El Mundial que Humberto soñó y Alejandro cumplió

En una noche del 26 de noviembre de 1974, Humberto Domínguez Dibb, presidente de la Liga Paraguaya de Fútbol (hoy Asociación Paraguaya de Fútbol), lanzó a la Junta Directiva una idea que parecía sacada de un cuento de ciencia ficción: pedir a la FIFA la organización del Mundial 2002. Era una época en la que hablar de estadios modernos y de infraestructura a nivel mundial parecía más un sueño que un plan.

Aprovechando la visita al Congreso Ordinario de la FIFA en Río de Janeiro, Humberto propuso el desafío. Quería que Paraguay, 28 años después, estuviera listo para un evento de tamaña envergadura. No lo logró, pero no dejó de insistir. Su visión quedó como un legado de ambición, una semilla plantada para el futuro.

Décadas más tarde, en 2014, su sobrino Alejandro Domínguez, entonces presidente de la Asociación Paraguaya de Fútbol, retomó el sueño familiar. Propuso que Paraguay fuera sede de uno de los grupos del Mundial 2030, el torneo del centenario. Alejandro hablaba con una determinación heredada y con la certeza de que los tiempos habían cambiando. El país mostraba que estaba preparado.

Y llegaron 2024 y el Congreso Extraordinario de la FIFA. Y este miércoles se confirmó lo que Humberto había imaginado 50 años atrás: Paraguay será una de las sedes del Mundial 2030, junto a Uruguay, Argentina, España, Marruecos y Portugal. El estadio Osvaldo Domínguez Dibb, que lleva el nombre del padre de Alejandro y hermano de Humberto, será el escenario donde se disputará el partido en Paraguay. Mágico.

“Esto es también obra de Humberto”, recordó Alejandro en su discurso, conmovido. Porque no se trata sólo de un Mundial. Se trata de la persistencia de una familia y de un país que se atrevió a soñar grande cuando todo parecía pequeño. Hay sueños que tardan medio siglo en cumplirse, pero cuando lo hacen, se convierten en historia.