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Cultura

Marcos Benítez: El otro o el rostro de sí

Marcos Benítez, "Mbeju rova". Cortesía

Marcos Benítez, "Mbeju rova". Cortesía

En las operaciones gráficas de revelado, un negativo se vuelve positivo mediante gestos de inversión. En la transferencia de una superficie a otra, porciones de luz y su ausencia son administradas mediante la técnica, y pasan de una superficie a otra, en un proceso en que lo único deviene potencia de múltiple.

Marcos Benítez reconoce este rasgo, compartido por la fotografía, el grabado y la serigrafía, en las piezas cerámicas de Rosalina Robles (Compañía Peguajho, Yaguarón, Paraguay) denominadas mbeju rova [el rostro del mbeju]. El mbeju es un plato tradicional de la culinaria paraguaya: se trata de una tortilla hecha a base de almidón o mezclado con maíz y queso. Cocido en los cuencos mbeju rova, el platillo adquiere apariencia de rostro: a la imagen del cuenco se le asigna la función de negativo para la reproducción múltiple de su identidad.

Marcos Benítez, "Mbeju rova". Cortesía

Marcos Benítez, obra que cita expresiones de la ceramista popular Rosalina Robles. Cortesía

El cuenco no es solo un calco para la reproducción de una imagen, sino calco de gestos: el gesto de amasar la arcilla para confeccionar la pieza cerámica anticipa el de la disposición de la masa para el mbeju sobre el utensilio. Marcos Benítez, que ya había trabajado con las tradiciones alfareras de pueblos ceramistas paraguayos, ha indagado en los modos en que la cerámica, en efecto, instituye en negativo para positivos no siempre visibles. En su serie Mutaciones 1. Proyecto Areguá (2005), un calco de su cabeza reproducida recoge el eco de múltiples funciones utilitarias (alcancías, candeleros) y al mismo tiempo se vuelve superficie de inscripción para motivos de la cultura de masas que la práctica alfarera de Areguá cita de forma recurrente: lo que se reproduce aquí es la idea misma de reproducción, que aparece tanto en la esfera de la escena global mediática como en los actos de afirmación de la propia imagen. Por su parte, en su serie Yryru o el contorno del agua (2017), Benítez intervino cántaros de Tobatí congelándolos; al romperlos, el agua en su interior reveló formas imaginadas, pero nunca accesibles. Asimismo, mediante la técnica del colombín, y asistido por la ceramista Ediltrudis Noguera, el artista se cubrió por entero con arcilla, formando una especie de sarcófago que, al ser abandonado, exhibe la huella de su propio cuerpo.

En el caso de la serie Mbeju rova, los cuencos, que en cierta medida recuerdan máscaras mortuorias, también ritualizan lúdicamente la ingesta del mbeju con un sentido antropofágico. Sin embargo, lo que Marcos Benítez recupera de esta tradición guarda relación sobre todo con la subjetivación material de la cultura y la memoria de esta, esto es: de lo antropofágico su metáfora de la reproducción de un orden cultural y social.

Marcos Benítez, "Mbeju rova". Cortesía

Marcos Benítez, Mbeju rova. Cortesía

En piezas de lienzo, impresas con tierra e identificadas con letras del alfabeto dispuestas en orden arbitrario, el mbeju rova asume la multiplicidad, la espectralidad variable de sí. Esta invocación matérica es una práctica recurrente de la obra de Marcos Benítez, como un gesto de restitución simbólica, en que la materia de impresión que revela la forma remite a la propia materialidad del objeto representado: en el caso de los rostros del cuenco, como un gesto de reafirmación ontológica del propio objeto. Este gesto, a su vez, invoca la idea de una recuperación de la identidad de la pieza, lo cual se ratifica mediante inscripciones en blanco sobre negro, con tipografía popular de cartelería, en que se consignan tanto el recetario/anecdotario de la práctica simbólica de Rosalina Robles como los aspectos socioculturales de la misma.

Marcos Benítez ha trabajado de forma sostenida mediante una práctica de acercamiento a comunidades y prácticas situadas de artistas populares, en cuyos ejercicios simbólicos identifica puntos de encuentro con su propia práctica, y a los cuales tiene acceso, en gran medida, debido a que forman parte de sus circuitos cotidianos. En ese sentido, su obra es una apuesta etnográfica que parte de un trabajo de campo basado no en una mirada autorizada que se dirige hacia la diferencia, sino en un movimiento de complicidad: el reconocimiento del otro en la domesticidad de un espacio común habitado, en el que se obran reproducciones insólitas, rostros insólitos de sí.

 

* Damián Cabrera es escritor, investigador, docente, gestor cultural y curador. Su trabajo se desarrolla en las áreas de lengua, literatura, fronteras, arte, política y cultura. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte Capítulo Paraguay y de los colectivos Ediciones de la Ura y Red de Conceptualismos del Sur.

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