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Cultura

Serafina Dávalos, una historia familiar

Serafina Dávalos. Cortesía. Su casa (Imagoteca Paraguay)

Serafina Dávalos. Cortesía. Su casa (Imagoteca Paraguay)

Desde hace unos años muchas personas vienen escribiendo sobre la doctora Serafina Dávalos. Como familiar de ella, voy a contarles una historia familiar. ¡Valga el juego de palabras! Considero que su historia tuvo tres momentos. Y, tal como dije recientemente, se la puede caracterizar como admirable y, en cierto punto, desconcertante.

Primer momento: admirable

Serafina nació siete años después de finalizada la Guerra contra la Triple Alianza, que dejó un Paraguay destrozado, en ruinas y con una escasa población, en su mayoría mujeres, niños y ancianos. ¿Cómo fue que esa niña, nacida en tan desfavorables condiciones, logró transgredir el mandato decimonónico y patriarcal de que el lugar de la mujer es el hogar, y salir a la esfera pública, llegando a convertirse en protagonista indiscutible en las primeras décadas del siglo XX?

Puede suponerse que, desde joven, posiblemente desde niña, se aferró a la idea de que la educación era el camino que ella elegía para sí y el que se debía transitar para reconstruir el país deshecho. En especial, debían hacerlo las mujeres para lograr el fin de la subordinación a los hombres, vale decir, igualdad y libertad.

Serafina nació en Ajos, el 9 de septiembre de 1877. Su padre, Gaspar Dávalos; su madre, Teresa Alfonso. Tuvo dos hermanos mayores, Alejandro y Nicasio. Ella fue, entonces, la menor y la única mujer de la familia.

Suponemos que hizo la primaria en su ciudad natal. Y resulta casi inexplicable cómo pudo haber tenido tan buenos maestros de primeras letras. Es probable que la familia haya tenido un rol protagónico para cimentar su intelectualidad.

Vino a Asunción a proseguir sus estudios. No sabemos en qué fecha, pero sí que fue con el consentimiento de su padre y con su ayuda económica. Tampoco sabemos con quiénes vivió, ya que viajó sin su familia.

Ya en Asunción se recibió de preceptora en 1896. En 1898 formó parte de la primera promoción de maestras normales. Mientras estudiaba el magisterio, cursaba el Bachillerato en el Colegio Nacional. Obtuvo ese título en 1901 y en 1902 se inscribió en la Facultad de Derecho. También en ese año se convirtió en la primera docente mujer de dicho colegio.

En 1907 se recibió de abogada y el 17 septiembre de ese mismo año defendió su renombrada tesis Humanismo.

Antes, en 1904 había creado, de su propio peculio, el Colegio Mercantil de Niñas, llevando a la práctica su convicción de que la educación era el camino hacia la autonomía.

Enlistar todos sus logros implicaría extender esta historia. Pero es preciso hacer la aclaración de que muy recientemente se fueron conociendo los datos que acabo de mencionar. ¡Hasta hace pocos años, la historia de las mujeres no quedaba registrada en los libros de historia!

Dos ediciones de Humanismo, de Serafina Dávalos. Izquierda: reedición del CDE, 2007. Cortesía

Dos ediciones de Humanismo, de Serafina Dávalos. Izquierda: reedición del CDE, 2007. Cortesía

Segundo momento: ocultamiento y olvido

Si bien Serafina se destacó por su brillo intelectual y fue reconocida y valorada hasta convertirse en protagonista de la vida social y cultural de las primeras décadas del siglo pasado, hacia los años 50 ese protagonismo se fue desdibujando.

En mi familia se decía que cuando Nicasio (mi abuelo), el hermano que había venido de Ajos para trabajar con Serafina en su estudio jurídico, se enfermó gravemente y ya no pudo trabajar con su hermana, se produjo algo no muy fácil de explicar. Él falleció en 1952 y Serafina en 1957, y durante esos años se produjo un distanciamiento entre Serafina y el resto de su familia. Según lo que pregunté a mis parientes, ninguno recuerda que haya habido una pelea o alguna situación enojosa.

Ese distanciamiento llegó a tal punto que cuando ella cayó gravemente enferma, sus sobrinos nada sabían del asunto. Y aquí llegamos a lo que yo llamo la parte desconcertante de la historia de Serafina. En ese trance, resultó que estaba en la miseria, ya no tenía bienes. Ella, que había ganado mucho con su trabajo, que tenía varios inmuebles, una biblioteca impresionante, joyas, etcétera, se quedó sin nada. ¿Qué pasó? No sabemos.

El médico que la asistió en sus últimas horas refirió que fue llamado para atender a una señora mayor y lo que encontró fue una anciana en un cuarto pequeño y oscuro, acostada en un catre, sin sábanas ni almohada, en un estado de total desnutrición y con una diabetes muy avanzada. A los pocos días fue a visitar de nuevo a la paciente y ya la encontró agonizando. Lo único que pudo hacer fue firmar el acta de defunción. Allí se enteró de que era la doctora Serafina Dávalos

Ese médico, días después, recordó que tres de los sobrinos de Serafina eran sus colegas. Y les avisó que la tía había fallecido, pero ya era tarde. Ni siquiera se pudo saber dónde la habían enterrado, pues, según lo referido por el médico, la Iglesia no permitió que entrara a campo santo con su nombre, por sus creencias positivistas y por ser anticlerical.

La muerte de Serafina pasó prácticamente desapercibida. Casi nadie comentó o publicó algo al respecto. Hasta donde sé, solo en dos ocasiones mencionaron la triste noticia. La Liga Paraguaya Pro Derechos de la Mujer (grupo feminista al que pertenecía Serafina) publicó un comentario un mes después, en octubre de 1957. Después, solo silencio. Recién al año siguiente, en el primer aniversario de fallecimiento, las graduadas universitarias organizaron un acto y durante él habló el secretario de la Universidad Nacional de Asunción, el doctor Berino, haciendo las loas de la doctora Dávalos. Después, más nada.

Durante 30 años, solo sus familiares recordábamos a la tía Serafina; el resto de la sociedad, nada. Ni la nombraban, mucho menos homenajeaban. Un manto de silencio la envolvió en los últimos años de su vida y, sobre todo, después de su muerte.

Afortunadamente, hacia finales de 1980 apareció circunstancialmente un ejemplar de su tesis en una biblioteca particular, de la familia Palazón, y muy acertadamente le llevaron el ejemplar a la doctora Line Bareiro y al formidable grupo de feministas del Centro de Documentación y Estudios (CDE). El impacto que causó la lectura de tan brillante tesis hizo que la reeditaran en diciembre de 1990. Así comienza el tercer momento de la historia de Serafina.

Tercer momento: resurgimiento

Resurge su figura, se dimensiona su lucha, se admira su fuerza para enfrentar a la sociedad patriarcal de su época. Y muchos nos interesamos en recuperar su legado.

Hasta ahora todo lo que se conoce de su pensamiento reflejado en sus escritos es, en primer lugar, su tesis Humanismo, el discurso de clausura del Primer Congreso Femenino Internacional de Buenos Aires en 1910, la compilación que el historiador Velázquez S. hizo de cinco artículos que ella había publicado en La Democracia entre 1900 y 1903. Y una conferencia, “El feminismo”, que dictara en agosto de 1903, a la cual tuve la suerte de acceder hace un año. De sus alegatos como abogada litigante no se tiene más que la carátula de los expedientes, pero no su contenido.

Es imperativo que sigamos investigando y recuperando datos de su historia, pero lo importante es que Serafina ya está presente de nuevo entre nosotros.

Sello postal de la serie “Mujeres destacadas del Paraguay” (1988) en homenaje a Serafina Dávalos. Cortesía

Sello postal de la serie “Mujeres destacadas del Paraguay” (1988) en homenaje a Serafina Dávalos. Cortesía

* Rosemary Dávalos es licenciada en psicología por la Universidad Nacional de Asunción, psicoanalista y docente universitaria. Es fundadora y presidenta de la Asociación Rescatando a Serafina.

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