Cultura
La mirada introspectiva de Andrés Campos Cervera
Andrés Campos Cervera pintando el plato “Viracocha", 1923. Colección privada. Cortesía
En las primeras décadas del siglo XX, varios arquitectos y artistas plásticos latinoamericanos exploraron la potencialidad estética de la arqueología precolombina, ensalzando los valores del pasado en los que la iconografía antigua se reinterpreta sobre tipologías europeas. El punto de partida lo marcó el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, que logró una mirada hacia lo “propio”. Una circulación de ideas que, en el caso de Paraguay, tuvo como su mayor exponente en las artes plásticas a Andrés Campos Cervera quien, dejando a un lado la pintura de caballete, se centró en trabajar en una nueva disciplina, la cerámica, desde Manises (Valencia, España). El artista, que había estado viviendo en París durante toda la guerra, regresó a su tierra y en menos de dos años volvió a Europa para seguir pintando.
En este cambio de rumbo en su carrera hacia la cerámica, sus preferencias iconográficas se basaron en el arte americano (1922-1923), siendo el único artista forastero que allí pintaba mayólicas [1] con estos motivos. Una fusión de elementos que, por entonces resultaba muy novedosa. Por un lado, en cuanto a la temática, empleó referencias arqueológicas del pasado prehispánico; por otro, la aplicación de formas y técnicas maniseras medievales.
La obra cumbre de este periodo, basado en los motivos precolombinos, fue un gran plato brasero dedicado a Viracocha, símbolo de El Tiempo, la mayor deidad del panteón andino.
Este plato brasero de 80 cm de diámetro es el de mayor tamaño que se conserva en la colección del Museo Julián de la Herrería. Dedicado a Viracocha, formaba parte de la relación que el artista escribió de su puño y letra de sus piezas cerámicas para exportarlas al Paraguay en el caso de conseguir pasajes que les permitieran, a él y a su esposa, salir de España en 1937, en plena guerra civil.
La lista comenzaba precisamente con este plato que el autor describe:
“Relación detallada de los objetos cerámicos ejecutados en Manises (Valencia) por Andrés Campos Cervera, pensionado para estudios cerámicos por el gobierno del Paraguay [2]”.
“Plato en mayólica con reflejos metálicos, estilo preincaico. Motivo: Representación mítica solar simbolizando el dios de ‘El Tiempo’. 80 cm”.
El listado se divide en dos grandes bloques: platos en mayólica y objetos escultóricos. En esa relación, el número 6 de la lista describe otro objeto similar:
“Plato en mayólica (cuerda seca) estilo incaico. Motivo: Representación mítica solar simbolizando el dios de ‘El Tiempo’. 47 cm”.
Es decir, gracias a este documento, identificamos dos platos con este mismo motivo que se encontraban en su colección pero con técnicas diferentes; por un lado, el que se conserva en el museo, pintado a mano alzada con esmaltes polícromos y reflejo metálico, y otro, realizado en cuerda seca y de menor tamaño.
Hay noticias de un plato con el mismo asunto, decoración policroma e inscripción: M. Beneyto 1923/ Juan B. Huerta/ Manises en la Colección Huerta Gasset, que Josep Pérez Camps ha localizado e incluido en el catálogo sobre la producción del artista, publicado por el Centro Cultural de España Juan de Salazar [3].
Fueron probablemente ejecutados el mismo año, 1923, fecha en la que Campos Cervera realizó un gran conjunto de piezas a base de placas moldeadas en policromía y reflejo metálico dedicadas a Viracocha, convertidas en objetos utilitarios: cajas, maceteros, cofres… repartidos por diferentes colecciones en España y Paraguay. En el museo se conserva un cofre; pero un macetero hexagonal, procedente de una colección privada [4], expuesto en la muestra retrospectiva del pasado mes de mayo, tiene una curiosa información en la base: por un lado, una carta de color de tonos dorados numerada; por otro, un sello estampillado e inscripción anacrónica “Julián de la Herrería /1922” en azul cobalto sobre cubierta, pues en esta fecha aún no emplea pseudónimo y por lo tanto es posterior a la realización de la pieza.
Por último, analizamos el por qué mantuvo esa atracción hacia este tipo de asuntos precolombinos desde 1922 hasta 1937, es decir, durante toda su producción como ceramista.
Terminada la Primera Guerra Mundial, existía, en cualquier caso, una nueva corriente de pensamiento en diversos países americanos que luchaban por recuperar una estética propia tras cumplirse el primer centenario de la independencia de España. Viracocha sirvió como fuente de inspiración para crear un renacimiento de la cultura americana porque Tiahuanaco estaba considerada una sociedad preincaica fabulosa. Para el arqueólogo Arthur Posnansky, es la primera metrópoli en América y el elemento clave para legitimar el arte precolombino como fuente de inspiración para crear una nueva cultura americana.
Las obras de Campos Cervera con motivos precolombinos están ligadas a ese movimiento neoindigenista. Así, encontramos en algunos de sus apuntes sus preferencias por lecturas que surgen por entonces, como el manual sobre las artes decorativas del Dr. Alt. Las artes populares en México, libro publicado en 1921, en el que un pintor y escritor coetáneo, Gerardo Murillo (1871-1964) analizaba el significado y la importancia del arte popular nacional a través del tiempo. Reflejaba también el concepto que tenían los intelectuales de entonces acerca de los indígenas y de su arte, algo en común que tenía Campos Cervera con el mexicano a la hora de fijar sus temas en las raíces americanas.
El indigenismo cultural tuvo su base en los ensayos Eurindia (1922) y Silabario de la decoración americana (1930) de Ricardo Rojas (Tucumán, 1882-Buenos Aires, 1957), y en el manual escolar Viracocha, editado en 1923 por intelectuales vinculados al grupo neocolonial de Rojas.
En uno de los diarios argentinos, Julio V. González [5] publicaba en 1923 al respecto:
“El efecto remoto perseguido, entraña quizás, todo el motivo que tendrá el futuro arte: penetrar en el sentido y el espíritu del autóctono y, con ello, poblar de astros la nebulosa del mundo estético prehispánico. La aparición de los cuadernos Viracocha, la publicación del erudito estudio de estética sobre alfarería draconiana y la próxima visita de una misión peruana de arte incaico, son hechos demasiado sintomáticos, por su extraña simultaneidad, para que nos resistamos a la tentación de creer llegada al fin la hora del arte americano”.
Por otra parte, el arte precolombino se articula con los movimientos europeos que irrumpen en las primeras décadas del siglo XX: el art déco y las vanguardias. A través de sus obras cerámicas, Andrés Campos Cervera parece estar de acuerdo con los ensayos de Rojas y con el resto de intelectuales y artistas que se suman a este movimiento reivindicativo de exaltación de las culturas prehispánicas y el mayor ejemplo lo encontramos en una extensa representación de platos en cuerda seca o en policromía con reflejos metálicos decorados con representaciones míticas incaicas, aztecas, calchaquí, e incluso paneles de azulejos que salen de su taller hasta 1937, sin olvidar su propia cultura paraguaya en la que se inspira para realizar una gran producción basada en los mitos y leyendas guaraníes.
Notas
[1] Término empleado por el autor para referirse a los objetos cerámicos. En la Edad Media se conocía como “mayólica” tanto la loza estanífera de reflejo metálico hispano-morisca producida en Málaga y la zona de Valencia (Manises) y exportada desde el puerto de Mallorca, como la loza fabricada en varios centros de Italia entre los siglos XIV-XVI, muy influenciada por dicha producción hispano-morisca.
[2] Documento que se conserva en una colección privada en Asunción. Se mostró por primera vez en la exposición Julián de la Herrería. Entre dioses y hombres, Centro Cultural de España Juan de Salazar, mayo-julio 2022, fuera del catálogo.
[3] Pérez Camps, Josep. “El ceramista Andrés Campos Cervera/ Julián de la Herrería en Manises. 1922-1937”, en Julián de la Herrería. Su obra. Colección Museo Julián de la Herrería, Asunción, AECID-Centro Cultural de España Juan de Salazar, 2020, p. 294 (fig. 8).
[4] Ver catálogo de la exposición Julián de la Herrería. Entre dioses y hombres, Asunción, CCE Juan de Salazar, 2022.
[5] González, Julio V. “El futuro arte americano”, La Nación, Buenos Aires, 21/10/1923, pp.1-3, c. 1-6, 1-3.
* María Blanco Conde es curadora de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID, Madrid) y profesora de tasación y catalogación de obras de arte (Universidad Antonio de Nebrija, Madrid). Es autora de la museografía de la Colección Museo Julián de la Herrería, Centro Cultural de España Juan de Salazar, Asunción.
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