Cultura
Nombres de pueblos indígenas en la ciudad-texto-imaginario nacional

Vista aérea de Asunción. Juan Carlos Meza, Fotociclo. Cortesía
Los nombres de indígenas o de pueblos indígenas –paraguayos o paraguayizados– en las calles de Asunción, Concepción y Encarnación reflejan, desde este punto de vista, su inclusión en la construcción de los imaginarios de nación al considerar a la ciudad como un texto en el que se fijan márgenes y se establecen contenidos. Solamente el primer caso permite un seguimiento (1942-2005) mientras que, en los otros dos se dispone únicamente de una referencia. Se demuestra la existencia de un imaginario nacional –o nacionalista– que incluye a los nombres de indígenas o de pueblos indígenas en forma: 1) marginal, en términos cuantitativos; 2) de etnias antes que de personas; 3) fortaleciendo la imagen de pueblos dóciles al estar ausentes las rebeliones contra el orden colonial, aunque en el caso de individualidades los rebeldes son mayoría; y 4) reciente incorporación en términos históricos con marcadísimas diferencias: Concepción sin referencia, Asunción desde 1942 y Encarnación con una única mención en 2010.
El caso de Asunción muestra dos ejes-tendencias: una geográfica-histórica y otra cuantitativa. Los últimos pueblos en ser incorporados son los chaqueños en oposición a Asunción y alrededores; o cronológicamente del centro a la periferia. Esto es, una geografía que se expande históricamente o una historia que crece geográficamente. En términos cuantitativos, a medida que pasa el tiempo la cantidad de denominaciones es mayor pero, a pesar de ello, priman Asunción y alrededores y con mayor razón el Paraguay Oriental. En general, las rebeliones están ausentes, lo cual no puede sorprender, dada la calidad de subalternos de este grupo y que los nombres de las calles son también una expresión del poder que se despliega en este palimpsesto: la ciudad-texto-imaginario.
¿Por qué estos temas y este enfoque?
Este trabajo pretende articular tres temas: imaginarios, nacionalismo e indígenas a través de un estudio de caso sobre los nombres de las calles que, desde esta perspectiva, condensa la construcción siempre inacabada de un imaginario nacional (y nacionalista); y dentro de este proceso incluye a indígenas y pueblos indígenas (exclusivamente paraguayos). De esta forma: se paraguayiza a individualidades y/o pueblos indígenas. Es más, la ciudad deviene en texto donde se delimitan espacios o crean márgenes, y entonces se inscriben contenidos, por medio de los nombres de las calles. Se rescata el recuerdo o lo que permanece a través de los nombres de las calles del presente. No se estudia el olvido o, más precisamente, lo voluntariamente olvidado: los nombres de calles ya desaparecidas.
La ciudad deviene en texto donde se delimitan espacios o crean márgenes, y entonces se inscriben contenidos, por medio de los nombres de las calles.
El imaginario de nación se construye en una perenne lucha de quienes cuentan con el poder y así imponen sus recuerdos que devienen en “la historia que es la de los vencedores”. Detrás del olvido (siempre impuesto) se encuentran fuerzas sociales y políticas, grupos subalternos que luchan por otra visión de la historia, o del imaginario nacional en este caso, pero que han perdido la batalla actual y heredan probablemente otras pretéritas.
El enfoque adoptado pretende innovar en un doble sentido. Por una parte, la ciudad se lee como un texto utilizando la nomenclatura actual de las calles como expresión de un imaginario nacional que, como su nombre lo indica, condensa los rasgos fundamentales que hacen a la identidad del Paraguay. Esto es, sus componentes y la forma de integración de los mismos. Por ejemplo, el componente militar se asocia a las guerras internacionales, a la masculinidad, al heroísmo y, por extensión, a la verticalidad propia de este tipo de organización que trasladado a la cultura política ha producido nocivos efectos asociados al autoritarismo y al “nacionalismo”. Su combinación enfatiza la disciplina y el acatamiento irrestricto al poder así como la identificación y definición como enemigos de la nación a toda disidencia-desobediencia al poder de turno. La integración, o paraguayización, de los pueblos indígenas es un tema clave del objeto de estudio: comprende al imaginario nacional, en primer lugar; y lo hace a través del nombre actual de las calles, en segundo término; así se pretende innovador. Esto es, integra imaginario (social), nacionalismo (o imaginario nacional) y pueblos indígenas en este palimpsesto que es la ciudad-texto-imaginario.
Este triángulo de temas de análisis se ha considerado muchas veces, pero no bajo este título ni con este enfoque. Efectivamente, por ejemplo, se cuenta con estudios sobre la representación de identidad nacional (Capdevila, 2010; Morínigo y Brítez, 2004), imaginarios de subalternos (Melià, 1997), valores de mujeres (Pompa, 1996) o con una perspectiva fatalista (Neufeld, 2006), entre otros. A pesar del discurso nacionalista indigenista y el énfasis en el componente guaraní del mestizaje (Bareiro Saguier, 1990), los pueblos indígenas en este particular espacio (nombres de las calles) del imaginario tienen un rol marginal, como se habrá de demostrar. Lo que ha quedado es el idioma y la cultura que conlleva pero más entre subalternos aunque como elemento de identidad, especialmente de movilización o política o bélica (Lustig, 1999). En resumen, los pueblos indígenas, además de los estudios antropológicos, en general, están ausentes como componentes relevantes en la identidad del imaginario nacional aquí analizado: las vigentes denominaciones de las calles de ciudades claves.
Sobre el nacionalismo, a pesar de su casi omnipresencia, poco se ha escrito aunque se han reeditado recientemente textos sobre debates fundacionales, casi siempre con estudios introductorios [1]. Este aspecto corresponde anudar, nuevamente, con los componentes del estudio. Los nombres de las calles son importantes como construcción del imaginario (colectivo) que al ser obvio pasa desapercibido y no se cuestiona y “convence” subterráneamente, como se argumenta seguidamente.
Los nombres de las calles son importantes como construcción del imaginario (colectivo)…
La ciudad es un texto con íconos como monumentos o referentes como calles que la identifican y que nos identifican con ella. Constituyen elementos de cultura política e identidad nacional. Configuran ese “nacionalismo banal”, opaco pero cotidiano, conformado “como el conjunto de creencias ideológicas, prácticas y rutinas que reproducen el mundo de los Estados-nación” (Billig, 1998: 37). Solamente cuando se percibe el contenido de la denominación de una calle o de monumentos o mediante las grandes conmemoraciones, el “nacionalismo banal” de lo cotidiano-opaco deja de ser tal y cobra conciencia pública. No obstante, está latente e inmerso y no deja de tener efectos en la (sub) conciencia colectiva.
Caben dos advertencias. Primero, no necesariamente todas las personas saben el origen de los nombres de las calles, pero algunas características son inevitables como el sexo, un grado militar, la profesión, u otra característica que se desprenda obviamente del nombre. Segundo, la denominación no ha sido efectuada, con plena consciencia de todos sus efectos, por quienes poseen el poder de decisión. En efecto, muy diferente es la denominación “Av. Mcal. Francisco Solano López” que la de “India Juliana” o “Indio Francisco”. Mientras la primera se asocia con precisión a la persona y las circunstancias de su vida y muerte, en los otros dos, lo más probable es que se reconozca solamente su sexo y condición indígena. Las personas integrantes de la Junta Municipal y de la Intendencia han considerado relevantes determinados nombres, individuales o colectivos, que deberían permanecer en la memoria colectiva dentro del juego político, inmediato como posterior, y por esta razón han fijado una arteria con esa denominación.
Asunción, Concepción y Encarnación conforman ciudades clave por varias razones, entre las cuales es relevante su antigüedad como su rol estratégico geográfico, económico y poblacional. Asunción es la primera ciudad y su fundación se mezcla con el origen mestizo nacional en 1537. Encarnación (al sureste de Asunción) fundada el 25 de marzo de 1615, y Concepción (al norte de Asunción) el 25 de mayo de 1773, constituyeron ejes de la ocupación territorial de la administración española del Paraguay de entonces. Hoy mantienen su rol estratégico, constituyen núcleos ineludibles entre las ciudades más importantes del país según se juzgue con diferentes criterios como población o economía. Asimismo, las tres cuentan con la particularidad de disponer de textos recientes sobre sus calles, lo cual no ha sido posible con otras ciudades.
Las fuentes y la periodización posible: Asunción
El estudio de la nomenclatura de calles de la capital, Asunción, y las ciudades de Concepción y Encarnación, halla dos dificultades. La primera es disponer de la nomenclatura y la segunda comentarios sobre la misma. En el caso de Asunción se cuenta con tres estudios de un mismo autor, Osvaldo Kallsen, de 1974, 1998 y 2006. Por esta encomiable tarea, hoy una calle lleva su nombre (Ordenanza 34 de 1994). El último, a utilizarse, culmina con las Ordenanzas del año 2005 y consta de 1606 referencias. Se registra el número y fecha de la Ordenanza cuando se dispone de ellas y con una breve referencia de los fundamentos de aquella o explicaciones del autor; generalmente, prevalece la transcripción parcial de la Ordenanza, lo cual otorga mayor valor a esta fuente bibliográfica.
Las fuentes disponibles sobre Concepción y Encarnación son tres textos. Las calles de Concepción se encuentran en el libro de Sienra Zavala (2009), en el cual cada calle tiene los fundamentos de la ordenanza o de una selección de textos del autor, además de su ubicación. Son 306 calles cuyos comentarios oscilan entre dos palabras o excepcionalmente hasta siete páginas como son los casos de “Kiray, Árbol nativo”, o Carlos Antonio López, respectivamente. Todas las calles tienen como fundamento una única resolución, la 10/05, sobre la cual no se presenta mayor explicación.
Encarnación cuenta con dos textos breves de González Sarquis (2006 y 2011) que conforman 142 referencias. El primero comprende a 78 calles, incluyendo entre estas 8 avenidas. El segundo complementa al anterior y se compone de 64 calles que incluyen a 5 avenidas y 6 peatonales. Cada calle, o avenida o peatonal, cubre una página o página y media con las referencias de la personalidad correspondiente. En el segundo volumen (2011), 155 por incluir nominaciones más recientes, cuenta con referencias de las Ordenanzas.
Artículos sobre el contenido de los nombres de las calles solo se dispone en el caso de Asunción, y son dos: Galeano (2005) y el autor (Céspedes, 2005). No obstante, debe apuntarse la particularidad del volumen sobre Concepción: ofrece una sección de propuesta (de calles) que denomina “Los olvidados”. Esto es, 47 nombres de personalidades que merecen su inclusión. Son fundamentalmente hombres y muchos militares así como, excepcionalmente, una familia. Pero, y esto también es memorable, incluye a personalidades cívicas que han luchado contra el autoritarismo stronista.
Únicamente el libro de Kallsen (2006) permite un seguimiento histórico de los nombres de calles; los sobrevivientes al año precedente de su publicación. En los otros dos, no es posible hacerlo porque se tiene una única referencia en el caso de Concepción, la 10/05 (2005) y en el caso de Encarnación, como habrá de verse, la única calle con nombre de pueblos indígenas es de 2010.
En Asunción, la primera mención de personalidades o pueblos indígenas es de 1942 y se refiere a los “Carios”, mientras que la última es de 1993 y se refiere a los “Sanapaná”.
En Asunción, la primera mención de personalidades o de pueblos indígenas es de 1942 (Ordenanza 649) y se refiere a los “Carios”, la comunidad indígena de la bahía de Asunción, mientras que la última es de 1993 (Ordenanza 1347) sobre los “Sanapaná”, pueblo o etnia indígena del Chaco. La ubicación geográfica de los pueblos y las fechas de las ordenanzas ya prefiguran la tendencia que se habrá de comprobar después: del centro a la periferia y, paralelamente, desde la más antigua hasta la más reciente. De las 21 referencias encontradas: tres corresponden a 1942, seis a 1967, diez a 1992, una a 1993 y una sin fecha; asimismo, se ha optado por establecer una caracterización de estos años dentro de una periodización.
Los períodos construidos cuentan con evidencias históricas sólidas. Son tres: la “revolución nacionalista” del general Higinio Morínigo (1940-1948), la longeva dictadura (caudillista-militar-partidaria) del general Alfredo Stroessner (1954-1989) y el período de la transición (1989-2005). El primer período de la “revolución nacionalista” se da bajo la dictadura del general Higinio Morínigo apoyado, la mayor parte de su Gobierno, por una cúpula con simpatías nazi-fascistas: el “Frente de guerra”. Sobre los otros dos períodos existe una extensa bibliografía y donde se hallan discrepancias es en la denominación de la larga dictadura del general Alfredo Stroessner (1954-1989) según se definan los componentes de su aparato de poder y la jerarquía entre ellos. En cuanto a la llamada transición, todos los análisis concuerdan con la denominación y las diferencias podrían estar en fijar su tiempo de término.
Análisis, hallazgos
Ínfimo peso cuantitativo
Un primer hallazgo común a todos los casos es el ínfimo peso cuantitativo de los nombres de personalidades y de pueblos indígenas (paraguayos) en consideración al total de calles, que incluyen peatonales y avenidas y sin considerar la extensión física de las mismas. En Asunción se trata de veintiún de 1.606 calles o 1,3 %; en Concepción son dos de 306 o 0,7 %, y en Encarnación es uno de 142 o, también, 0,7 %. En resumen, las denominaciones de 157 personalidades y/o de pueblos indígenas en las ciudades-textos-imaginarios son casi inexistentes: oscilan alrededor del 1,0 %. En otras palabras, cualquier discurso nacionalista, y que por esta razón tenga algún tinte inclusivo, que asuma una significativa presencia de individualidades y/o de pueblos indígenas, no podrá basarse en este indicador: incidencia cuantitativa.
Antigüedades diversas: de siete décadas a un año y una incógnita
Las denominaciones vigentes cuentan con una muy diversa antigüedad; oscila entre siete décadas y un año. En Asunción, como se anotó, la primera referencia es de 1942; esto es, el componente indígena está inscripto (o sobrevive) desde hace prácticamente siete décadas (1942-2005). La referencia de Concepción, 10/05, se asume de 2005, carece de la fecha de las ordenanzas, pero estaba vigente ya en esa fecha. Finalmente, en el caso de Encarnación, tuvieron que pasar dos siglos para que la sociedad local incorporara en la nomenclatura de sus calles a los habitantes originarios de la tierra que habitan, la única data de mayo de 2010, o tiene un año de antigüedad.
Contenidos o sujetos-protagonistas
No se mencionan acontecimientos sino a sujetos-protagonistas, son estos los contenidos de las menciones halladas. Dado el énfasis que se hará en la ciudad capital, se comienza por las otras dos ciudades. Las dos calles de Concepción que se vinculan a indígenas o pueblos indígenas son “Lorenzo Mbayá”, indio que acompañó la fundación de Concepción y “Mbayá”, los aborígenes de la región. La inclusión del indio en el nacimiento de una nueva ciudad colonial, se inscribe dentro de la iconografía fundacional (tradicional): incorpora al indio ya asimilado al conquistador. Es una situación algo diferente al “Indio Francisco” y la “India Juliana” de Asunción. La inclusión de los mbayá como pueblo originario preexistente también está acorde al reconocimiento de la población previa al momento fundacional de la comunidad colonial establecida. Su par, en el caso de Asunción, estaría dado por los “Carios”, los primitivos habitantes de la bahía de la capital donde se funda la ciudad de Asunción e inicia la nación paraguaya.
El caso de Encarnación es aún más simple, considerando los materiales publicados. Se tiene una única calle que es en realidad una peatonal con el nombre “Los aborígenes”, por Ordenanza n.º 284/2010, de fecha 31 de mayo de 2010. El comentario del texto (González Sarquis, 2011:100-101) se refiere genéricamente a los guaraníes, sin especificaciones a los Mbyá-guaraní de la zona, una de las diecinueve parcialidades dela familia lingüística tupí-guaraní, que es una de las seis componentes indígenas de la nación paraguaya. En esta ciudad, impresiona la casi ausencia de nombres de colectivos –solo 6 de 142– y el peso de personalidades de inmigrantes de origen diferente a los de otras regiones del país o de descendientes de estos.
Asunción presenta un panorama más rico y complejo. Primero, cuenta con un total de 21 menciones: 14 de pueblos indígenas y 7 de personas o 66,7 % y 33,3 %, respectivamente. Concepción es el único caso similar con una nominación de pueblo y otra de persona. Mayoría significativa de nombres colectivos solamente se da con los pueblos indígenas; no es así en cualquiera de los otros casos.
En segunda instancia, las personalidades mayoritarias son indiscutiblemente hombres; 6 (u 85,7 %) de 7, teniendo presente que se repite un nombre: la calle y la avenida Cacique Lambaré.
En tercer término, al considerar etnias y familias lingüísticas, diecinueve y cinco, respectivamente, la familia guaraní está sobre-representada, encontrándose siete nombres (Carios, Guaraníes, Guarayos, Guayaquíes, Avá Chiripá, Mbyá y Tavyterá) cuando se trata de seis etnias y la familia. Lo cual puede considerarse consistente con el idioma hablado por la mayoría de la población paraguaya: el guaraní paraguayo. La segunda familia lingüística es la Lengua Maskoy con cuatro etnias: Guaná, Maskoi, Toba y Sanapaná; esto es, cuatro de las seis etnias. La familia Mataco Mataguayo cuenta con Maká, Nivaclé, dos de las tres etnias. Finalmente, la familia lingüística Zamuco dispone de la denominación de Chamacocos que realmente son dos etnias (por sus diferentes autodenominaciones) y de la otra: Ayoreo; son dos o tres etnias, según se cuente. Corresponde mencionar la ausencia de la etnia Toba-Qom de la familia Guaicurú.
Las personalidades indígenas, en cuarta instancia, presentan una relativa mayoría de rebeldes antes que colaboradores con los conquistadores, pero con números muy limitados. Son tres y dos respectivamente, o 60,0 % y 40,0 %, respectivamente. Los primeros son los cacique Arecayá (1967) y Lambaré (dos veces: 1967 y sin fecha, calle y avenida, respectivamente). En contrapartida se hallan el “Indio Francisco” (1942) y la “India Juliana” (1992) que ayudaron a los españoles.
Sin embargo, la balanza podría inclinarse a una visión de comunidades indígenas dóciles, dado que otras personalidades indígenas no se presentan como contestatarias al orden impuesto por la conquista, por una parte; y los pueblos indígenas son reconocidos como pueblos en geografías específicas pero sin referencias a su orientación, por otra. Dentro de estas, una rebelión pasiva, si puede denominarse así, se encuentra en indígenas que optaron por “volver al monte”. Por otra parte, las rebeliones, en su diversidad y cantidad, se encuentran ausentes; en oposición, por ejemplo, a Melià (1986), Necker (1990), Roulet (1993) o Sai (2009). Entonces, los pueblos indígenas aparecen más completando una geografía antes que contestando al orden vigente, o si se quiere: se adecuan a este.
En cuarto lugar, un importante contraste existe entre las denominaciones que la población mestiza impone a la indígena y los nombres por los cuales los pueblos indígenas se autodenominan. Esto no es un tema menor, se trata de la identidad con que cada pueblo se (auto)identifica y la identidad que “los otros” imponen. En 1967, año que justificaría el caso, se tiene a los nombres de “Guarayos” y “Guayaquíes”. Son denominaciones de los “Guaraní Occidental” y los “Aché”, respectivamente, ambos de la familia lingüística Guaraní. Fueron impuestas por “los otros”.
El término “Guarayos” fue creado por bolivianos y paraguayos durante la guerra del Chaco (1932-1935). El caso de los “Guayaquíes” es peor. El “Aché” es “persona verdadera” mientras que el “guayakí” sería “ratón del monte” (DGEEC, 2006: 536-537). Si la equivocación se justifica por desconocimiento en aquella época, hoy ya no cabe explicación alguna para mantener la denominación.
Asunción: geografía, historia y cantidad imbricadas
Solamente la ciudad capital dispone de una secuencia histórica, en casi todos los casos, pues uno de veintiún o 4,8 % no dispone de año de la ordenanza (Kallsen, 2006: 100). Como ya se anotó, las referencias se hallan concentradas en dos años: seis en 1967 y diez en 1992 o de las 21 o 100,0 %: 28,6 % y 47,6 %, respectivamente (cuyo listado completo, así como número y año de la ordenanza y características de la denominación, se encuentra en el Anexo). En otras palabras, 76,2 % o tres de cada cuatro denominaciones, fueron establecidas en esos dos años. A estos debe agregarse: tres en 1942 y uno en 1993, equivalentes a 14,3 % y 4,8 %, respectivamente. A estos años se los ubica en los períodos de la “revolución nacionalista” del general Higinio Morínigo (1940-1948), del autoritarismo militar-partidario-caudillista del general Alfredo Stroessner (1954-1989) y del período de transición (1989-2008).
Un segundo paso fue descubrir la lógica de estas denominaciones y se la encontró en la geografía del imaginario nacional que se va expandiendo. Parte de la bahía de los carios, cuna fundacional de Asunción y el Paraguay, y llega hasta los pueblos indígenas del “lejano” Chaco paraguayo. Una etapa de transición pero más cercana a la imagen de Asunción y alrededores se encuentra en el Paraguay Oriental, supera al área metropolitana pero sin abarcar el Paraguay Occidental o Chaco.
El tercer momento, casi simultáneo al anterior, fue la cuantificación de las menciones, o nominaciones de calles, según período histórico y espacio geográfico de referencia. Aquí también se hallaron consistencias: mayor frecuencia de referencias en el período más reciente. Esto es, la democratización de la sociedad ha implicado la incorporación mayor de estos pueblos indígenas.
Lo anotado produce el cuadro de Etapas Históricas.

* Los Maká son del Chaco, de la confluencia de los ríos Pilcomayo y Paraguay; hoy mayormente se encuentran en los alrededores de Asunción pero siempre en esta área. Fuente: Elaboración propia con base en Kallsen, 2006.
Se hallan dos tendencias concluyentes al combinar historia y geografía, por una parte, y cuantificación del proceso mencionado, por otra. En primer lugar, a medida que transcurre el tiempo, se van incorporando los indígenas más alejados del núcleo originario guaraní-español o, de otra manera, los indígenas más alejados del núcleo inicial paraguayo son los últimos en ser integrados a la ciudad-texto-imaginario. Se trata de un movimiento del centro a la periferia a medida que transcurren los años; o la historia va abarcando cada vez más geografía o la geografía se expande en el transcurso de la historia.
En segundo lugar, la tendencia histórico-geográfica también se expresa cuantitativamente, pero bifurcándose. Por una parte, a medida que transcurre el tiempo, las citaciones o nombres de calles a incorporarse son más; por otra, a pesar de ello, se mantiene la hegemonía del núcleo originario. En otras palabras, el proceso histórico tiene pesos diferentes mientras que la geografía, con predominio de Asunción y alrededores o el Paraguay Oriental, se mantiene.
La imbricación entre geografía e historia es la siguiente. En 1942, durante la “revolución nacionalista”, se reconoce a los primitivos habitantes de la bahía de Asunción, los carios, y a la familia lingüística o la denominación genérica, como son los guaraníes, y se completa con el “Indio Francisco, leal colaborador de los españoles fundadores y pobladores de la incipiente ciudad de Asunción” (Kallsen, 2006:251).
En el longevo autoritarismo estronista, prevalece otra vez el núcleo originario geográfico –con cuatro nombres– pero con una inclusión del Paraguay Oriental y otra del Occidental. De aquel se incluye a los ya comentados “Guayaquíes” mientras que de este a los “Guarayos”. La incorporación de este pueblo indígena del “lejano” Chaco se explica porque al ser (re)ocupadas sus tierras por las tropas paraguayas en marzo de 1935 –a meses del cese del fuego–, estas fueron recibidas triunfalmente, considerando que anteriormente estuvieron en manos de las tropas bolivianas (Kallsen, 2006:238). Su mérito es este apoyo a las tropas paraguayas. Entonces, su incorporación o paraguayización obedece a la historia bélica-nacionalista; si no hubiesen tenido este comportamiento probablemente estarían ausentes. Existen mediante su integración a la historia-batalla-nacional, no por ellos mismos.
Ya en la transición, existe una sola mención a una protagonista, mujer en este caso, y la única, del área de Asunción y alrededores en comparación a tres de pueblos del Paraguay Oriental y a siete del Chaco. La transición, o la historia inmediata más reciente, es la fase de integración de los pueblos indígenas chaqueños pero en mucho menor medida que los del Paraguay Oriental y en términos marginales al núcleo original. Los pueblos indígenas ahora integrados son los más lejanos a la ciudad-capital que otorga los nombres a sus calles. Asimismo, la única mujer merecedora de recordación tiene el mérito de ser la versión femenina del Indio Francisco; “nativa-indígena que colaboró con los conquistadores españoles como guía durante la colonización de estas tierras” (Kallsen, 2006:250).
La cuantificación muestra dos líneas: cambio y continuidad, en términos temporal y cuantitativo, respectivamente; recordando que se cuantifica a las calles existentes hoy o sobrevivientes de sucesivas denominaciones. Se encuentra, por una parte, temporalmente: a medida que transcurre el tiempo, es mayor la frecuencia de nominaciones de calles de pueblos o personas indígenas. Durante la dictadura de Higinio Morínigo es 14,3 %, en la de Stroessner llega al 28,6 % y en la transición alcanza 52,4 %. Por otra parte, geográficamente, los grandes núcleos numéricamente son, por orden de importancia, Asunción y alrededores, el Paraguay Oriental y el Chaco; con 42,9 %, 19,0 % y 38,1 %. Entonces, a pesar de la importante incorporación de los pueblos chaqueños, se mantiene, aunque ligeramente, la superioridad de Asunción, su bahía y comunidades cercanas. En el caso de confrontar a las regiones del Paraguay Oriental con el Occidental ya cambia la situación; son 61,9 % y 38,1 %, respectivamente.
Resumiendo: Asunción muestra, en primer lugar, la incorporación más tardía de los pueblos más lejanos: los chaqueños. En segundo término, este proceso, cuantitativamente, es opuesto: los últimos son los más numerosos. En tercera instancia, geográficamente, a pesar de lo anterior, se mantiene la hegemonía de los pueblos del núcleo originario y alrededores, mayoría que se fortalece ampliamente al comparar el Paraguay Oriental con el Chaco.
Conclusiones
Asumiendo la ciudad como texto del imaginario nacional, a pesar del discurso nacionalista, antes que nacional-indigenista, la presencia de las personalidades indígenas y/o de los pueblos indígenas expresados en los nombres de las calles de Asunción, Concepción y Encarnación en el presente es, ante todo, marginal: 1 % del total; o cuasi-inexistente. En los casos en que se puede establecer su antigüedad, oscila entre un año (Encarnación) y cerca de siete décadas (Asunción), lo cual evidencia su reciente incorporación a la ciudad-texto-imaginario o el tardío reconocimiento que le han otorgado las sucesivas elites de poder con capacidad de establecer las nominaciones de las calles.
La amplia mayoría de sujetos colectivos (pueblos antes que individualidades), dos de cada tres, es una excepcionalidad considerando a la globalidad de las calles. Entre los nombres existe un claro predominio de los vinculados a la familia lingüística guaraní, explicable por ser la lengua hablada por la mayoría de la población paraguaya: el guaraní. Si bien existe una mención más de indígenas rebeldes antes que colaboradores, tres y dos, respectivamente, la balanza se inclina a una visión del indígena dócil al considerar la ausencia de otras referencias contestatarias. No menos importante es la denominación de los pueblos indígenas que recoge los nombres imputados a ellos, incluyéndose la pervivencia de hasta una denominación peyorativa: ratones del monte en lugar de “persona verdadera” como es el caso de Guayakíes y Aché, respectivamente.
Únicamente la ciudad capital permite un análisis cronológico. Se establecen tres etapas: la “revolución nacionalista” de la dictadura de Morínigo, la longeva dictadura de Stroessner, y la transición. Asimismo, se fijan tres geografías: Asunción y alrededores, el Paraguay Oriental sin el área anterior y el Paraguay Occidental o Chaco. Los resultados son nítidos: una tendencia de geografía e historia consistentes, por una parte, y otra de cuantificación de la anterior que expresa cambio y continuidad. Esto es, en primer lugar, a medida que se avanza históricamente se incorporan a la ciudad-texto-imaginario los pueblos indígenas más lejanos al núcleo original de la bahía de Asunción. Cuantitativamente, en segunda instancia, a medida que la historia se desarrolla, la cantidad de nominaciones de indígenas es mayor, indicando la inclusión de grupos anteriormente ignorados-excluidos. Esta tendencia puede considerase consistente con el proceso de incorporación creciente o una geografía que se expande en la historia o una historia que crece geográficamente. Sin embargo, a pesar del peso cuantitativo de los pueblos chaqueños permanece la primacía del núcleo original de poblamiento-inicio del Paraguay y su mestizaje. Es más, la primacía del Paraguay Oriental es innegable al dividir en dos regiones el país.
También resulta imprescindible mencionar las ausencias. La primera es la ignorada historia de rebeliones indígenas. Pervive la imagen de docilidad o la incorporación de pueblos indígenas por su colaboración con la historia-batalla tradicional, como el caso de los Guarayos. Asimismo, están ausentes los guaicurú, expresión que los indígenas del Paraguay Oriental imputaban a todos los chaqueños identificados generalmente como depredadores y que fue asumida desde el Paraguay colonial hasta por lo menos la guerra del Chaco, lo cual explicaría su ausencia.
Sin embargo, la cuasi-inexistencia o invisibilización del conjunto de pueblos indígenas se debe a su condición de subalternos y aún entre estos como los más preteridos. Las conclusiones de esta monografía desmienten discursos nacional-indigenistas. Todo esto da pie a cuestionar a la sociedad paraguaya como racista hacia sus paraguayizados pueblos indígenas a menos que se den inflexiones sustantivas en las políticas públicas. Si fueron dominados unos, exterminados otros y hoy algunos sobreviven un proceso de extinción, ¿por qué no habrían de ser sino marginales o casi invisibles en la ciudad-texto-imaginario?
Listado de nombres de calles ordenadas cronológicamente y sus características
Nota
[1] Escapa a esta monografía relevar la extensa –para los estándares nacionales– bibliografía publicada recientemente; en donde las reediciones han tenido un rol primordial que a su vez refleja la escasez de nuevos estudios. Un ejemplo de estudio crítico introductorio es el de Brezzo (2008) de la polémica matriz: Báez-O’Leary.
Nota de edición: El título original de este texto es “Nombres de pueblos indígenas en la ciudad-texto-imaginario nacional (calles de Asunción, Concepción y Encarnación)”, inicialmente publicado en Paraguay: Ideas, Representaciones & Imaginarios, obra colectiva coordinada por Darío Sarah y publicada por la Secretaría Nacional de Cultura. La bibliografía citada por el autor puede verse aquí.
* Roberto L. Céspedes es investigador y docente, con formación en sociología e historia. [email protected]
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