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Cultura

“Caso cerrado”

Está pronta a aparecer “1869”, novela histórica de Arístides Mongelós, publicada por AranduBook Ediciones. La obra está ambientada en la Asunción de 1869, tras la toma de la ciudad por los aliados durante la Guerra contra la Triple Alianza. En este nuevo aniversario del trágico fin de la contienda compartimos, a modo de anticipo, el primer capítulo.

El Palacio de López bombardeado y ocupado por las tropas brasileñas. Acuarela de Adolf Methfessel, 1870. Cortesía

El Palacio de López bombardeado y ocupado por las tropas brasileñas. Acuarela de Adolf Methfessel, 1870. Cortesía

Cerro León, octubre 1869. El grupo de personas, amontonadas alrededor de la fosa, parecía un mosaico de arte abstracto. Los diversos colores de los uniformes militares, policiales, vestidos de las damas, sobresaliendo el color negro, ocupaban un tercio de la visual de Víctor Gamarra, capitán de la incipiente policía paraguaya, a medida que se acercaba luego de bajar del tren que lo transportó al lugar encabezando una comitiva de agentes de policía, algunos civiles y militares brasileños y argentinos de las triunfantes fuerzas aliadas de ocupación.

—¡Alejen a los curiosos del área!… ¡Agentes, alejen a todas las personas ajenas a la investigación!… Paredes: ¿qué tenemos?

El agente policiano John Paredes, oriundo de la ciudad de Corrientes, había llegado con las primeras fuerzas aliadas en enero de ese año bajo el mando del Capitán Legionario Víctor Gamarra, con el que además había trabado una amistad basada en la fidelidad y confianza, aunque había un dato clave en la historia del capitán que no le era conocido.

—El cadáver de una mujer en estado de avanzada descomposición en un pozo profundo excavado con palas…

—¿Cuánto tiempo estiman desde que se consumó su muerte y cuál sería la causa?

—Recibió dos disparos de revólver a la altura del pecho y podría llevar unos cinco o seis días de fallecida. Fue asesinada afuera y luego de muerta la arrojaron al pozo donde fue quemado el cuerpo.

La denuncia del hallazgo del cuerpo en las inmediaciones del Campamento Cerro León, otrora cuartel de adiestramiento del Ejército paraguayo fue realizada vía telégrafo operado por las fuerzas militares invasoras de la Triple Alianza contra el Paraguay (Brasil, Argentina y Uruguay) desde la toma del cuartel, el 25 de mayo de 1869.

Si bien la Policía tenía la atribución normativa de utilizar todos los medios disponibles para el logro de sus cometidos, fácticamente, para la utilización del tren como transporte al lugar de los hechos con la mayor premura, los agentes policianos tuvieron que trasladarse hasta el Alto Mando de Ocupación para obtener el permiso de pase libre correspondiente.

Muy diferente se veía el campamento con respecto a los años previos a la guerra en los que se constituía en el más importante centro de entrenamiento militar con sus ordenadas barracas y zonas de desfile, cuarteles de oficiales, numerosos corrales para caballos, armería. Un hospital con farmacia bien abastecida, depósitos de suministros y cantinas. Fue especialmente construido a pocos kilómetros del fin de la línea del ferrocarril para que las tropas pudieran desplegarse más rápidamente. Hacia el principio de la guerra de la Triple Alianza o del Paraguay, unas veinte mil personas residían en el lugar.

El ex cuartel estaba siendo usado desde agosto de ese año 69 por las fuerzas aliadas como hospital militar y para las maniobras contra el Mariscal López, ex presidente del país y declarado fuera de la Ley en su retirada hacia el norte. Médicos de este hospital fueron los que realizaron la autopsia del cadáver descubierto por pastores mientras se hallaban trasladando sus rebaños.

La comitiva policiaca llegó al sitio por ferrocarril. Los civiles que acompañaban a la fuerza policial eran personas que fueron convocadas para identificar el cuerpo ante la fuerte sospecha de que se trataba de una mujer denunciada como desaparecida, Fernanda Colmán, ya que el atuendo con el que se la había visto por última vez coincidía con partes del vestido aún reconocible de la fallecida.

El primero en bajar al pozo fue el coronel brasileño João Patinho, el que declaró reconocer el vestido que llevaba puesto la dama el último día que él la vio cuando ella le visitó en su oficina, en el centro de Asunción, de paso al hospital donde iba a ver a una amiga, según le había manifestado.

El capitán médico argentino Israel Goldman se fijó en lo que, a pesar de las quemaduras, se parecía a la cicatriz de la herida que él le había suturado en el campo de concentración de la ciudad de Itá cuando, recién escapada desde este mismo cuartel de Cerro León, junto con otras mujeres y niños, llegaron en busca de atención médica y alimentos, y aseveró:

—Esa cicatriz es de la herida que me cupo atender meses atrás en Itá.

Por último, Alfonso Bogado, un poderoso comerciante paraguayo, luego de observar el cuerpo mucho más detenidamente que el resto, dijo no estar seguro de que la fallecida sea Fernanda, a diferencia de las afirmaciones de los dos oficiales.

Víctor también estaba en la misma línea de pensamiento que Alfonso, pues sabía que la desaparición de la mujer fue voluntaria y planificada, aunque reconocía la significativa posibilidad de un posterior secuestro y asesinato.

El hecho de la quema del cuerpo, luego del asesinato, le inducía a pensar que él o los asesinos, querían ocultar la identidad de la mujer arropada con el vestido de Fernanda para simular la muerte de ésta. Para él, el vestido –no así la cicatriz–, no era elemento suficiente para certificar la identidad del cadáver. Con su instinto policiano visualizó mentalmente, a partir de lo observado en la escena del crimen, el asesinato de otra mujer a la que, posteriormente le cambiaron la ropa, vistiéndola con la de Fernanda, para luego arrastrarla a la fosa ya abierta e incinerar el cuerpo de manera a dejarlo irreconocible.

Pero como el cambio en la tipología del crimen, de “desaparición” a “asesinato”, hacía recaer la investigación del hecho como responsabilidad de otra dependencia de la Policía, decidió “cerrar” el caso en su área, aún en contra de la hipótesis que le indicaba su olfato de policía.

Quedó redactado en su informe que “…existía un alto grado de certeza de que la occisa sea Fernanda Colmán, ya que dos de las personas más allegadas a ella la habían reconocido, y la persona en disidencia era la menos cercana…”.

De vuelta a la estación del tren de Cerro León, Víctor pasó por la oficina del telégrafo para conversar con el operador y este le comentó que la denuncia al Cuartel-Hospital la hicieron un par de hombres fornidos de aspecto extranjero, y que luego un oficial médico del ejército brasileño envió un mensaje a la policía paraguaya.

 

* Arístides Mongelós es ingeniero industrial y abogado. Con 1869, libro de 125 páginas, debuta en el género literario.

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