Editorial
Quo vadis, Paraguay
Hace dos días el presidente de la Cámara de la Industria Química Farmacéutica del Paraguay aseguró que el país está en condiciones de producir 500.000 dosis de la vacuna rusa anti-Covid-19, Sputnik V. Sugirió, incluso, al ministro de Industria y Comercio, el nombre de la empresa que podría llevar adelante el proyecto, dado que la misma posee un laboratorio de productos biotecnológicos. Según informó la prensa, la iniciativa fue bien recibida por el secretario de Estado, quien interesado en el asunto invitó al representante de CIFARMA a conversar con él sobre el tema.
Según se desprende de la escueta información publicada, queda una importante gestión por hacer en materia de patentes y acuerdos, área de competencia del MIC y de Rediex (Red de Inversiones y Exportaciones), organismo dependiente de ese ministerio. Según se dijo, en seis meses sería posible obtener la autorización del laboratorio ruso para elaborar la vacuna y la producción podría comenzar de inmediato, una vez resueltas las cuestiones de transferencia tecnológica y la documentación correspondiente.
La noticia, indudablemente positiva y que genera esperanzas en la atribulada sociedad paraguaya, nos lleva inexorablemente a preguntarnos: ¿Por qué un tema de interés nacional, como es el caso de la producción de estas vacunas, va a quedar en manos privadas, limitándose el Estado al mero rol de facilitador de gestiones administrativas y diplomáticas?
En tiempos normales, que el MIC promueva la industria nacional es la política correcta. Pero no nos confundamos. Estamos viviendo una situación excepcional que, como ya dijimos en otras ocasiones, exige medidas excepcionales. Las vacunas no son un producto como cualquier otro. En estos momentos de emergencia sanitaria, son un recurso estratégico de la nación; es el producto que el gobierno necesita, con extrema urgencia, para salvar la vida de la población.
¿Por qué el Instituto de Previsión Social no cuenta con un laboratorio que pueda producir las tan ansiadas vacunas? Una entidad creada por ley para velar por la salud y la seguridad de sus asociados debería estar involucrada en un proyecto prioritario como éste. Desde luego, la pregunta resulta retórica. Ya conocemos las historias de corrupción que han alejado a este ente de su misión original.
El costo de no poder producir las vacunas al mínimo costo (valga el juego de palabras) es mucho. La buena noticia de la factible elaboración por un laboratorio privado empalidece ante la constatación reiterada del expolio al que se ha visto sometida la salud en el Paraguay desde hace muchas décadas y nos obliga a pensar todos caminos posibles para salir del pantano en el que nos hallamos.
Quo vadis, Paraguay.
DDWS
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