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Cultura

La familia en el Paraguay: fragmentos históricos (Parte III)

En este día de Navidad, nada mejor que reflexionar sobre la situación de las familias en nuestro país. En esta entrega, “Las familias paraguayas y las guerras”.

José María Blanch. Comunidad de Acaray, 1980. De Campesino rekove, 2009. Cortesía

José María Blanch. Comunidad de Acaray, 1980. De Campesino rekove, 2009. Cortesía

Las familias paraguayas y las guerras

Es probable que uno de los datos más mencionados acerca del Paraguay sea el del exterminio casi total de su población masculina como consecuencia de la guerra de la Triple Alianza. Su correlato es el papel protagónico, contado en clave romántica, de la reconstrucción a cargo de las mujeres, así como de la “irregular” conformación de las familias.

La reconstrucción fue cantada y contada tantas veces como veces les fueron negados sus derechos más elementales a las mujeres desde el final de la guerra hasta la década de 1960. En un no inusual ejercicio de contradicciones que no se analizaban ni se discutían, las mujeres pudieron reconstruir un país, pero estaban en condiciones de minoridad para vivir y ejercer sus derechos.

“Las mujeres del Paraguay pudieron no salvar a la nación de la derrota en la más devastadora de todas las guerras, pero ella la salvaron, las que quedaron, de la destrucción económica luego del regreso de la paz”. El 15 de junio de 1919, Voyslav Yovanovitch, Director de la Oficina de Informaciones para el reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, de los Estados Unidos, al mencionar el caso de Serbia tras la I Guerra Mundial, recordaba el caso de Paraguay y el papel de las mujeres, en su artículo “Serbia and Paraguay” publicado en el New York Times. Paradójicamente, Telémaco Silvera, diputado republicano, presentó ese mismo año un proyecto de ley de igualdad de derechos entre hombres y mujeres, que fue rechazado.

“Las mujeres del Paraguay pudieron no salvar a la nación de la derrota en la más devastadora de todas las guerras, pero ellas la salvaron, las que quedaron, de la destrucción económica luego del regreso de la paz”. El 15 de junio de 1919, Voyslav Yovanovitch, director de la Oficina de Informaciones para el reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, de los Estados Unidos, al mencionar el caso de Serbia tras la I Guerra Mundial, recordaba el caso de Paraguay y el papel de las mujeres, en su artículo “Serbia and Paraguay” publicado en el New York Times. Paradójicamente, Telémaco Silvera, diputado republicano, presentó ese mismo año un proyecto de ley de igualdad de derechos entre hombres y mujeres, que fue rechazado.

Lo mismo puede decirse de la productividad de las familias rurales durante la guerra del Chaco: “La guerra nos está revelando la capacidad productora de nuestro país, puesto que las mujeres, los niños y los ancianos producen tanto o más que en época de paz”, señalaba Alfredo Jacquet, exdirector de la Oficina de Cambios, en Problemas de la Tras-Guerra, en 1934.

La guerra impactó sobre las familias de maneras profundas y dramáticas: a la obvia reducción demográfica, se sumó la dislocación geográfica como resultado de la Residenta, primero; y luego de la guerra, como resultado de la orden de repaso del Tebicuary hacia el norte, para las familias que a duras penas habían logrado regresar a sus destruidos hogares en el sur.

Igualmente dramático fue, sin dudas, el extravío de niños y niñas (acerca de quienes tenemos muy pocas noticias) y la separación de sus familias, así como el alejamiento del país, que también dividió a las familias.

En Siluetas femeninas, Silvano Mosqueira da a conocer el caso de Rosa Cándida Acosta viuda de Mattos, “una paraguaya de tiempos heroicos”, y su hijo Adolfo. Rosa Cándida perdió a su hijo de cinco años durante el bombardeo aliado a Asunción a inicios de enero de 1869. Ella había partido a Luque y su hijo, que se encontraba de paseo en uno de los barcos de la flota paraguaya fondeados en Asunción, al ser sorprendidos por la escuadra aliada, se vio de pronto navegando al norte, desde donde comenzó una travesía de guerra y hambre que finalizó cuando tenía apenas seis años, en la ciudad de Pelotas, en el Brasil. Entretanto, su madre atravesaba las Cordilleras en su búsqueda. El episodio, que finalizó con fortuna, incluyó indagaciones y avisos en Brasil, y en Montevideo, Rosario y Corrientes. Finalmente, Rosa Cándida llegó a Pelotas, donde halló a su hijo. Otras familias no tuvieron la misma suerte. Rosa Cándida contrajo matrimonio en el Brasil y vivió el resto de su vida, con sus hijos Adolfo y Honorio en Río de Janeiro. Estos fundaron y dirigieron una empresa, Acosta Hermanos, que alcanzó renombre.

Fragmento del Anuario Estadístico de 1886, publicado sobre la base del censo del mismo año. Es de hacer notar que las mujeres mayores de 15 años que trabajaban en agricultura eran más que los varones.

Fragmento del Anuario estadístico de 1886, publicado sobre la base del censo del mismo año. Es de hacer notar que las mujeres mayores de 15 años que trabajaban en agricultura eran más que los varones.

Los brazos de mujeres, adultas y niñas, y niños y adolescentes, contribuyeron a levantar la agricultura. Barbara Potthast, quien estudió las familias paraguayas, y a las mujeres en particular, desde la época colonial, pone en relieve el hábito tradicional de brazos femeninos que cultivaban la tierra, lo que hizo que las miles de mujeres y niños sobrevivientes de la guerra se dedicaran a la agricultura para paliar el hambre. El Anuario estadístico basado en el Censo de 1886 (es decir, 16 años después del final de la guerra), da cuenta de una población total de 239.774 habitantes. El 41 % (98.307) tenía entre 0 y 14 años. De la población desde 15 años (141.467 habitantes), 86.935 personas se dedicaban a la agricultura: 55.377 eran mujeres. En su mayoría, eran mujeres jefas de hogar.

Miguela Vera, Juanchi, xilografía. Colección del autor.

Miguela Vera, Juanchi, xilografía. Colección del autor.

La Iglesia católica también tuvo que adaptarse a la realidad de un país destruido, flexibilizando las condiciones para quienes deseaban contraer matrimonio. El monumental trabajo reciente de Margarita Durán Estragó y Martín Romano García acerca de las dispensas matrimoniales deja en evidencia cuánto hubo que ceder en materia de exigencias para fomentar el matrimonio en el Paraguay de posguerra. Aún así, el muy pequeño clero sobreviviente no alcanzaba para cubrir todo el país, y las uniones espontáneas, las concubinarias y la familia extensa proliferaban no ya como espacio afectivo, que sin duda también lo eran, sino sobre todo como espacios y comunidades de cuidados y de alguna seguridad para niños, niñas y mujeres adultas en un país inseguro por la delincuencia, las enfermedades y las guerras civiles.

Precisamente, tras la guerra, la violencia no cesó. Los violentos conflictos internos se cebaron sobre las familias. Los varones, tanto adultos como adolescentes, o incluso niños que tuvieran el físico adecuado para el transporte de pertrechos o el uso de armas, eran objeto de levas por parte de cualquier ejército contendiente, con destinos inciertos o la certeza de la muerte en el horizonte. Las familias pudientes se refugiaban en las legaciones diplomáticas de la capital, mientras que las familias campesinas lo hacían en los montes, a los que el humor de ocasión (quizás el único medio de aliviar la desgracia) llamaba legación ka’i. Como el exilio y el confinamiento estaban previstos en el Código Penal, los protagonistas de las revueltas se alejaban por meses de sus familias, a la espera de alguna amnistía.

El Látigo Inmortal se hacía eco de las levas y reclutamientos forzosos en tiempos de guerras civiles. Edición del 1º de setiembre de 1889. Cortesía Claudio Fuentes Armadans.

El Látigo Inmortal se hacía eco de las levas y reclutamientos forzosos en tiempos de guerras civiles. Edición del 1º de setiembre de 1889. Cortesía Claudio Fuentes Armadans.

Luego de 1947, la política de exilios cambió: el estigma recaía no solo sobre el indicado como partícipe de las revoluciones, sino sobre toda su familia. Una variante del exilio, el extrañamiento, condujo a familias enteras, no ya solo a los cabecillas, a destierros que eran, a veces, perpetuos. Otras familias apelaban a la medida extrema de traspasar las fronteras, tanto para refugiarse como para trabajar en campos agrícolas de la Argentina, o en el Brasil. En su estudio sobre el caso de la colonia Fram, Mary Estela Sosa analiza el impacto de los exilios desde la mirada centrada en la mujer y la familia, y afirma: “Por esta causa (la violencia contra la comunidades de Carmen del Paraná y de Fram), muchas familias decidían emigrar y protegerse tras la frontera, modificando sus condiciones de vida drástica y compulsivamente, de modo que mujeres y hombres asumieron nuevos roles y, en ocasiones, las mujeres se convirtieron en soporte de sus familias”.

Las guerras también impactaron sobre la economía familiar y la de todo el país. Hubo miles de personas con discapacidades físicas, sociales o intelectuales sobrevenidas: sus proyectos de vida, individuales o familiares, quedaron, en la amplia mayoría de los casos, cancelados para siempre. Además, las requisas privaron a varias familias de animales de tiro y otros medios de subsistencia.

Campo de refugiados paraguayos en Clorinda (Argentina)

Campo de refugiados paraguayos en Clorinda (Argentina) durante la guerra civil de 1947. Familias enteras se vieron obligadas a refugiarse en el vecino país como consecuencia del enfrentamiento. The Sphere, Londres, 11 de octubre de 1947 (fragmento). Cortesía Claudio Fuentes Armadans.

Los presupuestos públicos incorporaron las pensiones para los veteranos de la guerra y/o sus sobrevivientes y herederos. Hacia 1931, el presupuesto de pensiones para los veteranos de la guerra de la Triple Alianza que aún sobrevivían era de 11 millones de pesos fuertes; luego de la guerra del Chaco dicho presupuesto alcanzó, en 1938, la suma de 111 millones de pesos fuertes; es decir, alrededor de 1.000 % más. En 1936, el presidente Rafael Franco decretó el alza de impuestos para financiar estos gastos, anticipados por el ya citado Jacquet: “Los destinados a costear la desmovilización general del Ejército, el sostenimiento de los que no hallaren de inmediato trabajo, fomento de la producción, cuidado y manutención de los mutilados, pensión de los mismos y a las familias de los fallecidos en defensa de la Patria, sostenimiento y cuidado de los heridos y agotados, hasta su completo restablecimiento, etc.”.

Y si bien las discapacidades intelectuales y sociales no son frecuentemente mencionadas en la literatura sobre la guerra y sus consecuencias, informes del Manicomio Nacional (actualmente, Hospital Psiquiátrico) señalaban: “La guerra en su calidad de factor psíquico ha contribuido seguramente a aumentar los ingresos durante el año 33. En efecto, entraron 91 dementes, 58 varones y 33 mujeres”. Luego, al año siguiente, expresaba: “Han ingresado durante el año 34, 61 varones y 65 mujeres, lo cual constituye una paradoja explicable por la guerra, pues, en tiempos de paz, el número de mujeres ha superado siempre al de los varones”.

Finalmente, una nota acerca de las relaciones entre tierra/hogar, familia y guerra. Tras la guerra del 70, miles de familias perdieron sus tierras-hogares al no poder presentar documentos que justificaran su propiedad o su posesión. En el caso de la guerra del Chaco, varias familias rurales, que se habían visto obligadas a prendar sus ya pequeñas tierras a valores usurarios durante el conflicto, al concluir fueron amenazadas con desalojos. Rafael Franco, que resolvió gobernar por decreto, ordenó la suspensión de los juicios y desalojos, que afectaban mayoritariamente a hogares rurales, encabezados por mujeres.

En la próxima entrega, posiblemente la final de esta serie, haremos un alto para compartir los que consideramos desafíos de investigación, así como los temas que quedan pendientes, que tienen que ser asumidos con rigor. En las democracias, el debate es necesario; pero para que, además, sea constructivo en argumentos y propuestas, es conveniente que se base en saberes e interpretaciones plausibles, razonables, fundadas, difundidas por medios y en ambientes pertinentes. No es ni posible, ni deseable siquiera, cercenar los debates, pero tampoco todo tipo de argumentación es necesariamente esclarecedor. En el caso del saber que la Historia proporciona, esta puede contribuir de manera significativa tanto a conocer más acabadamente un fenómeno, hecho, proceso o personaje del pasado, como a problematizar aspectos críticos del presente.

 

* David Velázquez Seiferheld es historiador y académico correspondiente de la Academia Paraguaya de la Historia.

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