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Cultura

La fuerza de la imaginación: El Barón Harden-Hickey y el Principado de Trinidad

Vista de la isla volcánica de Trinidad, en el Atlántico Sur. Estado de Espírito Santo, sudeste de Brasil. Imagen de Simone Marinho (Wikimedia Commons).

Vista de la isla volcánica de Trinidad, en el Atlántico Sur. Estado de Espírito Santo, sudeste de Brasil. Imagen de Simone Marinho (Wikimedia Commons).

Los países se nos presentan en tres formas básicas. Hay lugares establecidos desde hace mucho tiempo, como Irán, China y quizás Portugal, cuyos parámetros políticos, económicos y sociales nos llegan ya consolidados tras muchos años de gestación. Luego están los países nuevos, como Paraguay y Estados Unidos, que comienzan como bosques o desiertos y adquieren características de lugares plenamente formados y reconocibles mediante la intervención humana. Finalmente, hay países aspiracionales como Zambia, Mali y Transnistria, cuya viabilidad a lo largo del tiempo aún no se ha probado por completo, o cuyo carácter sigue ligado más a la imaginación que a los hechos. Hoy deseo ofrecer a los lectores un ejemplo extremo de esto último, el llamado Principado de la Isla Trinidade, un lugar que no tiene nada que ver con Paraguay salvo por el atractivo de la imaginación (y tampoco tiene conexión con la isla del mismo nombre en el Caribe que hoy forma parte de la República de Trinidad y Tobago).

Cuando yo era niño, me emocionaban los relatos de mi padre sobre sus experiencias en la Segunda Guerra Mundial. Él había servido como piloto naval estacionado en Fortaleza, en el nordeste del Brasil, y junto con otros miembros de su escuadrón se encargaba de patrullar el Atlántico Sur en busca de submarinos alemanes. No creo que nunca haya encontrado ninguno, aunque en mi imaginación lo vi volando sobre las olas, atacando el enemigo y capturando él solo al almirante Doenitz. Sé que papá sonrió ante mi entusiasmo, pero me estimuló a estudiar la geografía de la zona. En nuestras conversaciones sobre esos tiempos, recuerdo claramente que mencionó la isla de Trinidade, una manchita verde en el océano por la que pasó muchas veces.

Islas de Trinidad y Martin Vaz, costas del Brasil. Wikimedia Commons

Islas de Trinidad y Martin Vaz, costas del Brasil. Wikimedia Commons

Resulta que esta remota isla de 8 por 5 kilómetros tiene una historia interesante, bastante inusual, de hecho, para un lugar habitado casi exclusivamente por gaviotas y cangrejos terrestres. Su historia atraerá a muchos paraguayos porque ilustra muy bien cómo los lugares aislados y apartados pueden apoderarse de la imaginación y hacernos soñar con realidades más grandes que la vida real. Recordemos que Tomás Moro ubicó cerca su isla de Utopía, y no fue el único que vio en estas latitudes una oportunidad para construir un futuro extraño pero glorioso.

Aquí nos ocupamos de un soñador en particular, James Aloysius Harden-Hickey. Nació en San Francisco en 1855, hijo de un minero de oro de ascendencia irlandesa que había hecho fortuna durante la fiebre del oro en California. Su madre era francesa y estaba más que fácilmente convencida de la superioridad de su tierra natal sobre el ambiente vaquero de una ciudad fronteriza. Tan pronto como el niño tuvo edad suficiente, se lo llevó a París.

Las imágenes asociadas con la Ciudad de las Luces tuvieron un impacto considerable en Harden-Hickey a medida que crecía, porque París nunca fue tan descuidadamente alegre, tan brillante, nunca tan sobrecargada de vida y aventuras como en aquellos días. Harden-Hickey fue educado por los jesuitas en Namur (Bélgica) y luego estudió derecho en Leipzig antes de regresar a la capital francesa, donde comenzó a reflexionar sobre su futuro. Aunque nunca simpatizó especialmente con los bonapartistas, se cortó la barba para que se pareciera a la de Napoleón III. Pero lo que realmente le gustó fue el boato, las suntuosas ceremonias, el brocado y los uniformes, y pronto decidió unirse a la reluciente cabalgata siempre que pudiera. En este sentido, se parecía bastante al joven Francisco Solano López, cuyas impresiones de París una década antes estimularon una reacción similar.

El barón Harden Hickey y un ex-libris suyo encontrado en un ejemplar de Auguste Ducoin, Études révolutionnaires. Philippe d'Orléans-Égalité, Paris, Dentu, 1845. Wipipedia

El barón Harden Hickey y un ex-libris suyo encontrado en un ejemplar de Auguste Ducoin, Études révolutionnaires. Philippe d’Orléans-Égalité, París, Dentu, 1845. Wipipedia.

Después de que el Segundo Imperio cayera en manos de los alemanes en 1871, Francia vio restablecido su sistema republicano, junto con sus parlamentos e instituciones representativas que Harden-Hickey encontraba tan desagradables. En busca de algún refugio frente a esta sociedad orientada a las multitudes, ingresó en la academia militar de Saint-Cyr en 1874. Allí se ganó la reputación de excelente espadachín quien, como Scaramouche, podía cortar los botones del chaleco de su oponente con un florete.

Pero su estancia en Saint-Cyr fue breve. Después de haber sido pateado por un caballo, se lo declaró inelegible para la carrera militar. En su remplazo, se sumergió de cabeza en el brillante mundo parisino. Se convirtió en novelista, periodista, patrocinador de clubes nocturnos en la Rive Gauche y conocido anfitrión de fiestas donde oficiales monárquicos y aristócratas desplazados se reunían para discutir la restauración de los Borbones. En el camino, Harden-Hickey despilfarró su fortuna y se ganó el título casi inútil de Barón del Sacro Imperio Romano.

En 1878 se casó con la condesa de Saint-Péry, con quien finalmente tuvo un hijo y una hija. Ese mismo año fundó Le Triboulet, periódico satírico escrito como respuesta monárquica al famoso Punch de Gran Bretaña. Durante diez años, el barón molestó a las autoridades republicanas con sus diatribas periodísticas. Sobrevivió a cuarenta y dos juicios por calumnia. También participó en al menos doce duelos, en los que demostró que su habilidad con la espada todavía era de primer rango. Finalmente, el gobierno republicano se cansó y, al descubrir que Harden-Hickey todavía era nominalmente ciudadano estadounidense, lo expulsó por ser un extranjero indeseable.

Páginas de Le Triboulet, periódico fundado por James Harden Hickey. Cortesía

Páginas de Le Triboulet, periódico fundado por James Harden-Hickey. Cortesía

Al barón le resultó difícil adaptarse a su nueva vida, alejado de amigos y diversiones. Se divorció de su esposa y renunció a su catolicismo. Para dar una nueva dirección a su vida, emprendió en agosto de 1888 un viaje alrededor del mundo, durante el cual muy bien pudo haber visto la pequeña isla deshabitada de Trinidade, a unos 1200 kilómetros de la costa brasileña de Espirito Santo. También visitó la India y Japón, aprendió sánscrito y quedó fascinado con las religiones asiáticas. Incluso escribió un estudio académico sobre el Budismo.

Durante los siguientes años, Harden-Hickey saltó entre Londres y Nueva York, California y Texas, e incluso fue readmitido periódicamente en su amado París. También se volvió a casar. Su nueva esposa era Annie Harper Flagler, hija del millonario financiero estadounidense John Flagler, uno de los socios menores de John D. Rockefeller. Flagler, que era un sólido hombre de negocios, intentó convencer a su nuevo yerno de que se podía ganar dinero con la construcción de hoteles de lujo. Pero el barón todavía estaba convencido de que le esperaba un destino romántico en algún lugar del mundo.

En 1893, Harden-Hickey se anunció abruptamente en la portada del New York Tribune como el rey James I del Principado de Trinidade. A primera vista, resultaba bastante extraño que un barón se declarase rey de un principado. Es difícil comprender por qué eligió la isla de Trinidade como su reino imaginario; pero parecía bastante serio, e incluso publicó un prospecto de cuatro páginas para atraer inversores a su nuevo ámbito. Escrito en francés, el prospecto describía su intención de transformar la isla cubierta de rocas en un refugio para aquellos que ya disfrutaban de una posición social y una fortuna independiente pero que sufrían bajo las tendencias liberalizadoras de la época. Diseñó una bandera real, creó una orden aristocrática para su “país” e imprimió bonos para inversores potenciales. Y se sentó a esperar el dinero que seguramente llegaría.

Ilustración del libro Real Soldiers of Fortune (1906), de Richard Harding Davis, que muestra la Isla de Trinidad, fuera de las costas del Brasil. Autor desconocido. Wikisource, dominio público.

Ilustración del libro Real Soldiers of Fortune (1906), de Richard Harding Davis, que muestra la Isla de Trinidad, fuera de las costas del Brasil. Autor desconocido. Wikisource, dominio público.

Hubo pocas inversiones, si es que hubo alguna, y tanto el gobierno estadounidense como el brasileño trataron al nuevo reino como lo absurdo que era. A principios de 1894, después de su “instalación en el trono”, Harden-Hickey compró una goleta para vincular su patrimonio isleño con San Francisco, donde contrataba coolies chinos para proporcionar mano de obra a la isla. Mientras tanto, encargó a una firma de joyeros el diseño de una corona real [1] y negoció con una imprenta de Viena el suministro a Trinidade de una serie de sellos postales que hoy en día son de gran interés para los coleccionistas. Estos consistían en siete valores multicolores con un diseño común. La ilustración central presenta una vista de la isla en blanco y negro, mostrando a la izquierda su punto más alto, el Pico de Desejado, con un Pan de Azúcar a la derecha y la goleta de Harden-Hickey surcando la bahía en primer plano. Es posible que el barón hubiera diseñado los sellos él mismo.

Harden-Hickey era consciente de que sus sellos interesarían a los coleccionistas y en una carta típicamente surrealista dirigida al editor filatélico Stanley Gibbons señaló que “. . . un convoy de 300 coolies debería unirse el próximo mes [a] unos cuarenta blancos que forman el staff. En cuanto a los sellos postales, estos no fueron introducidos para satisfacer la curiosidad de los coleccionistas, sino para su uso ‘donde normalmente se emplean [sic] similares’” [2].

Sello postal del Principado de Trinidad, 1893. Wikipedia. Dominio público.

Sello postal del Principado de Trinidad, 1893. Wikipedia. Dominio público.

Me inclino a pensar que Harden-Hickey fue serio en el intento de crear su nuevo principado, aunque ciertamente sonaba quijotesco. Por un lado, no sabía que en enero de 1895 la isla se había convertido en objeto de disputa internacional, cuando Gran Bretaña desembarcó allí un grupo naval para ayudar en la gestión de un cable telegráfico submarino que entonces se tendía desde la isla Ascensión. Brasil, que reclamaba derechos territoriales sobre Trinidade, basándose en parte en la geografía y en parte en reivindicaciones anteriores, protestó por la presencia británica. Y en julio, el gobierno portugués, actuando como mediador, convenció a los operadores de cable de que se marcharan. Los británicos abandonaron su reclamo de soberanía sobre la isla y, a partir de entonces, la demanda brasileña fue indiscutible para todas las partes.

La única excepción, por supuesto, fue Harden-Hickey. Su canciller, un elocuente lacayo que adoptó el título de Conde de la Boissière, envió su propia carta de protesta a Richard Olney, secretario de Estado de Estados Unidos. El conde exigió que los norteaamericanos interpusieran su autoridad en el asunto según los dictados de la Doctrina Monroe, como de hecho había ocurrido recientemente en una disputa fronteriza anglo-venezolana. Olney, que en ese momento estaba nervioso por la apropiación indebida de la doctrina por parte de extranjeros, se rio de la carta –como coorespondía– y entregó copias a la prensa “para su diversión”.

Harden-Hickey había perdido su monarquía insular y culpó a los británicos por su intervención no deseada en su prístino dominio. Se retiró a su hacienda en México. Durante varios años intentó organizar una invasión a Gran Bretaña con la ayuda de rebeldes irlandeses. También le rogó a Flagler apoyo monetario para este proyecto, pero el financista se negó a involucrarse. A esas alturas ya había llegado a estar de acuerdo con quienes cuestionaban la salud mental de su yerno.

Sin ninguna fuente de ingresos nueva o estable, Harden-Hickey vio menguar su fortuna en los últimos años del siglo. Buscando recuperar algo de su isla, puso a la venta su “propiedad real” pero no encontró comprador. Su sufrida esposa se había cansado de sus excentricidades y ahora se inclinaba más por su padre que por su marido. El 2 de febrero de 1898, el abatido Harden-Hickey abandonó su hacienda mexicana por última vez y, de camino a California, hizo escala en El Paso, donde pasó varios días recluido en una habitación de hotel de alta categoría. El noveno día, Harden-Hickey se tragó un frasco de pastillas de morfina. Dejó una nota de suicidio para su esposa que, en parte, decía: “Habré probado la copa de amargura hasta las heces, pero no me quejo. Adiós. Perdono tu conducta hacia mí y confío en que podrás perdonarte a ti misma. Prefiero ser un caballero muerto a ser un canalla vivo, como tu padre.”

En su baúl abierto, junto con ropa y diversos objetos personales, las autoridades de El Paso encontraron la corona de Trinidade, aún reluciente en su apariencia, todavía burlándose de un mundo que se había impacientado con tales bichos raros. Hoy en día, la corona, los bonos y la mayoría de los artefactos del Principado han desaparecido, aunque todavía se pueden encontrar sellos postales en las subastas de eBay.

En cuanto a la isla, mucho después de que mi padre la sobrevolara, el gobierno brasileño estableció toda el área como un centro de investigación oceanográfica y refugio de vida silvestre. Ocasionalmente, se permite a personas ajenas visitar el sitio. Sin embargo, en general, la Trinidade actual está abandonada a sus cangrejos y aves marinas. No estoy seguro de que algún paraguayo o norteamericano la haya visitado alguna vez en tiempos recientes, pero aún apela a la imaginación común. En cuanto a manifestaciones más sólidas del interés humano, ni siquiera una placa de bronce conmemora el glorioso reinado de Harden-Hickey, el único monarca de la isla.

Notas

[1] En Paraguay es conocido el rumor de que el mariscal López también diseñó una corona basada en la de Napoleón III para la monarquía que quiso establecer en Paraguay.

[2] Wolfgang Baldus, The Postage Stamps of the Principality of Trinidad, Munich, 2003. Edición del autor.

 

* Thomas Whigham es profesor emérito de la Universidad de Georgia, Estados Unidos.

 

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