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¿Hasta dónde van en “nombre de la fe”?: el polémico caso de la iglesia de Lambaré

Pastor de la Iglesia. Foto: Gentileza

Pastor de la Iglesia. Foto: Gentileza

Sin ninguna duda, el tema más debatido por la opinión pública, y motivo de difusión en todos los medios de comunicación durante la semana, fue el polémico caso de la iglesia de Lambaré, con sus estruendosos rituales que generaban una alta polución sonora y sus atípicos cultos en donde se les escuchaba a los asistentes del templo con gritos y alaridos.

Pero lo más escandaloso de este asunto resultó ser la utilización de niños en sesiones de espiritismo o cómo estos resultaban manipulados para actuar como “poseídos por el demonio”. La situación tomó una connotación más crítica cuando se le sumó la posible complicidad de las autoridades locales, en atención a que los mismos eran asiduos participantes de estos eventos religiosos, lo que respondía a algunos cuestionamientos de por qué no avanzaban las decenas de denuncias realizadas por los vecinos.

Toda esta situación comenzó con el hartazgo de toda una comunidad ubicada entre el barrio Puerto Pabla y Mbachió de Lambaré, cuyos vecinos venían soportando los ruidosos cultos realizados a través de alto parlantes en una iglesia que solo contaba con un toldo y un tinglado como infraestructura, sin paredes, hace más de un año. En plena fase cero de la cuarentena, la Iglesia denominada como “Ejército del Avivamiento del Reino de Dios” se instaló en las inmediaciones y, a medida del correr de los meses, fue creciendo en número de asistentes y en el volumen de sus rituales, llevando por delante todo tipo de protocolo sanitario o leyes ambientales.

A la situación de contaminación del aire por el ruido, se le suma que los cientos de vehículos de los “fieles” empezaban a llenar las calles circundantes, estacionando en doble fila en vías de doble sentido, entorpeciendo el tránsito y generando caos total. Esto terminó por convertirse en un calvario para los locales porque ya no podían ni descansar en sus hogares ni recibir a familiares o amigos, durante los fines de semana.

Se radicaron cientos de denuncias policiales, fiscales y municipales, por polución sonora y violación de las normas de tránsito, pero ninguna nunca tuvo repercusión por parte de las autoridades. Mientras tanto, seguían los gritos desesperantes, llantos y demás en los cultos de esta iglesia que cada vez sacaba más de quicio a la vecindad.

Pero como toda paciencia tiene límite, el pasado domingo 29 de setiembre, vecinos organizados en las comisiones Ko’etî y 14 de Julio, decidieron realizar una manifestación pacífica justo cuando se gestaba uno de los cultos que ya acostumbraba la iglesia. Fue así la primera vez que se convocó la Policía Nacional pero no así hubo apertura de diálogo por parte de los responsables del templo.

Su principal encargado, el Pastor José Duarte, quien se autoproclama “Profeta”, fue el único que salió del recinto pero no para escuchar los reclamos de la comunidad sino para anunciarles estrepitosamente la muerte de cada uno de ellos, por “manifestarse contra la obra de Dios”. Les advirtió que si no se arrepentían de lo que estaban haciendo, iban “a caer uno a uno durante la semana”.

El colmo

Esta situación colmó la paciencia de los vecinos, quienes no solo ya se veían atropellados en sus derechos y libertades de la tranquilidad del hogar, la paz pública, sino que también hasta la vida misma. Fue así que al día siguiente, 30 de setiembre, a través de las redes sociales decidieron difundir videos e imágenes que probaban las sesiones extremas de espiritismo, donde se visualiza a personas temblar en el suelo como “poseídas” y hasta eventualmente hablar en supuestas lenguas, hasta que finalmente eran “liberadas” por el “Profeta”.

Lo más grave de esta situación, para la opinión pública, fue el empleo de niños y niñas en estas supuestas sesiones de exorcismo, destapando la modalidad de cómo operan personas inescrupulosas con la finalidad de “ganarse” adeptos a través de la fe y, a través de ella, cumplir sus finalidades, lucrativas o de la índole que sean.

Las publicaciones en las redes sociales sobre lo que ocurría en este templo fueron virales a las escasas horas de salir a la luz. En los videos también se denotaba la presencia del entonces intendente de Lambaré, Guido González, quien renunció hace semanas para volver a candidatarse al cargo a través de la Asociación Nacional Republicana (ANR). Además, también imágenes revelaban que asistía a dicha congregación el concejal Luis Paciello, también candidato a la Jefatura Comunal por el movimiento Frente Guasú.

Esta asidua participación de autoridades de turno, más los rumores manejados por los vecinos que indicaban que hasta funcionarios de la Fiscalía local asistían a los cultos, levantó aún mucho más las sospechas sobre una protección de quienes deberían velar por el bienestar de la comunidad, sobre esta iglesia. Todo esto porque las decenas de denuncias realizadas, en forma y ante todas las instancias correspondiente, nunca surtieron efecto.

“El Profeta”, en boca de todos

Para el martes 31 el tema de la polémica iglesia de Lambaré, en un barrio tan tranquilo donde nunca hubo tanta atención mediática, ya estaba en todos los titulares principales de todos los portales de noticias, canales de televisión, radios del país y diarios impresos. Todos los programas radiales y televisivos hablaban sobre las cuestionables prácticas de el “Profeta José Duarte” y de cómo utilizaban a criaturas durante las sesiones, además de la probable complicidad de las autoridades de turno. Una simple denuncia por polución sonora terminó por convertirse en un escándalo de diferentes aristas.

Toda esta presión mediática, además de la incesante presencia de los vecinos que no descansaban un segundo en las manifestaciones, terminó por empujar a las autoridades a empezar a actuar. Fue así que se conoció que la Iglesia no contaba con ninguna documentación para operar, ante ningún organismo que rige en el rubro.

Sin embargo, ante la utilización de menores de edad no hubo ninguna sola intervención ni respuesta por parte del Ministerio de la Niñez y Adolescencia (Minna) o del Ministerio Público.

Minna se desentendió

El Ministerio de la Niñez y Adolescencia (Minna) se desentendió de la denuncia pública de la implementación de rituales religiosos con niños, en una especie de actos de exorcismo y liberaciones espirituales.

“El Minna no es un ente interventor. Esos niños se supone que están acompañados de sus padres, tienen la patria potestad”, fue la escueta e irrisoria respuesta de la cartera pública ante los cientos de reclamos de la ciudadanía luego de la viralización de videos donde se observa el uso de niños en las cuestionables prácticas religiosas.

La respuesta fue duramente criticada por los internautas en la red social Twitter, quienes consideraron como indiferentes a los responsables de la institución que debe encargarse de velar por el bienestar de la niñez y adolescencia. Tras esta ola de críticas, el ministerio eliminó su publicación, pero quedó en las redes sociales las capturas de pantalla realizadas a las palabras.

Cerraron la Iglesia pero de forma temporal

Ese mismo martes se conoció que la Iglesia no contaba con ningún plano, proyecto ni documentación presentada ante la Municipalidad de Lambaré y que incluso ya tenía una multa de más de un millón de guaraníes por el delito de polución sonora. Por su parte, el Viceministerio de Culto, dependiente del Ministerio de Educación, constató que la iglesia tampoco estaba registrada como entidad religiosa ni sus “pastores”, por lo que debía ser clausurada inmediatamente.

La intervención interinstitucional logró ya el miércoles 1 de setiembre la suspensión de obras y el cese de actividades de la iglesia. Previamente, la municipalidad y el Viceministerio de Culto procedieron a notificar a la Iglesia por la falta de documentaciones y le dieron un plazo para responder. Mientras tanto, se procedió a lacrar el lugar.

No obstante, todos estos procedimientos administrativos que hace tiempo ya tuvieron que haber sido ejecutados, serían temporales hasta que la organización religiosa reúna la documentación necesaria para seguir operando. Mientras tanto, los vecinos no bajan la guarda, ante la falta de garantías de que terminarán los molestosos ruidos para la comunidad y la utilización de niños de manera totalmente inescrupulosa, ante una cómplice mirada de las autoridades nacionales que parecen ningunear las posibles consecuencias psicológicas que pudieran generarse.

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