se encuentran menos experiencias nuevas que procesar, lo que reduce la necesidad de consolidar tanta información.
Fuente: Infobae.
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