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Cultura

En el Universo Lynch. Breves notas sobre  encuentros cercanos

Lynch supo, como nadie, encontrar en el corazón de la cultura norteamericana contemporánea aquel lugar que solemos llamar, a falta de mejores palabras, “el valle de lo inquietante”.

David Lynch en el legendario taller litográfico “Idem”, París © Fredi Casco

David Lynch en el legendario taller litográfico “Idem”, París © Fredi Casco

Con el reciente fallecimiento de David Lynch (1946 – 2025), el mundo sentirá con más fuerza el peso de una voz y una mirada únicas. Su obra y su personalidad, tan enigmáticas como influyentes, marcaron los últimos cincuenta años como pocas lo han hecho. Lynch supo, como nadie, encontrar en el corazón de la cultura norteamericana contemporánea aquel lugar que solemos llamar, a falta de mejores palabras, “el valle de lo inquietante”. A través sobre todo del cine, pero también el video, la televisión, la fotografía, la música o la pintura, nos insinuó los contornos de lo sublime, pero también las fronteras siniestras de una locura social que nuestra psiquis se resiste a simbolizar.

Gracias a mis colaboraciones con la Fondation Cartier en París durante la última década, tuve el privilegio de cruzarme en algunas ocasiones con Lynch, quien desde 2007 se había convertido en un asiduo colaborador de la institución, participando en exposiciones, performances y conciertos. En esta breve nota, quiero compartir un par de anécdotas de algunos de esos encuentros.

Hace poco más de diez años, mientras hacía mi maleta para viajar a París y realizar mi primera entrevista para la película Mémoires Vives, en el marco del 30.º aniversario de la Fondation Cartier, mi hijo menor, Gaspar, me preguntó si en el lugar al que iba nevaba. También me dijo que algún día le gustaría conocer la nieve.

Mi primer encuentro en ese viaje sería nada menos que con David Lynch. Estaba, como es de esperarse, nervioso. No solo entrevistaría a un ícono de la cultura contemporánea, sino a uno de mis héroes personales.

Un día antes de nuestra reunión, mientras exploraba la librería de la Fondation, encontré un libro de fotografías de muñecos de nieve de su autoría. Recordé la conversación con Gaspar y decidí llevárselo de regalo.

El encuentro con Lynch tuvo lugar en el legendario taller litográfico “Idem”, donde él iba a trabajar cada vez que visitaba París. Antes de comenzar la grabación, le conté la anécdota de mi hijo, como una forma de romper el hielo. Luego, le pregunté si podía dedicarle unas palabras en el libro.

Con su característico acento de gringo cordial del “midwest”, respondió: “Of course! What is your boy’s name?” (¡Por supuesto! ¿Cómo se llama tu niño?). A partir de ahí, comenzó a hacerme preguntas sobre Paraguay, su geografía y, especialmente, su naturaleza, su fauna, su flora.

Finalmente, escribió esta dedicatoria:

To Gaspar
All the very best to you,
David Lynch

La entrevista no duró más de treinta minutos. Durante ese tiempo, mientras preparaba los materiales para sus litografías, nos compartió historias de su juventud: cómo había llegado a Francia siguiendo las huellas de una chica que conoció en Atenas, cómo escuchó por primera vez sobre la Fondation Cartier en una fiesta en la casa de Dennis Hopper en Los Ángeles, o la felicidad que sintió al descubrir la imprenta litográfica (en la que estábamos) gracias a Ronnie Chammah y Hervé Chandès. En esto último, no podía estar más de acuerdo, el lugar era un tesoro oculto en el corazón de París, lleno de souvenirs, materiales, herramientas y pruebas gráficas de artistas legendarios. Al final del encuentro, pareció recordar la conversación del principio y agregó que teníamos que hacer todo lo posible por cuidar nuestros bosques y recursos naturales, que era importante para el futuro de nuestros hijos y otras cosas que ya no recuerdo. Cuánta razón tuvo.

En otro momento de aquel año inolvidable, recibí un regalo de cumpleaños tan inesperado como memorable. Estaba realizando nuevas entrevistas para la Fondation Cartier y, al finalizar la jornada, me sentía agotado, pero entusiasmado por celebrar mis 47 años con unos amigos.

Al tomar el ascensor, por un descuido, presioné el botón equivocado y terminé en el subsuelo, en un espacio que el artista Guillermo Kuitca estaba transformando, inspirado tanto en los dibujos de David Lynch como en la legendaria “Black Lodge” de Twin Peaks.

Para mi asombro, en la penumbra distinguí un pequeño círculo de personas reunidas en torno a un punto central, un claro en la oscuridad de la sala, que bien me haría pensar en la idea del lichtung en el bosque o quizás en un conciliábulo de brujos. En el centro, reconocí a Patti Smith, quien leía un inquietante relato sobre un antílope. A medida que avanzaba el relato, la voz inigualable de la gran poeta neoyorquina iba abrazando la atmósfera de la sala.

David Lynch durante la performance de Patti Smith en la instalación de Guillermo Kuitca, París © Fredi Casco

David Lynch durante la performance de Patti Smith en la instalación de Guillermo Kuitca, París © Fredi Casco

Cuando logré salir del trance, lo vi, casi imperceptible en el juego de luces y sombras de aquel espacio/acontecimiento. Ahí estaba de nuevo David Lynch, sentado en el piso, oyendo el relato. Más tarde descubriría que aquel extraño y fascinante texto había sido escrito por él.

Años después de estas dos pequeñas anécdotas, ahora que el fuego de los incendios forestales arrasan con su amada Los Ángeles y amenazan con convertirse en la pesadilla total y no solo en un mal sueño hollywoodense… quiero pensar que el otro, aquel fuego sagrado, enigmáticamente mencionado en algunos episodios de la saga de Twin Peaks, acompaña su camino al descanso en las profundidades de la Ghostwood Forest.

 

* Fredi Casco es artista visual y gestor cultural. Es director artístico de Fundación Texo para el Arte Contemporáneo y miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte.

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