Editorial
Cuando la improvisación mata
Día a día las redes sociales se pueblan con historias que dan cuenta del fracaso estrepitoso de este gobierno para gestionar la crisis sanitaria. Estas historias dolorosas, que se narran con palabras e imágenes, son las que ponen carne y hueso a los números que noche tras noche difunde el Ministerio de Salud Pública.
La llegada de los primeros lotes de vacunas despertó esperanza en una población agobiada por los problemas económicos, cansada de las restricciones y profundamente entristecida por la cantidad de pérdidas irreparables registradas desde que comenzó la pandemia.
Sin embargo, a pocas semanas de haberse iniciado el proceso de vacunación, la incertidumbre crece continuamente. No solo el sistema logístico implementado para vacunar demostró ser caótico, con momentos de poca asistencia y otros de gran afluencia de personas, sino que la imprevisión con que actúa el gobierno se hace más evidente a cada paso.
La última bofetada que recibió la ciudadanía fue hace apenas unos días, cuando de los vacunatorios regresaban personas airadas, decepcionadas, pues habían acudido a recibir su primera dosis según las instrucciones oficiales (por edad y número de cédula) y no pudieron recibir la vacuna. Las dosis se habían acabado. ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo se puede jugar así con la vida de la gente? ¿Cómo se puede iniciar un proceso sin saber cómo continuarlo?
Las preguntas son de sentido común, y son tantas como las cuestiones que diariamente indignan a la población. Hubo más de un año para preparar todo lo necesario para afrontar la pandemia. Hubo dinero. Se contrajeron préstamos extraordinarios. Hoy sabemos que no existió la previsión necesaria para abastecernos de vacunas a tiempo, que se especuló con los precios y no se pagó lo suficiente para garantizar la entrega inmediata.
Gobernar un Estado exige muchas destrezas. Entre las más importantes está la inteligencia para captar las realidades sociales y actuar en consecuencia, y otra, muy importante, es la habilidad para proceder a tiempo. Oportunamente. Demasiadas muertes estamos lamentando porque no se actuó en el momento indicado. Y de eso hablan las historias que las personas comparten con rabia y pena.
Ahora el gran temor es que quienes han recibido la primera dosis no sean inoculados a tiempo con la segunda. Es decir, no hay certeza de que todos vayan a recibir la inmunización completa.
El cuadro es desalentador. A los hechos de corrupción ampliamente conocidos en torno a la compra de insumos médicos para la lucha contra el Covid-19 y la avidez de ciertos sectores dispuestos a lucrar con la crisis, se han venido sumando sistemáticamente las prácticas erráticas del gobierno que ha hecho de la improvisación su modus operandi.
El director de Vigilancia de la Salud instó a “frenar la fábrica de casos de Covid-19”. La mejor manera de hacerlo es inmunizando a toda la población. Como ciudadanos y ciudadanas, exigimos que las vacunas estén disponibles cuanto antes. No merecemos estar al final del ranking de países con población inmunizada, y mucho menos, con el ínfimo índice que esta escala nos muestra.
DDWS
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